El jueves 2 de mayo se estrena en el Cine Gaumont y en Malba Cine Traslasierra, tercera película de Juan Sasiaín en la que también interviene como actor, junto a Guadalupe Docampo y la venezolana Ananda Tronconis.
Su protagonista, Martín (Sasiaín), es un artista nómade que vuelve a su pequeño pueblo natal junto con su novia (Tronconis), para reencontrarse con su padre y recuperar ciertos valores cotidianos propios de un lugar pequeño y casi familiar.
Martín también va al lugar en busca de respuestas para su crisis existencial: su pareja está embarazada y sus sentimientos se ponen en juego cuando reaparece Coqui (Docampo), una amiga de su niñez. Ella es madre soltera y docente, y a poco de ver las conductas de Martín y su novia, comprende -con más gestos que palabras- cuánto hay de incertidumbre y de temor en el proyecto de vida de los visitantes.
Docampo (quien este año presentó A oscuras, de Victoria Chaya Miranda, y que tiene previsto estrenar otros proyectos), compone un personaje introspectivo, austero, concreta en el momento de tomar decisiones, la contracara de su amigo de la infancia.
Guadalupe Docampo dialogó con GPS audiovisual sobre Traslasierra y su momento como actriz y como mujer.
-Supongamos que acabás de ver la película por primera vez: ¿qué encontraste de vos en el papel de Coqui?
Pfff… ¡Un montón! Mi energía es mucho más Coqui que lo que actúo en las películas. Soy más juguetona e infantil. También tengo algo más masculino (representado lo femenino como algo más etéreo y lo masculino como más terrenal, como suele hacerse). No diría en relación a la historia: no soy mamá ni me dedico a la docencia, pero sí en cuanto a la energía del personaje. Además, en otros papeles que hice, nunca me tocaron lugares para indagar como por acá.
-¿Con esos atributos te enganchaste con Traslasierra?
Me interesó que la película no recayera en mí, que el personaje femenino de “la ex novia de” abriera otras posibilidades. Con otras energías. Es un privilegio protagonizar en cine, pero por lo general me tocan papeles donde termino siendo o “la mujer de” o una chica que tiene que ser muy linda, o muy simpática. Hacer un personaje secundario sin tener la necesidad de enamorar al personaje me daba otro ámbito, otra plasticidad desde donde manejarme.
-Además de que cada vez que filma Juan Sasiaín te convoca. ¿Cómo ibas a decirle que no?
Supongo que era para un papel pensado para mí. Con él hicimos su ópera prima La Tigra, Chaco y su segunda película, Choele. Cuando llegó el momento de hacer su tercera peli, quería pasar de dirigir a actuar. Creo que la idea era que la hiciéramos juntos. Algo que me parece un poco divertido es que el personaje de La Tigra tiene un correlato con éste. Y podría ser el mismo personaje. Se retoma la idea de la novia de la juventud, a la que uno vuelve. Esta idea de la mujer que se queda en el pueblo, y echa raíz, y este hombre que se va de viaje y se pierde por ahí.
-¿Cuáles son las motivaciones para que aceptes un papel? ¿Cómo elegís?
Primero, porque vivo de esto. Y es un privilegio hacer algo por lo que estoy profundamente agradecida. Pero el mecanismo de selección es diferente: cuando llega la propuesta, me digo de qué manera puedo encarar ese personaje para que me parezca interesante, para que lo que pueda aportarle a la película tenga cierta dignidad. Por supuesto que hay personajes que no me cierran. O no me cierra la plata, o el equipo. Allí, directamente no me meto. Pero no me pasa de juzgar a un personaje pensando en que no es para mí. Siempre trato de buscarle la vuelta. Este año se estrenó A oscuras, en donde hacía una bailarina de night club. Es el otro extremo de la persona que soy, de mi tipo de energía y mi físico. Pero en vez de pensar que no tiene que ver conmigo traté de construir pensando en dónde podría convertirme en eso. Cuando me llega un personaje siempre veo lo que le puedo aportar.
-De la bailarina de cabaret a la noviecita de pueblo. ¿Cómo es el mecanismo de construcción de los personajes?
Hay algo de mí que tiene que ver con el physique du rol, que de alguna manera me condena. Hay personajes que si no se piensa de qué manera diferente encararlos, se empiezan como a repetir. Me las tengo que ingeniar, porque si bien el guión apunta a un personaje determinado, hay que pensarlo desde un lugar diferente.
-¿Hay algún género donde te sientas más cómoda?
No sé si hay un género en particular, pero siempre me parece mucho más interesante cuando una película busca generar lenguaje. Me gusta mucho y me siento muy cómoda en el realismo, el minimalismo. Porque se parece a la realidad, y eso es lo que hace que una pueda conectar más rápido con la historia y con los personajes. Pero como actriz me interesa indagar más en otras plasticidades, en otras herramientas. El género abre esa posibilidad de generar un lenguaje, de indagar en otros registros de actuación.
-¿Que una película busque generar un lenguaje implica también que ponga en un pie de equidad a la mujer?
Ya no se puede no tenerlo en cuenta. La próxima película que protagonizo es una road movie en la que mi personaje está a punto de dar a luz. Su pareja (Alberto Ajaka) es muy violenta. Ella, empoderada con la panza gigante que tiene, decide escaparse de su casa y de su marido. Primero va rumbo a un lugar que no conoce nadie: un pueblo idílico de la infancia de su padre, del que nada sabe. Allí se irá dando cuenta que su pareja no está desaparecido, sino que la está persiguiendo. Es una ópera prima escrita y dirigida por Alberto Romero, llamada Infierno grande. Una peli de aventuras, que como todas sus lecturas tiene algo sobre esta nueva conciencia colectiva que intenta ser un poco más igualitaria, y que tiene que ver con el feminismo.
-¿Hay una nueva mirada desde los productores, o de los roles que te ofrecen, a partir de la visibilización de la asimetría de roles y el abuso de poder?
Primero, viendo para atrás ¡pufff! ¡qué mal que estábamos! (risa). Cómo estábamos reproduciendo discursos sin tomar conciencia. Ahora estamos dando pasitos de bebé: nunca la tenemos clara, nunca lo sabemos todo. Muy de a poco, vamos de poner a la mujer en el lugar donde el cine la estaba poniendo antes (siempre contada desde la mirada de los hombres y en lugares tan estereotipados), a este paso intermedio: poner a la mujer en el mismo rol del hombre pero también desde una mirada del poder. Me imagino una evolución. Es inevitable pasar por esto, que tiene que ver con una mirada del poder y de la liberación que es en realidad masculina. Pero habrá un cambio más real, más interesante, en cuanto haya miradas de más guionistas, de más productoras, de más directoras. Y no sea una lavada de cara, sino que realmente tenga que ver con un discurso. Inevitablemente va a tener que suceder, porque lo que tiene de superinteresante el cine es que dialoga con la realidad.
-¿Hay trabajos tuyos en los que retroactivamente revisás de qué manera encararon el proyecto respondiendo al estereotipo de la mirada masculina? ¿Te preguntás como te pasó?
¡Montones! ¿Sabés por qué? Porque era y es una cosa muy arraigada en la forma de pensar la realidad y las historias, de representarlas, de trabajar, del punto de vista de la cámara. Cuando pensamos en el cine y pensamos en Hitchcock, pensamos en un femicidio. Esas son las cosas que están muy arraigadas. Muy pocas experiencias pasan por ahora el control de calidad de igualdad. Muchas personas piensan que porque ahora hay consenso sobre el tema, la realidad cambió. ¡Y no cambió! Todavía existe una brecha salarial del 27%. Muy de a poquito podemos ver que ahora hay más compañeras, o entre las compañeras en un set hay mas complicidad, y ya en una mirada más o menos entiende cómo va la cosa. Pero en otro momento estábamos como atomizadas. Y además éramos muy pocas en el set. La posta para estar bien y protegida, era estar ahí codo a codo con los varones. Una misma tendía a alimentar esa autoridad.
-¿Alimentar esa autoridad implica haber atravesado momentos desagradables, difíciles?
Ehhhh…Creo que una persona que constantemente quiere dejar claro que tiene el poder sobre vos, y ante los demás, aunque no haya una situación explícita de abuso (sexual, laboral, de poder) se hace notar y se vuelve insoportable. Me parece que sí. Y a la vez, me cuidé de no hacer algunas películas. Con violaciones, por ejemplo. Sin tener el conocimiento que uno tiene ahora para elegir, sin tener mucha idea de por qué lo hacía. ¡Lo único que rechacé en mi carrera fueron diferentes situaciones de violaciones! Sabía que no me quería someter a eso. Y hoy pienso ¡uau!, qué extraño, porque eso también es reproducir un mensaje. El cambio no solo se va a dar porque se aviven los hombres, sino porque las mujeres van a seguir ocupando lugares de poder cada vez más.
-Mientras tanto, vas a tener que escribir tus propias historias. O dirigirlas.
Este año se estrena Las furias, de Tamae Garateguy. La idea original es mía y de Nico Goldschmidt. Sí, me interesa también escribir mis historias.
Norberto Chab