El 5 de Talleres, la segunda película del director Adrián Biniez (Gigante), una comedia costumbrista acerca de un jugador de fútbol en el final de su carrera deportiva, tiene como protagonistas a Esteban Lamothe y Julieta Zylberberg. En la siguiente nota, realizada por Julia Montesoro y publicada en el diario La Nación, los actores hablan del film que se estrena el 26 de marzo:
Esteban Lamothe y Julieta Zylberberg llevan ocho años juntos, tienen un hijo y la pasión compartida por la actuación. Crecieron artísticamente a ritmo sostenido, forjando cada uno su carrera en teatro, pero sobre todo, en cine y televisión. Tuvieron sus devaneos amorosos en Farsantes, la tira de Pol-ka. Pero recién se convirtieron en pareja también en la ficción con El 5 de Talleres, película que además, los reunió laboralmente por primera vez. “Nos conocimos haciendo una especie de montado de una obra. Pero no duró nada, fue sólo una función”, recuerda ella. “Y allí tampoco actuábamos juntos”, señala él. “Hasta este film, no habíamos trabajado juntos. De hecho no entendíamos cómo no nos habían llamado antes, no habernos cruzado en algún proyecto”, reflexiona la actriz.
En El 5 de Talleres, Lamothe compone a Patón Bonassiolle, capitán del club de Remedios de Escalada, cuya carrera como futbolista está llegando al final, tras jugar toda la vida para esa institución, sin lograr fama ni fortuna. Su mujer, Ale – interpretada por Zylberberg-, será un apoyo vital para el mediocampista de 35 años en el momento de la despedida y de la búsqueda de nuevos horizontes. “¿Cómo se puede aceptar el fin de un mundo, con todas sus rutinas, códigos y rituales a una edad tan joven? ¿Cómo un hombre empieza de nuevo desde cero? ¿Cómo se puede aceptar que el cuerpo ha dejado su juventud atrás y ya no será capaz de hacer frente?”, son algunas de las cuestiones que trabajaron el guionista y director Adrián Biniez, y los protagonistas de la comedia, que llega a los cines el 26 de marzo.
“Me parece que el cine argentino siempre trató ese tema desde un lugar bastante parecido. El barrio, el fútbol, los amigos… (Adrián) Biniez en un punto creó una realidad que también es posible, y que si bien está corrida de ese imaginario que ya está construido -por ahí más en el cine argentino que en el fútbol-, creo que ése es el hallazgo de su película. Biniez es un tipo que tiene mucha sensibilidad y sutileza; se mete con un tema que está totalmente trillado y sale vivo y contento. La verdad, conectamos muy rápido con él”, recuerda Lamothe, al comienzo de la entrevista con La Nación. Zylberberg coincide: “Hubo un entendimiento… Pensábamos lo mismo de las escenas y de los personajes. Fue muy fácil el trabajo con él”.
- ¿Fue así desde la lectura misma del guión?
Lamothe: -Sí. Además él trabajaba con nosotros. Si yo tengo que hacer de futbolista, no voy a la cancha para tratar de parecerme a uno. Trato de entender el guión y hacer bien las escenas que están en ese guión, ensayarlo mucho. Y que en todo caso parezca un juego. No es que me preparé cinco meses y jugué unos partidos en Laferrere para hacer el personaje. Soy un convencido de que hay que ensayar mucho lo que está dado en el guión y trabajar con el director. Para mí, en una película se trata de un intercambio con el director. Si no, empezás a acostumbrarte a trabajar sin conectar demasiado.
J.Z: -Sí, tal cual. Es como subirte a esa moto. Es hermoso cuando uno puede confiar en el director. Entregarse.
L: -Además, Adrián tiene un nivel de relajación… Cuando está filmando, está contento y celebrando ese momento. Sin ser un ser de luz, ni nada por el estilo (risas). Es una fiesta filmar para él. Cuando un director transmite eso, hacés cualquier cosa. En una escena, estoy totalmente desnudo. Pero nunca me lo pregunté. Después dije “¡uy, estoy en bolas en la ducha!”. Pero en ese momento, la verdad, si él me decía de tirarme de una montaña en paracaídas, lo hacía. Eso es lo que te transmite un buen director.
- ¿Qué les pedía Biniez en esos primeros acercamientos al guión?
L: -Tomábamos mate y ensayábamos en la cocina de casa. Él iba haciendo correcciones sobre las escenas, “esto funciona más así, esto más asá”. Se fue dando orgánicamente, no había un plan. Sí, ensayar. Estaba muy definido el personaje de Patón en el guión. No hubo nada improvisado. Algunas cositas variaron luego en el rodaje, pero nada más.
- ¿Y tu personaje, Julieta?
Z: -Se construye mucho en base al personaje de Esteban. Es una piba bien plantada, de barrio, enamorada de su novio, compañera… No sé, las descripciones son medio costumbristas.
L: -Es que, finalmente, la película es costumbrista… Pero eso es bueno. En el cine, cuando hay una pelea de pareja (no siempre, no quiero generalizar), hay algo en juego más grande -por ejemplo, la pareja-. En cambio, en esta historia, las peleas son como las que tenemos todos, las cotidianas, que mandás a la mierda a tu marido o a tu mujer, y te enojás porque la cerveza está caliente y no enfría la heladera. Y ese “chiquitaje”, que aparentemente podría ser muy poco cinematográfico, es algo que la película tiene mucho. Como también tiene poco de fútbol y mucho vestuario, comisión directiva, y todo lo que rodea el cotidiano de los personajes.
- ¿Cómo viven la experiencia de actuar en un film independiente, y también en una tira producida por Pol-ka?
L: -Los dos tenemos un vínculo con la actuación bastante divertido. Yo no me hago demasiadas preguntas cuando actúo. Entendí rápidamente el código televisivo, que tiene que ver más que nada con la velocidad. La pasé bien y me divertí. A veces veo actores que vienen del teatro o del cine con ritmo distinto. Y no hay mucho tiempo para pensar y analizar. Me gusta esa velocidad de la tele.
Z: -Para mí es necesario el cambio de ritmo. La televisión es como un training. Una película es una intensidad, una convivencia. A mí me fascina hacer cine, pero está bueno ir alternando. Se van alimentando las ganas de lo que sigue. Ocurre también con los personajes: uno más oscuro y de repente otro más fresco. Hay que tener suerte para tener propuestas diferentes.
L: -Al comienzo, yo venía de hacer películas independientes, en paralelo a obras de teatro también independientes, y trabajaba de mozo en una parrilla. Eso es más difícil que ir a la tele. Son cambios más bruscos. Fue así durante años, hasta El estudiante, la película de Santiago Mitre, gracias a la cual la gente me conoció.
-¿Cómo se llevan con la popularidad y exposición que da la televisión?
Z: -No tenemos una vida social muy activa. Hay gente que está muy en el circuito como consecuencia de estar en la tele. Muchos actores fomentan eso porque su social pasa por ahí. Nosotros, no. Yo soy muy distinta en cámara que en persona. En la tele estoy toda maquillada, peinada. Y capaz que salgo así nomás, con nuestro hijo a upa, y nadie se da cuenta.
L: -Al mismo tiempo, uno necesita ser popular porque la gente te tiene que conocer. Soy un agradecido de ser conocido. A veces hay que lidiar con eso, tratando de ser amable. Pero nuestra vida es muy tranquila, no cambió.
La primera vez
El 5 de Talleres es la décimo primera película en la filmografía de Esteban Lamothe, donde resaltan, entre otros títulos, El estudiante, de Santiago Mitre, y Villegas, de Gonzalo Tobal. Julieta Zylberberg, por su parte, hasta el momento actuó en nueve films, incluida la exitosa Relatos salvajes y la comedia que ahora estrena con Lamothe.
“Hace más de dos años que filmamos El 5 de Talleres. Muy poco después hicimos la telenovela Farsantes. Ocurre que las tiras salen al aire rápidamente, pero en cine los tiempos suelen ser más largos. Así que esta película es nuestra primera vez juntos”, bromea el actor. “En un principio, sólo Julieta iba a hacer el film, porque los productores tenían otro actor en mente –admite Lamothe-. Yo había leído el guión en mi casa, y me encantaba. Ese actor después por suerte no arregló, y me llamaron a mí. No es por cancherear, pero sentía que lo podía hacer bien, así que estuvo buenísimo que se diera”.
Para la fecha de rodaje que se barajaba inicialmente, Zylberberg ya estaba embarazada, y pensó “chau con la película de Biniez”. Pero al final hubo un cambio de planes y la filmación se pospuso varios meses. “Salió todo redondo y terminamos trabajando juntos”, celebra ella. “La verdad, fue toda una aventura, porque teníamos un hijo de tres meses y no sabíamos cómo iba a resultar eso –recuerda Lamothe-. Además, porque para nosotros que estábamos re alienados por ser padres primerizos, en casa, con el nene que no dormía, podía resultar complicado. Íbamos a filmar con Vero, la chica que cuida a Luis, y en los momentos que actuábamos nos divertíamos mucho, porque era como un recreo”. Por suerte, agrega ella, llevábamos al nene al rodaje. Yo le daba la teta y seguíamos filmando. Así que la experiencia fue muy linda”.
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Fuente: La Nación