El 14 de marzo se estrena Lobos, un drama policial dirigido por Rodolfo Durán, protagonizado por Luciano Cáceres y Daniel Fanego, con las actuaciones de Alberto Ajaka, César Bordón, Anahí Gadda, Fabián Arenillas, Ezequiel Baquero, Alberto Cattan y Martina Krasinsky.
Lobos se introduce en el conflicto moral de una familia consolidada a partir de lo producido por actividades delictivas, de las alianzas que se establecen con ciertos estamentos de poder para preservar el estátus y de la imposibilidad de salir de ese esquema.
La acción se desencadena a partir del momento en que algo sale mal en un robo, y uno de los integrantes de la familia debe tomar la decisión de mantenerse al margen o jugarse para intentar protegerla.
Rodolfo Durán dialogó con GPS audiovisual por Lobos.
-¿Cuál fue el disparador para hacer un policial?
Venía de hacer una serie de películas relacionadas con la comedia. Vecinos, una comedia negra. Cuando yo te vuelva a ver, una comedia romántica con temática adulta. Tenía ganas de meterme en el policial, aunque sin ser tan rígido: no me cierran los géneros tan estrictos. Cuando empezamos a escribir el guión con María Meira –en rigor de verdad, lo escribió ella- hablamos de qué quería yo, adónde iba a apuntar. Entonces pusimos el eje en la historia de una familia, enmarcada en torno al crimen. Primero fue un tratamiento, una escaleta. A partir de allí surgió el guión. Esa fue la génesis, en el 2015.
-¿En qué elementos o referencias se basaron para construir la historia de una saga familiar?
En las del cine universal. Nadie es original: todos se basan en algo que tiene que ver con algo que ya se hizo. Por un lado, la clásica saga familiar de El Padrino, donde hay un tipo que no quiere entrar en el mundo del delito y termina entrando (Al Pacino). Es una mención inevitable, aunque no haya forma de comparación posible. Y también en otras historias que tienen que ver con algo muy reciente en la Argentina, como El clan.
–El clan es una referencia ineludible. ¿Cómo evitar la comparación?
La diferencia es que queríamos lograr la empatía del público a través de la familia, cosa que no pasa en El clan, que describe otro tipo de grupo familiar. Acá queríamos trabajar esa ambigüedad: son muy queribles… pero matan gente.
-La descripción de la familia muestra sus debilidades y contradicciones puertas adentro. Crían a sus hijos, los llevan a la plaza… Para lograr ese acercamiento hubo un mérito previo: la elección de los actores.
La búsqueda giró en torno a un elenco con nombres importantes, pero que también pudieran comprender a los personajes, que tuvieran empatía con la historia. Trabajar con ellos fue muy enriquecedor: no solamente estaban pensando en el personaje, en cómo decir su parte o mirar a la cámara, sino también en la película. No trabajaron solo para ellos, sino para el relato. Estuvieron muy comprometidos con la historia.
-¿En qué consiste el proceso de reelaboración del guión que recibís y cómo lo trabajás con los actores?
El guión nunca es “de hierro”: filmar cine independiente es muy difícil en la Argentina. Hubo que filmar en cinco semanas, y eso ya es un milagro. Mi trabajo empieza cuando recibo el guión de la guionista. Necesito pasarlo por mi filtro, por mi manera de ver el mundo. De lo contrario no va a ser mi película, sino una obra anodina, impersonal. Trabajo en los diálogos, en las escenas. Es un proceso de unos dos meses. Luego, comienzo con los actores. María Meira es una muy buena guionista, que sabe escribir muy bien los diálogos. Pero el dialogo se construye con la lectura que tengo con el actor, porque si no lo decís, la coloquialidad no surge. Mi primera tarea con el actor, individualmente, es sentarnos a leer el libro. La preproducción con ellos consiste en hacer las escenas, porque en el rodaje no hay tiempo: es “palo y palo”. Ya en el rodaje, llevo escrito el guión técnico, que cumplo en un 70 por ciento. No puedo improvisar. Primero, porque no soy de la escuela de la improvisación. Pero además, porque en este sistema de producción no me lo puedo permitir. (Jean Luc) Godard se iba a un hotel con actores y había días en que no filmaba porque no se le ocurría nada: él lo podía hacer. Nosotros tenemos que construir mucho desde antes.
-En ese trabajo previo de caracterización de personajes, ¿hay más de guión o de construcción?
De las dos cosas. Leerlo juntos me permite ver qué hacen los personajes. Por ejemplo: a Marcelo (N.R.: Luciano Cáceres, quien pertenece a la familia de delincuentes pero se mantiene al margen de sus actividades) le agregué el tema de la meditación. Lo conversé con la guionista y le pareció razonable. Me interesaba que ese tipo (que a lo mejor se retiró del mundo delictivo porque había matado a alguien; no lo sabemos), quisiera explorar su mundo interior. Estas cosas se definen antes y luego se conversan con los actores, quienes también aportan sus ideas. Otro ejemplo: Fanego quería trabajar con una campera suya. Lo acepté de inmediato. Me interesa que los actores estén cómodos con su ropa, con sus elementos. Sí, es algo que se construye.
-¿Qué ves en el mundo del policial?
Detrás del policial veo una entrelínea situada en lo político y lo social. Desde el cine negro de Estados Unidos de los años 40, 50, se percibe una entrelínea de la descomposición social. Un ejemplo es Pacto de sangre, de Billy Wilder, con esos personajes que van a matar a un tipo…atrás de eso hay algo. Nosotros tratamos de construir esa entrelínea en la que afloran las capas de poder. Está Molina (César Bordón, el comisario), que maneja a los Nieto. Ellos manejan a este chiquito (Ezequiel Baquero) que va a la cárcel. Pero por encima de Molina hay otro cana, que después les viene a decir que los traicionó. Me parece que el cine policial además de generar tensión, suspenso y tiros, tiene este aspecto interesante. Parece una película más relacionada con el cine policial europeo de los 60 ó 70.
-Además de estas capas que interactúan y se traicionan entre sí, hay una galería de personajes que suenan cercanos, familiares.
Exacto, me interesaba eso. Saber que Fanego es el tipo a quien te encontrás comprando pan o una caña de pescar, y es el mismo que después te asalta o te mata. Eso es más interesante que el estereotipo del muy bueno/muy malo. Muchas veces veo películas que no me resultan tan interesantes, o que se me acaban muy pronto. Como James Bond, de quien ya sabemos lo que va a hacer. En ese sentido, es mucho más enriquecedor el villano.
-¿Quién ve policiales en tiempo de crisis? ¿Para quién se filma?
No sé…es como un deseo proyectado. Una mirada ombliguista. Si les preguntás a los distribuidores, dicen que el policial es el género que más vende (yo creí que era la comedia). Lo que manda en Nextflix es el policial, la tensión, la violencia, el drama. Creo que la gente quiere evadirse. Y que cualquier género funciona si la película es buena.
Norberto Chab