En su doble rol de directora y protagonista, Dolores Fonzi presentó Belén en la sección oficial del Festival de San Sebastián. Se trata del drama que narra la historia real de una joven que sufrió un aborto espontáneo y que sirvió de impulso para la legalización de ese derecho en Argentina.
Tucumán, 2014. Una joven llega a un hospital público con un dolor abdominal agudo. No sabe que está embarazada. Horas después, es acusada de haberse provocado un aborto. Pasa más de dos años en prisión preventiva y es condenada a ocho años de cárcel. Una abogada tucumana, Soledad Deza, toma el caso y cambiará la historia del país. La víctima, que decide preservar su identidad, pasará a llamarse Belén. Su historia se hará eco en las plazas de grandes ciudades del mundo. Protagonizada por la propia Fonzi en el papel de Deza, la película es una forma de memoria activa en un contexto donde los derechos conquistados se ven nuevamente amenazados.
-Dolores, de todos los casos de injusticias de género que llegaron a tus manos o te enteraste, ¿qué te llevó a elegir la historia de Belén?
Dolores. En realidad, no lo decidí yo. No es que se me haya ocurrido a mí, si bien era totalmente propio; no solo el canto, sino las marchas, la militancia y cómo el movimiento feminista creció desde ese momento en adelante.
Fue un caso en el que estaba involucrada porque en 2016 me enteré a través de Soledad de que estaba presa desde hacía dos años y se había generado un movimiento importante en Tucumán. Luego, al ganar un premio, dije «Libertad para Belén» y eso abrió las puertas de la prensa internacional. (Fue al ganar el premio Platino a la mejor actriz por La patota, de Santiago Mitre).
Ese mismo día estaba Leticia Cristi, productora de K&S, que preguntó quién es Belén. Años después se publica el libro de Ana Correa sobre el caso y la productora compra los derechos para hacer la película. En el transcurso de ese proceso yo estrené Blondi. Entonces me ofrecen dirigirla, reescribirla y actuarla. Y lo recibí como un regalo, porque la historia empezó con ese cartel y terminó con la película nueve años después.
-¿Cuáles fueron los obstáculos o los inconvenientes que tuviste que atravesar para concretar esta historia?
Dolores. En ese sentido fui muy malcriada, muy consentida, porque la pelicula ya estaba financiada por Prime Video. Y K&S estaba detrás. Leticia Cristi es una productora excelente. Solo tuve que pensar en la escritura, en hacer. En armar un buen equipo, que ya tenía de Blondi. Y en disfrutar bastante. Si bien era una película mayor a Blondi, mucho más difícil, con responsabilidades distintas, yo la paso bien en rodaje, me llevo bien con el equipo. Me gusta que sea un evento cinematográfico donde todo el mundo esté conectado con la historia; comunicar bien lo que quiero, que nadie esté fuera. Hay algo del maltrato en el cine que sucedía en otras épocas, que para mí va en contra de las películas. Y hay algo de todo el amor que le dimos a la película que se refleja en la película. Más allá de exponernos nosotras mismas -Soledad como personaje real, yo como el personaje ficticio, mezclado en la autorreferencia y en lo personal-, me gusta disfrutarlo. No soy neurótica, me gusta pasarla bien. Si bien hice nada más que dos películas, no soy una directora que está enroscada. Ya sé lo que voy a filmar cuando voy al rodaje. Primero porque el guion tiene que estar bien escrito, tengo que sentir que no hay fallas. Y cuando el guion te sostiene, después es muy difícil tener una mala película. Es como un derrotero de situaciones que tienen que suceder.
-Al mismo tiempo, asumiendo el doble desafío de la dirección y la actuación.
Dolores. Sí, pero no tuve imposiciones de financiación. Si bien el INCAA no existe y está vaciado y las pocas películas que se hacen son así, esto era una facilidad para poder rodar muy tranquilamente.
-Soledad, ¿cómo fue tu acercamiento al proyecto?
Soledad. Fue de mucha emoción. Colaboré con lo que me pidieron. ¿Qué podía aportar yo? Un poco de memoria, un poco de datos, un poco de lo que fue necesitando el proyecto. Y eso generó una sinergia virtuosa. Porque así como en el caso de Belén mucha gente fue aportando lo que podia o lo que necesitaba la estrategia jurídica, en este proyecto ocurrió lo mismo pero al revés: yo aporté lo que se necesitaba.
Dolores. Tanto en el caso como en la película hay una similitud en el armado de las organizaciones. Ese trabajo colectivo logra que esta película exista.
-Soledad, ¿qué veías cuando la veías a Dolores convertida?
Soledad. Noooo, qué linda que me puse (Risas). Dije «Chau, me mejora todo, cualquier estrategia jurídica».
Dolores. Es real que hay una energía que se contagia, un estado que se traslada, una impresión. Cuando nos conocimos, fuimos a la casa varias veces, leímos juntas el guion. Yo le escribía y ella me contestaba en cualquier momento del día. Surgió una conexión ahí, una entrega mutua y generosa. Entonces sucedió que ya no sabés cuándo termino yo y empieza ella o viceversa. Y hay mucho autorreferencial ironizando sobre mí misma.
Soledad. Y hay mucho amor y respeto también. Ese amor del que habla Dolores que se refleja en cuidar a Belén. Por eso no hay datos personales que pudieran permitir identificarla, sacarla del anonimato. Hay generosidad al proponerse no servirse de la historia y utilizarla como le venga bien.
Dolores. Belén… son todas, ¿no?. Hay muchas Belenes. Y hay que cuidarla, ya que representa a tantas. Por eso no entramos en algo puntual de lo referencial de su vida. Se la muestra, pero no se expone nada de su realidad. Sí la nuestra, porque nosotras nos podemos reír de nosotras mismas, porque no somos la víctima. Por eso la ironización sobre nosotras mismas es mucho más fácil.
-¿Cuál fue el aporte de la verdadera Belén al rodaje o al guion?
Dolores. Ella participó con su buena onda y su agradecimiento. Nosotras sabíamos y le explicamos que no íbamos a tocarla como un individuo en particular, no íbamos a usar su vida personal, ella con eso estaba contenta. Después, cuando vio la película, le encantó. Estuvo muy metida y con ganas de participar y también muy divina. Yo siempre le mandaba imágenes de montaje o alguna foto y le iba contando.
Pero también buscamos cuidarla. Es tanto su trauma que quise no exponerla con el guion. Porque un guion tenés que saber leerlo y yo sabía lo que quería filmar, pero cuando lo leés tenés que saber interpretar. Por eso directamente vio la película terminada. Desde ya, ella siempre estuvo de acuerdo con todo, desde el libro de Ana hasta la película. Y fue consultada todo el tiempo.
Julia Montesoro (Desde San Sebastián)