La Mujer y el Cine llega a su 31º edición consolidando su identidad feminista y con la convicción de que se debe arribar a la paridad de género en la industria audiovisual. En esta edición, que se desarrolla entre el jueves 28 de noviembre y el domingo 1 de diciembre, se presentarán siete largometrajes, España como país invitado y competencias de cortos y works in progress, con entrada gratuita.
Las películas seleccionadas están exclusivamente dirigidas por mujeres: son Las buenas intenciones (2019), de Ana García Blaya; Cuando las estrellas brillan (2018), de Natalia Hernández; De nuevo otra vez (2019), de Romina Paula; Hermanas de los árboles (2018), de Camila Menéndez y Lucas Peñafort; la uruguaya La flor de la vida (2017), de Claudia Abend y Adriana Loeff; Los sonámbulos (2019), de Paula Hernández; y la española Viaje al cuarto de una madre (2018), de Celia Rico Clavellino.
Annamaría Muchnik es la directora del festival, el único de la Argentina que preserva el concepto del cine de género. Esto es, de un cine hecho por mujeres con roles donde las mujeres sean dignificadas.
-¿La mirada feminista estuvo desde el comienzo o se fue encontrando la identidad en el camino?
Esa mirada estuvo desde el comienzo. Más aun: ese fue el objetivo con el que se inició la Asociación La Mujer y el Cine. Pensar en un festival con actividades en las cuales las mujeres tuvieran el rol protagónico en cuanto a ponerse detrás de la cámara y filmar. A lo mejor el término feminista en ese momento no tenía buena prensa y no se usaba tanto. Pero Maria Luisa Bemberg, Lita Stantic y Martha Bianchi -las creadoras, las pioneras del festival- lo tenían muy claro. Esto es un festival feminista: es lo que se llevó adelante, se respetó y se respeta hasta hoy.
-¿Cómo era ser feminista en 1988 y hacer un festival pensado para la mujer?
Era difícil. Pero había en juego nombres muy importantes y respetados que abrieron ese camino. Eso le dio no solamente su carácter de actividad seria y prestigiosa (porque las mujeres que iniciaron la asociación, y por lo tanto el festival, lo eran), sino también la condición de ser feminista; distinto en la forma de expresarse, distinto en la forma de llevarlo adelante. Desde el primer día el objetivo fue luchar por la paridad, la equidad, la igualdad de género; abrirle las puertas a las mujeres para que filmen y para que tengan en el festival un lugar donde pudieran proyectar y difundir sus trabajos.
-¿Cuáles fueron los principales conflictos que debió atravesar el festival?
Uno de los más graves es que fuimos una sección dentro del Festival de Mar del Plata, hasta que un día, las autoridades del INCAA consideraron que un festival de cine realizado por mujeres no tenían por qué estar y lo borraron de un plumazo, sin dar mayores explicaciones que lo que estoy diciendo. Entonces recomenzamos en Buenos Aires, firmes y seguras de que íbamos a seguir haciendo el festival, independientes y autónomas, con lo que eso significa en cuanto a esfuerzos y a falta de apoyos.
Hay que agregar que un problema o dificultad bastante notorio es el de no contar con subsidios o apoyos financieros para llevar adelante el festival. Somos un grupo de mujeres que jamás cobramos un solo peso, que trabajamos porque queremos y porque nos gusta, y para ello le sacamos horas a nuestras vidas, a nuestros sueños, a nuestro trabajo, a nuestras familias. La poca plata que nos dan los organismos es poca, y la usamos para lo indispensable: la gráfica, la parte técnica, el catalogo, el afiche, la comunicación, los transfers del material. Pero el tema económico es serio e importante. Hay que tener en cuenta que se hace con muy poco apoyo económico.
-¿Creías que iba a permanecer por tanto tiempo?
Una cuando piensa en un proyecto piensa a futuro, y pone lo mejor de sí para que tome vuelo, crezca, se ponga cada vez más interesante. No sé si pensé que íbamos a llegar a los 31 años. Pero sí que puesto que la situación de la mujer -lo sigue siendo, aunque en menor medida- en relación al audiovisual era que filman mucho menos que los hombres, que íbamos a tener trabajo para rato. Íbamos a seguir siendo una vidriera, un lugar donde mostrar lo que las mujeres filmaban.
-¿Cuáles fueron las modificaciones más importantes que fue atravesando tu rol dentro del festival?
La Mujer y el Cine es un colectivo de mujeres, y tratamos de que se repartan los roles horizontalmente. Yo entré cuando me llamó María Luisa Bemberg para trabajar dentro de la institución. El día de la primera reunión la miré y le dije dónde se aprende a hacer un festival de cine. Le dio risa la ocurrencia: a mí me encantaba y me emocionaba la idea de trabajar con este grupo, pero también tenía que aprender cómo hacerlo. Trabajé al lado de ella y de Lita Stantic bastante. Aprendimos entre todas: averiguando, consultando cómo se hace en otros lugares. Ibamos a embajadas, tratábamos de ver qué películas dirigían las mujeres en otras partes del mundo. Prueba y error. Hoy siento que adquirí una enorme experiencia y se las puedo trasladar a las chicas que trabajan conmigo.
Las chicas, las cortometrajistas, las directoras sienten tanta gratificación y agradecimiento por el trabajo que hacemos que sentimos que la tarea está cumplida.
-¿Quiénes son hoy los aliados y contra qué o contra quiénes hay que seguir luchando?
Aliadas son las mujeres en general. Aunque también debemos decir que hubo una evolución grande de las propias mujeres, que a lo mejor hace unos cuantos años decían “ah no, presentar una película en un festival de mujeres no, yo quiero presentarla en un festival donde haya todo tipo de películas, tanto hombres como mujeres”. Hoy, para las realizadoras presentar su película les gusta y las enorgullece. Eso es gratificante.
Aliados son aquellas personas que nos apoyan y nos ayudan, ya sea económicamente o entendiendo que este festival le hace bien a las mujeres realizadoras. Y algunas empresas comprendiendo que cuando nos donan servicios o cosas, que tienen que ver con la finalización de las películas, damos un paso adelante. ellos también apoyan a las mujeres en el cine.
Los no aliados son los que siguen creyendo que un festival es un ghetto, y que esto nos aparta y nos divide. Pero lo tenemos claro: hay un 70 por ciento de directores hombres –personal técnico mucho más-, y eso marca una enorme distancia. El día que las cifras se equiparen volvemos a hablar.
-¿A quién o quiénes extrañas en este largo camino recorrido?
A María Luisa, seguramente, y a Beatriz Villalba Welsh. Era la vicepresidenta del INCAA, una mujer muy inteligente, tierna, afectuosa. Me hubiera gustado mucho que pudieran estar con nosotros en estos momentos. También a Susana López Merino, que vive en Mar del Plata, y que en estos últimos años no pudo estar. Fue la llamita que defendió La Mujer y el Cine. Y también todas esas chicas que en algún momento se acercaron a trabajar con nosotras, y por cosas de la vida, del trabajo o la familia tuvieron que dejar, pero que pusieron su enorme granito de arena. Esas compañeras que trabajaron al lado nuestro acrecentaron este grupo. No somos demasiadas, pero todas tenemos objetivos en común.
-¿Quiénes que hayan participado a lo largo del festival te hicieron cambiar el eje de tu pensamiento?
El intercambio que tuvimos con gente de afuera fue y es importante. Recuerdo mucho a Pilar Miró, con quien tuve muchas conversaciones, de cine y también de televisión, ya que ella era directora de RTVE. Era sumamente sensible. También a Margarethe von Trotta, una mujer brillante. Y Lina Wertmuller, con una visión muy franca del cine, que era muy divertida. Me interesan mucho estos ida y vuelta. Porque me importan sus miradas, cómo pueden ir desenvolviendo su trabajo muchas veces en ambientes hostiles, el apoyo que les dan. Hubo muchas mujeres interesantes. Y también las chicas de acá: las nuestras, las que siempre aportan y también las que nosotras sentimos que les aportamos a ellas.
-¿Qué consiguió cambiar La mujer y el cine en la industria del cine argentino?
La industria es la industria. Es difícil acceder a los grandes presupuestos porque eso es “cosa de hombres”. Sí cambiamos la cabeza de la gente. Y sumamos mujeres haciendo cine. Ese es nuestro mejor aporte, hacia lo que tiene que ver con el movimiento de mujeres cineastas, realizadoras y técnicas. En 31 años, ayudamos a que las jóvenes realizadoras tengan un lugar de referencia, muestren sus películas, sepan que pueden recurrir a nosotras, se acerquen para traernos su obra, recomienden a directoras del interior. Lo digo con orgullo y con afecto: en 31 años La mujer y el Cine ayudó a las mujeres a presentar sus películas, a volver a filmar, y a mandarlas al interior y al exterior.
Julia Montesoro