Mercedes Morán logra una interpretación conmovedora en el drama La búsqueda de Martina, ópera prima de la realizadora brasileña Márcia Faria, estrenada comercialmente en salas de nuestro país el último jueves de mayo.
La película, en la que también participan Cristina Banegas y Adriana Aizemberg, es una producción brasileña con participación uruguaya. Describe el periplo de una abuela argentina que lleva más de tres décadas buscando a su nieto, nacido en cautiverio durante los años de la dictadura. Su drama se agrava cuando le diagnostican Alzheimer, enfermedad que amenaza con borrar los últimos vestigios de su memoria.
-La búsqueda de un nieto, un tema estrechamente ligado a las dictaduras latinoamericanas, en Argentina tiene un arraigo muy profundo. Curiosamente, se trata de una producción brasileña que decidió contar una historia a través de una protagonista argentina.
Cuando me invitaron a ser parte del proyecto me llamó la atención. Pero a la vez me alegró muchísimo volver a confirmar cuán referenciales e inspiradoras son las Abuelas, más allá de nuestro país. En este caso, la propuesta surgió a partir de una directora brasileña con una sensibilidad exquisita, que tenía muchas ganas de contar esta historia a partir de un tema como el Alzheimer, que la ha atravesado en su familia con su madre. La idea de la búsqueda habla de la memoria de una manera muy original.
-Esta abuela que vos interpretás, que sale en la búsqueda de su nieto apremiada también por la enfermedad, lo hace en forma solitaria, aunque es una Abuela de Plaza de Mayo.
Si bien esto es pura ficción, hay algunas abuelas que no llevaron a cabo su búsqueda junto con la organización sino que lo hicieron de manera individual, por diferentes causas. Me enteré de esto al empezar a crear el personaje, como suele suceder con las cosas que en las que una trabaja, que se pone a investigar un poco más profundamente.
En su desesperación, decide no respetar el protocolo de las abuelas que es muy cuidadoso cuando aparece la posibilidad de algún nieto, en cuanto a no ponerte en contacto hasta que no se hagan todos los análisis pertinentes. Acuciada por su enfermedad y por este reloj que le indica que pronto va a quedar sin memoria, se larga a esta aventura sola. Aunque finalmente va a rescatarla una de sus amigas, que es otra Abuela de Plaza de Mayo, interpretada por Cristina Banegas y una amiga que no tiene que ver, que es el rol que compone Adriana Aizemberg.
-Hay dos componentes esenciales en tu composición de Martina: por un lado es una Abuela; por otro, es alguien con Alzheimer. ¿Desde dónde encaraste la búsqueda para armar el personaje?
No tomé a ninguna abuela en particular como referencia. No quise hacerlo. Lo pensé y lo descarté. A la vez me preocupé y estuve acompañadísima por la directora en el tema del proceso de la enfermedad. El momento en que transcurre esta historia es desde que ella se entera -o le reconfirman- el diagnóstico hasta que decide emprender la búsqueda por sí sola. Conociendo muy claramente y con mucha información acerca de cómo es el proceso de la enfermedad, decidimos tomar un momento donde ella se perdía y volvía. Y cada vez que volvía tomaba conciencia de lo que hacía y sumaba fuerzas para seguir adelante. Hasta que en determinado momento ya se encuentra en otro país y ha hecho contacto con la familia que estaba buscando, pero ya no regresa a su conciencia.
-¿Qué grado de complejidad afrontaste al pensarte en un rol con estas características?
Lo más difícil fue esta paradoja de ser una mujer muy fuerte transformada en alguien extremadamente vulnerable a partir de la enfermedad. Y cómo recuperaba fuerzas cada vez que tomaba conciencia y a la vez, cómo quedaba absolutamente desprotegida y vulnerable cuando se perdía.
Pero el trabajo del cine es un trabajo de equipo. Y cualquier resultado al que llegues, bueno o malo, es responsabilidad colectiva. Trabajé muchísimo con Márcia y confié mucho en su criterio, en su sensibilidad. Y también tuve un gran acompañamiento de las actrices: las argentinas, a quienes admiro tanto y también las brasileñas, estupendas.
–¿Por qué creés que el tema resiste el paso del tiempo?
La película se estrena en un momento muy espectacular de cine brasileño. Coincide con otros dos estrenos en la Argentina: Aún estoy aquí, de Walter Salles, ganador del Óscar y El agente secreto, de Kleber Mendonça Filho, que acaba de ganar en Cannes. Todas se inscriben en una necesidad de revisitar un pasado de dictaduras, que ambos países compartimos. No parece casual que en este momento post Bolsonaro -quien también tuvo un gobierno que atacó brutalmente la cultura y en especial el cine-, aparezca este cine tan importante y tan necesario. Y el tema además es bienvenido por el público brasileño, que no es poca cosa: Brasil tiene un mercado interno enorme y estas películas han sido vistas por millones de personas.
-¿Cómo creés que va a seguir su camino en la Argentina, en este momento tan particular donde la cultura en general y el cine en especial están sufriendo este desfinanciamiento terminal?
El tema de la película es muy necesario en este momento, pero también lo es en todos los momentos. El tema del negacionismo, de perder la memoria, de no poder poner sobre la mesa las cosas que nos sucedieron en el pasado, no nos ayuda a construir un mejor presente ni a imaginar un mejor futuro.
Sé que más allá del tema, que para mí es convocante, hay una tendencia que sufrimos todos de no ir al cine. La comodidad de la plataforma a veces te invita a quedarte en tu casa. Y esta película que por el momento no está en ninguna plataforma. La única posibilidad de verla es en el cine y en la primera semana, así puede confrontar con la competencia tan despareja de los grandes cañones. Deseo profundamente que la gente vaya al cine, que la vea, que pueda conmoverse más allá de la lectura política.
-Obviamente la película tiene una lectura política, pero también hay una mirada de rescate de amor.
Totalmente. Además, la aparición de más mujeres directoras también nos proporciona historias de mujeres. Como la de Martina, una mujer mayor, un papel que no es frecuente en el cine. Si bien ella realiza la búsqueda de su nieto sola, hay una red de afecto de sus dos amigas y de una tercera mujer que aparece en Brasil. Hay un relato que habla de estas redes que establecemos las mujeres. Y allí subyace muy claramente una historia de mucho amor, a partir del gran motor que genera la maternidad. Una sensación que se me reveló a partir de esta historia es que el gran motor de las Abuelas son sus hijas o sus hijos. Es por ellos que salen a buscar esos nietos. No solo por recuperarlos y sacarlos de ese lugar donde viven engañados y para mostrarles a su verdadera familia. Es para saldar una deuda que sienten que tienen con sus hijos. Cualquier mujer que tenga amigas e hijos, que se haya sentido alguna vez solidaria con otras mujeres, puede hacer una lectura muy interesante de esta película.
–La búsqueda de Martina no omite la mirada social, remarcando la asimetría entre el hotel lujoso de Río de Janeiro y la barriada popular. ¿Cómo fue la experiencia de incursionar en ese territorio y esas formas de vida?
Las películas -sobre todo las producciones realizadas en otros países-, siempre me han permitido acceder a territorios y a lugares que de ninguna manera podría haberlo hecho turísticamente, aun no haciendo un turismo convencional. Así sucedió con La búsqueda de Martina, que lleva a la protagonista por estos lugares. Y pasa de unos lugares muy lujosos a las favelas; barrios populares, comunidades que, en general, recibimos como turistas la información de que son peligrosas y que es mejor no visitarlas. Yo descubrí en esta comunidad que no se diferencian mucho de las que tenemos acá. Están compuestas por gente trabajadora, que está luchando para sobrevivir. Y también son lugares donde se esconde el narcotráfico. Sus habitantes padecen a los narcos y también padecen las entradas de una policía muy violenta en busca de esos narcos. Esto atraviesa al 90% de las personas que viven en esas comunidades. A nosotros, como equipo de trabajo, nos abrieron sus puertas, nos hicieron sentir protegidos, cuidados y tranquilos todo el tiempo en todos los espacios donde trabajamos. Para mí fue una confirmación de algo que también pienso de estas comunidades que tenemos acá, que llamamos las villas miserias. Se habla de ellas como comunidades peligrosas, haciendo esta generalidad, pero es equivocada. Yo creo que ellos están en peligro.
-¿Cómo te interpela este tipo de personajes atravesados por el paso del tiempo?
Yo aprendo muchísimo de los personajes. Siempre me dejan una enseñanza muy personal. A mi edad la vejez es una materia que me provoca curiosidad, en el mejor de los casos. Entrar en estas pieles de estas mujeres que son algunos años más grandes que yo me permiten bucear en ese territorio, perder algunos miedos y confrontar. Y de alguna manera me preparan mejor para cuando me llegue el momento.
-El cine empezó a darse permiso para romper con los estereotipos de la eterna juventud.
En los últimos años me tocó hacer personajes mayores que yo y con características diferentes. Dos están atravesadas por enfermedades, como Elena sabe por el Parkinson y Martina por el Alzheimer. Y también Empieza el baile por una mujer que no está atravesada por ninguna enfermedad, pero que está en el ocaso de su vida tratando de volver a conectarse con un amor que tuvo en su juventud.
Estos personajes son portadores de mucha reflexión y de mucha tranquilidad, porque hay algo de lo mítico de la vejez, de una cantidad de prejuicios que existen, que desaparecen y son reemplazados por algunas verdades que no son a veces muy copadas, pero que son interesantes para empezar a pensar y a resolver.
-¿Qué reflexión te dejó La búsqueda de Martina?
Este ejercicio de ir de una mujer fuerte o una mujer vulnerable me sirve concretamente para este momento de mi vida, porque si bien no estoy atravesada por ninguna enfermedad y soy un poco más joven que Martina, estoy sintiendo y experimentando ese ida y vuelta entre lo que es toda una vida de una mujer muy independiente, autónoma y fuerte -como me considero-, a empezar a aceptar algunas vulnerabilidades que trae el paso del tiempo. En ese sentido hasta me hace mejor persona.
-¿Una enseñanza posible es que también te vas despojando del temor a pensarte en esos lugares de adulta?
Hay dos maneras de verlo. Que te fotografíen de esta manera no es sencillo: no es fácil ponerte en un espejo para que te mire la gente y vea cómo estás de mayor, de arrugada. En otro sentido es muy relajador, porque no estar ocupada en eso -aunque necesite un poco de arrojo y tenga que luchar con algunos pudores que me aparecen- me hace sentir muy liberada.
Eso colabora a que pueda estar presente de otro modo para llevar a cabo lo que en definitiva siempre he intentado hacer: crear un poco de verdad. Con este tipo de personajes, la empatía y la seducción se construye con el espectador a partir de que ve algo verdadero. Cada vez que contamos una historia, buscamos eso. Para que el tema, el mensaje, lo que queremos decir, pueda llegar de una manera orgánica y sensible al espectador.
Cuando se termina ese proceso, lo que recibo es un reconocimiento mucho más grande del que podría recibir (o del que he recibido) que cuando se habla de mi aspecto físico exclusivamente. En esto, gano desde todo punto de vista.
-En esta búsqueda, ¿cuánto tiene que ver el auge creciente de directoras mujeres?
Las actrices siempre nos hemos quejado -y muchas veces con razón-, de que llegado un momento de nuestra de nuestra vida, cuando ya hemos dejado de ser mujeres “deseables” o jóvenes, nos quedamos sin trabajo. Hay un cliché del cine, del audiovisual, que tiene que ver con la juventud.
Creo que la aparición de directoras cambió ese eje: las tres películas que nombramos están dirigidas por mujeres. Y no quiero perderme esta oportunidad. Tengo trabajo, lo disfruto y siento que estoy inaugurando un momento, viviendo una época en la que aparecen directoras mujeres que cuentan historias de mujeres. No voy a ser tan tonta de despreciar estos personajes maravillosos, estas experiencias fantásticas, por temor a que se me vea… cinco minutos más grande (Risas).
Julia Montesoro