A veces, estamos tan anestesiadas por la información que recibimos a diario, que no tomamos dimensión de algunas noticias. Eso me pasó con El Salvador. Sabía que tenía una de las leyes más restrictivas del mundo en materia de aborto, que esa práctica estaba criminalizada siempre, aun cuando corre riesgo la vida o la salud de la mujer o se trata de embarazos con malformaciones incompatibles con la vida o el embarazo proviene de una violación. Lo escribí muchas veces cuando aludí a los contextos normativos sobre aborto en Latinoamérica. Pero nunca reparé en las gravísimas consecuencias de esa legislación sobre la vida, la salud y la libertad de las mujeres en ese país, pequeño, del tamaño de la provincia de Tucumán, pero con una población de alrededor de 6.500.000 de habitantes.
A fines de abril de 2019, conocí a Morena Herrera en una reunión en Bogotá, donde nos convocaron a activistas que trabajamos por los derechos de las mujeres en distintos escenarios y geografías de la región. La reunión duró apenas una tarde. Se hizo en un predio-museo, que ocupaba varias manzanas, ubicado en la que había sido propiedad de una de las familias más ricas de Colombia, donada luego al Estado, según nos contaron. La temperatura era agradable. Había sol, un sol que no llegaba a molestar. El lugar tenía un parque amplio, con árboles añosos, flores cuidadas y una casona colonial de paredes blancas, techos de tejas rojas, rejas negras de hierro, de una planta, que tenía amplias galerías, con arcadas y columnas, que daba a un jardín interno, con una fuente de color amarillo, bellamente diseñado con plantas muy verdes. Morena se me acercó, se presentó y me saludó. Vi a una mujer de baja estatura. Llevaba anteojos y aros colgantes, plateados. Casi no tenía maquillaje. Me dijo que me conocía de leerme. Me avergonzó no saber quién era ella. Tenía una blusa blanca, con alforzas, un jean, los cabellos castaños, cortos y enrulados, como suele usarlos. De inmediato hubo buena energía
entre las dos. Nos dimos un abrazo. Nos sacamos varias fotos juntas, con mi celular.
Morena me contó que la había conmovido un texto breve que yo había escrito después de que se rechazara en el Senado argentino, en agosto de 2018, el proyecto de despenalización y legalización del aborto. Me quedé perpleja. Me dio cierta emoción saber hasta dónde habían llegado aquellas líneas escritas esa noche invernal, fría y lluviosa, tragándome las lágrimas por un resultado adverso que sabíamos irremontable, aun cuando faltaban algunas horas para la votación. Morena me dijo que ese día estaba en una reunión regional en Lima con activistas de diferentes países y decidieron grabar un video entre todas con las palabras de mi columna, publicada en Página12. Quedó en enviármelo.
Morena fue muy discreta en detallar su trayectoria. Contó que era de El Salvador, que pertenecía a una organización llamada Agrupación Ciudadana y que venían trabajando por la despenalización del aborto en su país.
Al poco tiempo de regresar a la Argentina, me envió el video. Quedamos en contacto. Cuando algunos meses después, en las redes feministas se impulsó una campaña por la absolución de Evelyn Hernández, una joven salvadoreña condenada a 30 años de prisión, tras sufrir una emergencia obstétrica, que con apenas 18 años había sido investigada primero por aborto y luego sentenciada por homicidio agravado por el vínculo, me acordé de Morena. Al leer la historia de Evelyn supe que Morena era la líder de la organización que peleaba por la libertad de esa adolescente, en alianza con otras organizaciones, y que habían ya liberado a 42 mujeres que habían enfrentado emergencias obstétricas y juicios injustos y seguían haciéndolo por una veintena más que quedaban todavía en prisión. Ahí había una historia para contar, pensé: ese fue el principio de Cuerpos juzgados, mi primer documental, que se exhibió por primera vez en la Sala Digital Mario Soffici de DAC, en el marco de las actividades convocadas para conmemorar el 8 de Marzo, Día Internacional de las Mujeres.
*Escrito para la revista DIRECTORES, publicación mensual de DAC
Mariana Carbajal es periodista y activista feminista. Escribe en el diario Página12, edita un newsletter semanal sobre feminismos y conduce el programa Punto Género por DTV. Es capacitadora en periodismo con
perspectiva de género y derechos. Por sus trabajos periodísticos ha recibido
numerosos premios y distinciones. Es autora de numerosos artículos y de
cuatro libros, el último, Yo te creo, hermana (2019, Aguilar). En 2017 obtuvo el premio Lola Mora a la trayectoria. Cuerpos juzgados es su primer film documental.
Cuerpos juzgados es un documental de Mariana Carbajal producido por Ponchosauer. Idea y dirección: Mariana Carbajal. Guion: Guadalupe Docampo y Mariana Carbajal. Producción General: Fernando Collazo. Producción Ejecutiva: Lucía Lubarsky. Producción general en El Salvador: Victoria Bornaz. Realización: Victoria Bornaz y Luciana Rodrigues Dacunto. Montaje: Luciana Rodrigues Dacunto. Música Original: Paula Ramírez. Diseño Gráfico: Guillermo Yias. Posproducción de Sonido: Pablo Orzeszko. Colorista: Manuel Peña.
Foto principal: Vivián Imar (Género DAC), Mariana Carbajal, Tamae Garateguy (Género DAC) y Victoria Solanas en la presentación de «Cuerpos juzgados» en DAC, el 11 de marzo.