“El INCAA tiene que ser reformulado. Hay que reinventarlo”. Así comienza un texto que Cristian Bernard escribió en sus redes sociales. Una serie de reflexiones que no eludió la polémica y que generó una secuela de respuestas en torno a una misma preocupación común: el futuro del cine argentino.
Cinéfilo, director, guionista y docente en la ENERC, Cristian Bernard tiene además un podcast donde habla junto a Nic Loreti sobre el cine que lo hizo amar el cine.
-¿Cómo se reinventa el INCAA?
No tengo la fórmula: solo sé que hay que reinventarlo, porque así como está no le sirve a nadie. En este momento hay una suerte de debate sobre el tema: eso es sano, más allá de las formas en que el Gobierno introdujo ese debate. Más allá también de las formas del medio cinematográfico, que me parece que muchas veces actúa de modo corporativo. Al INCAA hay que reinventarlo con Milei o sin Milei. Si hubiese ganado Massa o el que viniera. Es polémico lo que voy a decir, pero tengo la sensación que el INCAA no le sirve demasiado a nadie hace diez años. Lo que pasa es que no se puede decir porque “cómo vamos a estar en contra del INCAA”. ¡Por supuesto que estoy a favor del INCAA! Y de un Instituto de Cine que realmente produzca películas. El problema es que este Instituto de Cine gasta muchísimo su presupuesto en los empleados, en su planta, en el funcionamiento de ese aparato. Incluso hasta estéticamente habría que cambiarlo, porque parece un hotel alojamiento. El edificio es un espanto, como una cosa que quedó como del Proceso. Tiene que funcionar, pero tenemos que abrir el debate de cómo lo mejoramos.
-Imaginemos que abrimos el debate: ¿por dónde lo empezás?
Yo escuché en GPS Audiovisual Radio la nota que le hiciste a Axel (Kuschevatzky) -con quien tengo diferencias en cuanto a cine-, pero me parece que estaba planteando ideas que nos tienen que servir parar mejorar: ¿Qué otros métodos para producir nuestro cine podríamos encontrar? ¿Está sirviendo este?
También hay que modificar la Ley de Cine. No solamente por el INCAA: hay que plantear una política audiovisual en base a los nuevos tiempos porque el modelo de negocios del cine cambió. El cine es un arte, pero también es un negocio y es una industria. Y lo tenemos que contemplar.
Por otro lado, me llegó una información que no sé si es real: para este año hay 1.200 películas en producción, en instancias de producción o a punto de terminar. ¿Argentina puede producir 1.200 películas? ¿Son películas? Es una cifra de pasillo la que digo. Pero aunque no sea oficial, no tengo dudas de que hay una cantidad altísima de películas.
Algo más para plantear es que le dan un poquito a todos -que son puchitos-, y no le dan nada a nadie. El presupuesto del INCAA para una película media es muy bajo. ¡No hacés nada con lo que te estaba dando el INCAA! Por eso es un muy buen momento, a pesar de la crisis, para que los diferentes sectores nos sentemos a hablar.
-Entre otras expresiones, manifestaste tu preocupación porque (cito textual) “la debacle de este agujero negro que es el INCAA casi se traga la ENERC”. Vos sos docente de ENERC. Tus reflexiones no son ajenas a la preocupación que te genera la situación. ¿Formar nuevos cineastas en este contexto es un acto de amor al cine?
Sí, es un acto de amor. Por otro lado, el ENERC es una escuela que no solo forma directores de cine, sino que es una escuela de artes y oficios, que forma técnicos para la industria. Es decir, nosotros formamos realizadores y realizadoras, pero también directores de fotografía, montajistas, sonidistas, directores de arte. En este momento hay una carrera nueva que es animación y nosotros proveemos a la industria de técnicos especializados.
-Se suele destacar la capacitación que reciben.
¡Están altamente capacitados! Y trabajan en largometrajes, series o publicidades. Por lo tanto, cuando se originó el tema de la megaley con este artículo complejo y polémico, el desfinanciamiento del INCAA llevaba directamente a la desaparición del ENERC. Ni siquiera figurábamos en el artículo. Se nombraba al INCAA (que se mantenía), la cinemateca y la biblioteca. Y ahí -lo quiero agradecer públicamente-, en un acto de desesperación mía y también de otro profesor, con el cual tenemos una mirada bastante parecida sobre el problema, mientras todos estaban en una posición de guerra, yo hice mi juego libre e intenté hablar con diputados. Lo conozco a Fernando Iglesias hace muchos años y él, a su vez, habló con Silvana Giudici y Hernán Lombardi para intentar defender a la escuela. Para intentar volver a ponerla en el artículo y en la Ley. Porque habíamos quedado afuera. ¡Y eso se logró!
Pero cuando veía la actitud en general de la corporación artística era como que estaban hablándole a la tribuna. Creo que este es un momento donde hay que salir a convencer a los que no piensan como uno de la importancia del cine y que el cine también es un negocio. ¿Esto a qué lleva? A que te digan colaboracionista. Término que me parece siniestro.
-¿Qué devoluciones recibiste de tus colegas con respecto a tus reflexiones?
En general fue buena porque recibí muchos, muchos, muchos mensajes de alumnos y exalumnos, colegas también y otros que no están tan de acuerdo porque creen que hoy el tema es la lucha: primero luchemos, después hablamos de cómo lo reformulamos. Esa es una materia de discusión, pero yo no coincido con eso. Creo que hoy más que nunca es el momento para discutirlo y redefinir la política audiovisual, de la cual el INCAA es una parte.
El tema es que era muy urgente salir a defender a la escuela porque realmente nos quedábamos afuera. Aparte el común de la gente no sabe qué es el ENERC. Es decir, saben que es el INCAA. Se hablaba del INCAA, del Instituto del Teatro, del Fondo Nacional de las Artes -incluso los medios-, pero no del ENERC, que es la mejor escuela latinoamericana. También recibí mensajes de colegas que me decían para qué quería el ENERC si no hay industria y después no van a encontrar trabajo. Entonces, la pregunta que hago es si hoy la industria es pujante. Si hay mucho trabajo. Si no fuera por las plataformas, no sé dónde estaría nuestra gente si solamente dependiéramos de la política del INCAA.
-¿Este proyecto de Ley, en lo que atañe al audiovisual, está pensado para favorecer a las plataformas?
Creo que no está muy pensado. Me parece que el artículo tiene una visión muy simplista del cine. Y los dos sectores estamos con diálogos de guerra, con terminología de guerra. Probablemente, la visión del presidente Milei, que es la del Gobierno, esté orientada a favorecer a las plataformas, en tanto él lo ve todo en términos de negocios, de ganancias. ¡No lo sé!
Tampoco veo que se esté contemplando ese tema, porque si fuera así nos sentamos, lo discutimos y vemos si es posible.
Pero hay que entender que el modelo de negocios cambió. Hoy la gente no va más al cine. Lamentablemente, lo digo con todo el dolor del alma. O van a ver películas muy puntuales, como eventos históricos, tales como Oppenheimer (Christopher Nolan, 2023) o Argentina, 1985 (Santiago Mitre, 2022). Pero, en general la gente prefiere verlas en la plataforma. No sé si eso está contemplado implícitamente en esa Ley, o de manera sutil. Siento que falta diálogo. Hay que explicarle al Gobierno que debe haber un INCAA, porque tenemos muy buen nivel de directores y de guionistas. Hay que hacer un trabajo fino sobre lo que producimos.
-Tanto lo que producimos como hacia dónde dirigir los contenidos.
Hacia dónde queremos apuntar nuestras historias. ¡De los dos sectores, eh! Porque escucho hablar incluso a Adrián Suar -en el programa de Mirtha Legrand, creo que ella le preguntó si había una autocrítica-. Y él le contestó que sí, pero que después lo hablaban. Hay una suerte de omertá en la que no podemos hablar de nosotros o de cómo llegamos hasta acá. Estamos en una situación grave, pero ¿cómo llegamos? ¿Simplemente porque ganó Milei? ¿O porque durante años construimos este escenario?
La gente en general tiene una imagen bastante negativa de nosotros. ¡Lo digo con una tristeza infinita! Pero basta con ver los foros de los diarios. Vos me podés decir que esa no es la gente, sino los haters. Me siento en cualquier mesa de amigos y lo primero que te dicen es: “¡cómo curran con eso del INCAA!”. Y les tenés que explicar que no todos curramos, que hacemos películas y que hay gente que incluso trabaja otras cosas o vive muy austeramente. Pero hay una sensación, una idea instalada, de que el cine es un curro.
-Planteado así, también se cuestiona el rol de la ENERC. Como si debiera ser una institución privada.
Estoy en absoluto desacuerdo: si fuese así seríamos como una competencia de la FUC. Me parece que el cine -es el gran problema del cine en general en el mundo- es un arte de ricos. Estudiar cine es caro. Las escuelas de cine son carísimas en cualquier parte del mundo. Y acá el ENERC es meritocracia pura. Si hay un ejemplo que creo que le podría gustar al Gobierno, por lo menos si intentara conocer, es cómo funciona la escuela. ¡Este año fue récord! Se presentaron aproximadamente cuatro mil aspirantes a todas las carreras, de los cuales solo entran diez. Tienen que dar tres exámenes de ingreso. Teóricos, creativos y finalmente un coloquio. Ni siquiera la UBA tiene este sistema.
Tenemos alumnos que han intentado ingresar tres veces. Por lo tanto, querer privatizar la escuela me parece una perogrullada.
-Hace casi un cuarto de siglo dirigiste junto a Flavio Nardini tu ópera prima, 76 89 03, película que se hizo sin apoyo del INCAA. ¿Qué representaba el INCAA en el año 2000?
Estaba bastante mal. Nosotros la filmamos en el ‘99. Justo estábamos en el final de la era Carlos Menem (1989-1999) y cuando la estrenamos ya había ganado Fernando De la Rúa (1999-2001) y estaba la gestión de (José Miguel) Onaindia. El final del gobierno de Menem fue una instancia donde el INCAA no producía nada. Creo que incluso todavía ni había salido la Ley de Cine. Los que hicimos películas en ese momento, 76 89 03 (con Flavio Nardini), Mundo Grúa (Pablo Trapero), El descanso (Rodrigo Moreno, Ulises Rosell, Andrés Tambornino) las hicimos como se pudieron. Nosotros teníamos la suerte de trabajar en publicidad y la pudimos producir. Después sucedió que la vio un productor y hubo que blanquearla. Ahí se presentó ante el INCAA porque si no, no lo hubiéramos podido estrenar. Fue un momento en que las películas se hicieron muy a los ponchazos. No glorifico eso. Pero cuando escucho a mucho director o directora diciendo que lo tienen que apoyar… Las mejores películas se han hecho en los momentos más adversos. Yo no milito la adversidad: creo que se tienen que poder hacer películas con apoyo del Estado. Pero no lloremos más: hoy hay medios hasta te diría más democráticos que los que contábamos nosotros en esa época para poder hacer una película. Había que filmar en fílmico, era caro, se hacía como se podía.
-¿Cuál fue el resultado financiero de 76 89 03?
De esa película nosotros no vimos un mango porque al toque vino la crisis del 2001. El INCAA sacó un artículo donde directamente decía que no iba a pagar las deudas. Ni Flavio ni yo cobramos nada. Y el productor, que era Edi Flehner, se fundió. ¡Perdió todo lo que había invertido!
-Casi 25 años después es una película de culto.
Sí. Es una película de culto…y muy querida.
Julia Montesoro