Entre los estrenos nacionales del primer jueves de noviembre, llama la atención (o tal vez no tanto) la performance de Las hijas del fuego, que en sus primeros cuatro días de exhibición y en solamente dos salas vendió 1.288 localidades*.
La película, una provocadora exploración del deseo escrita y dirigida por Albertina Carri, reinventa el concepto del porno en consonancia con otro título que si bien no tuvo la misma fortuna, tiene idénticas inquietudes: Hasta que me desates, un thriller psicológico de Tamae Garateguy, que como la anterior, bucea en torno de obsesiones, fantasías y prácticas sexuales.
Cada una con sus particularidades, y desde distintos géneros cinematográficos, ambas películas evidencian un decidido impulso de traspasar los límites, una audacia que las aleja de la mirada más convencional (si se quiere, también menos inquietante) que ofrece buena parte del cine argentino contemporáneo respecto del sexo, el erotismo y el placer.
“Vengo trabajando en muchas de mis películas el tema de la representación del sexo y el erotismo. Pero Las hijas del fuego es muy particular, porque tiene sexo explícito. Tengo entendido que hasta el momento sólo se hizo La noche, de Edgardo Castro. Pero no hay otras películas argentinas narrativas con sexo explícito. En ese punto me parece que Las hijas del fuego es medio incomparable. Por otra parte, cada obra hace su recorrido, cada película necesita determinada cosa y bueno, algunos puntos de vista pueden interesar más o no”, reflexiona Carri, quien viene de presentar el film en la sección Zabaltegi del 66° Festival de San Sebastián y en el último Bafici se alzó con el premio a la mejor película de la competencia argentina.
Por su parte, en Hasta que me desates, una bailarina (el personaje de Martina Garello) desfigurada por un accidente en el que perdió a su familia, y un cirujano (Rodrigo Guirao Díaz) que parece haber cometido alguna mala praxis, se sumergen en una historia teñida de pasiones irrefrenables, pulsiones de muerte y sexo (incluidos momentos de bondage, sadomasoquismo y encuentros grupales). En tanto que Las hijas del fuego sube aún más la apuesta, instalándose en el cine porno. En clave de road movie erótica, la película de Albertina Carri sigue a tres mujeres que se cruzan con otras en un viaje poliamoroso de placer y goces explícitos.
Narraciones desde la perspectiva de género
Hace unos años, en el festival colombiano Bogoshorts, donde fue jurado, Tamae Garateguy quedó “impactada”por un corto documental sobre una joven danesa que quiere morir y le pide a su padre que la acompañe en el proceso. Aquélla historia luego sería el germen argumental de Hasta que me desates. “Obviamente, todo esto en una película puede contarse de una manera más realista, más naturalista. Pero a mí siempre me interesa el género, que la gente se sienta atrapada por otros elementos, para poder hablar de ciertos temas”, explica Garateguy, que optó por darle un enfoque “más misterioso” a la historia de la perturbadora relación del cirujano y su paciente. Un recurso que, según considera, también “permite que uno pueda pensar en temas a veces innombrables, que tal vez no soportarías ver de manera naturalista”. El film, que sacudió el avispero en la competencia nacional de Mar del Plata 2017, este año se preestrenó en el marco de La Mujer y el Cine, y durante octubre, ocupó la función nocturna del BAMA.
Albertina Carri sostiene que una de las razones por las cuales hizo Las hijas del fuego, tuvo que ver con “la falta de textos audiovisuales” sobre la temática. “El sexo entre mujeres es algo que está totalmente invisibilizado, sobre todo como goces entre ellas. Cuando se visibiliza es para un placer heterosexual, para un goce heterosexual, para un “otro” digamos. Pero se ha trabajado muy poco ese tipo de goce, de erotismo entre mujeres”, reflexiona la cineasta, que se propuso hacer esta película “un poco para dar cuenta de eso”. Pero también, afirma Carri, “porque esa naturalización de que el mundo es heterosexual, y que el goce es heterosexual, es algo que me incomoda”.
Tanto Garateguy como Carri ponen en primer plano formas de pensar, sentir y expresar las búsquedas del placer, las pasiones y la imaginación erótica, en ficciones cinematográficas que desafían al espectador, que pueden gustarle en mayor o menor medida, pero que difícilmente lo dejen indiferente. A la vez, en Las hijas del fuego y Hasta que me desates, la representación de la sexualidad, los goces y los cuerpos no sólo se plantea de un modo más abierto que en gran parte del cine argentino actual, también con un desarrollo estético que realza la narración.
En el contexto del cine nacional Carri y Garateguy son parte de una camada de directoras que impregna de otras miradas un medio reservado, hasta no hace mucho tiempo, casi exclusivamente a cineastas hombres. Ahora bien, a la luz de esta nueva realidad, ¿la mirada de las directoras es más libre que la de sus colegas hombres a la hora de filmar y representar cinematográficamente el sexo y el erotismo?
“Tal vez más abiertas en el sentido de que las mujeres tenemos más preguntas. Creo que tenemos otra mirada, hacemos otras cosas. Y me parece que da la sensación de más libres porque la sexualidad femenina siempre abre, siempre suma algo que no es la mirada del hombre (lo que siempre vimos hasta ahora). Son más de cien años de cine donde sólo filmaron varones. Y eso tiene, inevitablemente, cierta manera de ver, de pensar y de reflejar el sexo”, señala Garateguy, refiriéndose particularmente a “esas grandes películas” del cine industrial con repercusión de taquilla.
“Después está ese otro cine mucho más raso, que banaliza, que objetualiza mucho el cuerpo de la mujer –apunta la directora-. Por otro lado, los desnudos de las mujeres siempre son más largos que los de los hombres. Me parece que a las mujeres nos gusta ver hombres desnudos, pero esa es una de las posibilidades, no la única. Por eso digo que el cine donde se ve lo erótico, las fantasías y las pulsiones, quizás parece ser más rico porque es como si la mujer viniera a dar otra mirada, que abre y se plantea otras preguntas”.
“Llamo ‘porno’ a mi película porque me interesa discutir con ese género, que es un género cinematográfico que además, es como el comienzo del cine, del primer cine amateur, donde había gente mirando a otra en escenas de sexo –analiza la directora de Las hijas del fuego–. Esa idea también me inquieta un poco: quiénes empuñaban la cámara, quiénes eran los que miraban, por qué miraban eso. En ese punto cambió mucho el mundo respecto de quiénes empuñamos ahora la cámara”.
La trayectoria de la cineasta vale como testimonio de esas transformaciones: “Cuando hice mi primera película, No quiero volver a casa, la única mujer directora era María Luisa Bemberg. Lita Stantic había filmado solo una película. Pero no había más. Ahora por suerte hay cientos de mujeres. Y eso también cambia completamente el contenido. Empiezan a dar cuenta de otros mundos, y de otras cosas que están sucediendo. Miradas que pueden ser el testimonio de cierta incomodidad con la que hemos vivido: nos hemos criado con relatos que de alguna forma no nos representaban. Entonces, creo que en el momento en que podemos empezar a representarnos nosotras, le entramos al hueso. Contamos desde ese punto de vista, profundizándolo”.
Garateguy, por su parte, subraya que a través de lo erótico, de la sexualidad, se pueden hacer comentarios acerca de sus diferentes matices: relaciones de poder, el amor, la muerte. “Tal vez en las mujeres es algo más carnal, más fuerte. Los cuerpos son de verdad. No es como eso que nos están devolviendo todo el tiempo, un poco falso, como estilizado. A veces el sexo puede tener relación con pensamientos más mórbidos, en mi caso. Con otra película mía, Mujer Lobo, me di cuenta de que la magnitud de lo que produce un acercamiento a temas sobre la sexualidad es muy vasta. Y es interesante lo que sucede cuando en el cine podemos representarnos en todo nuestro espectro”.
Julia Montesoro
*: Fuente: Ultracine