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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Inés Estévez protagoniza «Bosque adentro»: «Estoy en una edad en la que a las actrices nos condenan a hacer de madres»

Inés Estévez protagoniza Bosque adentro, obra de Carla Moure con dirección de Corina Fiorillo, acompañada por Agustina Benavides y Tomás Pol, que se presenta en solo dos funciones: el viernes 15 y el sábado 16 de diciembre a las 22 h en el Teatro del Picadero. La trama gira en torno al vínculo entre madre e hija.

Coincidentemente, en el reciente Festival Internacional de Cine de Mar del Plata se estrenó Vera o el placer de los otros, que también aborda ese tópico.

¿Qué es Bosque adentro y qué representa el viaje entre una madre y una hija adolescente que atraviesa la trama?

Es una obra pequeña y exquisita, que tiene dos ingredientes que me gustan mucho: la hondura y el humor. A pesar de que tiene momentos dramáticos, tiene mucho humor.

Me enamoré de la obra desde el principio porque habla del gran desafío que tenemos los seres humanos, que son los vínculos. En este caso, a través de una madre y una hija adolescente. La madre tuvo esa hija cuando era muy joven y, como en el 90 por ciento de los casos, en soledad. El padre es una figura omnipresente. Hay tres hombres en la historia que no están en escena, pero que están muy presentes. Uno es mi padre, el abuelo de mi hija, otro es mi exmarido, el padre de mi hija y otro es un exnovio.

Es muy curioso porque la obra parece hablar solo de una madre y una hija, pero en realidad habla de todo tipo de vínculos.

Es un viaje que no está motivado por el descanso ni el paseo: los motivos se develan en la mitad de la travesía. Las dos mujeres parten de una manera y llegan al destino completamente transformadas. El vínculo también está un poco transformado y ellas se tiene que enfrentar a nuevas realidades. Allí surge la dificultad de la adolescencia para comunicarse con el progenitor o progenitora, sumado a esta era de abuso de las redes. ¡Es muy conmovedor! Siento una gran identificación porque, aunque haya gente que no haya sido padre o madre, todos hemos sido hijos. Es una obra corta –la segunda obra de Carla Moure, una dramaturga muy joven- que toca temas muy claves y de mucha actualidad.

-¿Cómo definís el vínculo de esa madre con su hija?

Más que definir la relación, hay un modo de describir al personaje que me toca encarnar. Es un personaje muy diferente a mí. Una mujer que ha sido madre muy joven, por lo cual ha crecido junto con su hija. Por eso, se encuentra frente a esas instancias en donde es necesario poner el límite y no sabe bien cómo o desde qué lugar. ¿Hasta qué punto está autorizada a ejercer la autoridad, por esa cercanía?

Por otra parte, es una hija que la interpela y desafía, como todos los hijos, pero en este caso por algo muy concreto. Además es una mujer que por su historia personal -que se devela a lo largo de la obra-, tiene una gran dificultad para manifestar sentimientos. Tiene una actitud un poco viril, esa típica mujer que se ha hecho sola y que fue criada por un padre varón, que se las ha arreglado como pudo y ha asumido un rol un poco masculino. Me encantó componerlo.

-Más allá del rol que componés, ¿te identificás más con la madre o con la hija?

No me identifico con ninguna y eso me encanta. Ne gusta mucho hacer personajes con los que no me identifico en absoluto. Por un lado tuve una adolescencia muy diferente a la de esta chica. Mi vínculo con mi madre fue completamente distinto. Digamos nada familiar: fue un poco lejano, un poco complejo y de poca confianza, por la edad y la historia de mi madre. No es lo que le pasa a esta chica, quien tiene un vínculo con su madre absolutamente fluido y familiar.

Después, en relación a la madre, no me pude identificar con ella. Tengo una maternidad absolutamente neurodiversa y esta es una madre con una hija neurotípica. ¡No hay ningún punto de contacto! En la ficción hablamos de una maternidad en donde el horizonte involucra una evolución, un despegue, una autonomía, una independencia de ese ser que se ha criado. En mi caso eso no existe. Es como si tuviera niñas muy chicas, aunque tienen 13 y 14 años. Pero aunque no tenga identificación alguna, lo que hago es disfrutar de lo que me imagino que debe ser -con todos sus bemoles- y sus aristas, una maternidad neurotípica. Algo que no voy a poder vivir en la realidad nunca.

-Coincidentemente también aparece el vínculo entre una madre y su hija adolescente en Vera y el placer de los otros, la ópera prima de rosarinos Romina Tamburello y Federico Actis.

Me encantó hacerlo. Estoy en una edad en la que a las actrices nos condenan a hacer de madres. Incluso cuando dirigen mujeres los roles están vinculados con la maternidad. También hago ese rol en la nueva película de María Victoria Menis, Miranda, de viernes a lunes. Todo gira en torno a una mujer sexuada, con sus conflictos. Pero igual es madre y también de dos hijos adolescentes. Debo estar en la edad en la que las mujeres tienen hijos adolescentes.

-Si sos mujer y estás en la mitad de la vida, tenés que hacer de madre.

Hay algo que no le pasa a los hombres. A ninguna edad. Hablemos del patriarcado, y lo digo en todas las notas. Los varones cumplen 40, 50 ó 60 y hacen de héroes, galanes, hombres con conflictos amorosos, o seres solitarios con vidas ricas o complejas.

En cambio, ¡las mujeres no! Hacemos de madres. Y no importa si además te pasan cosas. Fundamentalmente sos una madre, así que no me parece ninguna magia esta coincidencia. Al contrario, es una condena del sistema social y educativo, que nos somete a las actrices a lo que somete a las mujeres según van madurando.

Julia Montesoro

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