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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Leandro Listorti, premiado en Mar del Plata por «Herbaria»: «Los lugares donde se guardan las plantas y las películas son muy parecidos»

Leandro Listorti obtuvo el premio José Martínez Suárez al mejor director en la Competencia Argentina del 37º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, que concluyó el domingo 13, por su documental Herbaria.

El jurado argumentó que Listorti se hizo acreedor al galardón “Ya que la labor de dirección logra un trabajo preciso para poner en diálogo imágenes de diferentes matrices y encuadra de una forma misteriosa escenas que siguen y ponen en foco la relación entre el material fílmico y el material orgánico”.

Herbaria, que se estrena el jueves 1 de diciembre en la Argentina, es una coproducción entre Maravillacine (Paula Zyngerman y Leandro Listorti) y Weltfilm de Alemania. Es una excursión al mundo de los archivos botánicos, sus procesos y sus derivaciones artísticas y políticas en relación con campos tan diversos como la preservación cinematográfica y la ecología. En un viaje a la preservación botánica y cinematográfica, el documental explora, en sus procesos casi invisibles, las derivaciones artísticas y políticas que conectan los dos mundos.

El documental se estrenó mundialmente en abril último, en el festival Visions du Réel de Nión, Suiza. En esa ocasión fue entrevistado por GPS Audiovisual.

-¿Cómo definís Herbaria?

Es una película sobre herbarios. Pero cuando explico eso me doy cuenta de que hay mucha gente que no sabe qué es un herbario. Entonces, en general, explico que son esos lugares donde se coleccionan plantas; se las seca, se las cataloga y luego se las guarda para que, eventualmente, en el futuro sean estudiadas por investigadores.

-¿Qué te llevó a hacer la película?

Lo que me atrajo de todo esto, más allá del universo que genera esta actividad y las imágenes que surgían a partir de allí, era la relación que encontré con mi trabajo como archivista fílmico. Similitudes, por ejemplo, en cuanto a la idea de conservar algo para el futuro y evitar que desaparezca, incluso en la materialidad y la manera en la que se trabaja.

-¿Qué otros puntos de contacto advertiste?

Hay un trabajo muy preciosista con las manos y con los ojos. Se manipula todo el tiempo un material que muchas veces es muy frágil. Esta similitud entre estos dos mundos empezó a cobrar un poco más de consistencia cuando descubrí que la escuela de jardinería que está en el Jardín Botánico se llama Cristóbal Hicken, por uno de los botánicos más importantes que tuvo Argentina. Y el Museo del Cine donde trabajo lleva el nombre de un coleccionista y realizador amateur cinematográfico llamado Pablo Hicken, que era sobrino de Cristóbal.

-¿En qué momento decidiste que la película tenía cuerpo para estar terminada y presentada?

Fue un proceso largo. Hubo que pensar en el desarrollo y en la búsqueda de fondos. La película fue filmada en 16mm, principalmente, con algunas escenas en super-8 y bastante archivo de 35mm. Procesarlo fue complejo.

El trabajo principal fue recopilar todo el material: filmar, buscar el archivo y darle forma. Por suerte, cuando empezó la pandemia teníamos filmada la mayor parte de la película. Atravesamos la cuarentena con todo este material ya digitalizado, para manipular y rever.

-¿Cambió el rumbo de lo que te habías planteado inicialmente a partir de la pandemia?

En general, las películas con las que suelo trabajar cambian mucho de forma a lo largo del tiempo de trabajo, porque están muy abiertas a lo que se va encontrando y lo que se va generando. Aún trabajando con material fílmico, uno de los objetivos que nos proponemos junto a Paula Zyngierman -productora y socia- es estar muy permeables a lo que suceda. En concreto, la película terminó teniendo un poco más de archivo que lo que habíamos planeado, supliendo un viaje que no pudimos hacer y que hubiéramos filmado. Pero mantuvo su esencia porque, básicamente, lo que nos habíamos propuesto desde el comienzo era registrar los distintos trabajos y oficios que suceden alrededor de estos herbarios y relacionarlos con otras cuestiones que, a priori, parecen muy distantes pero cuando uno las empieza a observar con detenimiento y escuchar, tienen más conexiones de lo que uno podría imaginar.

-¿Por ejemplo?

Trabajar casi en silencio y manualmente. Los lugares donde se guardan las plantas y donde se guardan las películas, también son bastante parecidos: básicamente son estanterías en lugares con temperatura y humedad controlado para que no se generen hongos ni variaciones. Creo que las películas son un poco más estables que las plantas. Las plantas pueden sufrir el ataque de insectos y hongos, eso también se parece a lo que sucede con las películas. Algo muy lindo que nos dimos cuenta -y está en la película-, es que el cine es una manera de preservar la flora. Hay muchas flores que están registradas en fílmico y ya no existen más. De alguna manera fueron conservadas sin ese propósito en un soporte distinto.

-Tu próximo proyecto está relacionado con la Antártida, ¿no?

Surgió de mi trabajo en el Museo del Cine. Desde hace varios años venimos llevando adelante un proyecto junto con Andrés Levinson, quien lo originó, acerca de reunir y clasificar el material audiovisual filmado en la Antártida Argentina. Entre el Museo del Cine y del Instituto Antártico -con quien nos asociamos-, salimos a buscar materiales que pueden estar diseminados. Viajamos a la Antártida a fin de 2021 y en marzo.

Luego de que Herbaria haga su circuito de festivales, volveremos a ver el material filmado y armaremos algo. Básicamente se va a centrar en el viaje que hicimos a la Base Orcadas, donde se filmó la película más antigua que tenemos filmada en la Antártida Argentina que es Entre los hielos de las Islas Orcadas, de 1927.

Julia Montesoro

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