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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Ricardo Preve estrena «Algún día, en algún lugar»: «Está ampliamente documentado que EE.UU. fue construido con inmigrantes»

Algún día, en algún lugar, el nuevo documental de Ricardo Preve, se estrena el jueves 3 en el Cine Cosmos. Presenta historias conmocionantes de inmigrantes que son forzados a escapar a los Estados Unidos, ya sea por cuestiones referidas al cambio climático, la violencia del narcotráfico o simplemente por intentar una supuesta mejor forma de vida. El documental relata quiénes son y por qué abandonaron sus hogares, qué sucedió con ellos cuando llegaron a Estados Unidos y cuáles son sus esperanzas para el futuro.

-¿Cuánto de tu propia experiencia como inmigrante tiene que ver con la génesis de Algún día, en algún lugar?

Bastante. La primera motivación para hacer el documental fue el cambio de actitud. Yo llegué a los Estados Unidos en 1977 desde Argentina en dos barquitos a vela. Primero crucé de Argentina a  África y después de África a Estados Unidos. Llegué sin pasaporte, sin visa, sin plata y hablando pésimo inglés. Sin embargo me encontré con una sociedad muy orientada a la meritocracia; una sociedad muy acogedora, muy amable y muy abierta hacia personas de otras culturas de otros países.

Pero eso cambió en los últimos años y me llamó mucho la atención. Quise sabe si efectivamente este cambio ha hecho que sea aún más difícil la posibilidad de ir a Estados Unidos para los inmigrantes. Así comenzó la idea del documental.

Elegiste poner el eje en el racismo y la discriminación, aspectos que de acuerdo a tu propia experiencia como inmigrante, ahora se destacan más.

Absolutamente. Cuando yo llegué, obviamente con un tremendo acento que sigo teniendo, la novedad en Charlottesville, ciudad en el centro de Virginia donde filmamos el documental, era conocer a alguien de un país de América Latina. Ahora esa mirada cambió. Y hay una gran hipocresía: por un lado escuchamos a los políticos decir que a esta gente hay que echarlos, que son todos criminales y que vienen a aprovecharse para usar el sistema de salud y el sistema educativo.

La realidad es que hay entre 15 y 20 millones de personas indocumentadas en Estados Unidos de Norteamérica -como las hay en muchos países del mundo-, pero sin ellos la economía no podría existir. Porque son los únicos que trabajan en la agricultura, la construcción, los hospitales, los hoteles, cuidando los niños, cocinando. Hay una forma de discriminación muy grande: El mensaje es «te queremos acá, pero callate la boca, agachá la mirada y no vengas a pedir que tus hijos vayan a la escuela o que si te enfermás tenés derecho a la salud o atención médica».

Algún día, en algún lugar también pretende mostrar la injusticia histórica que se practica hoy sobre los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos. ¿Qué dificultades o restricciones encontraste en esa búsqueda?

La búsqueda fue bastante simple porque está ampliamente documentado que los Estados Unidos de Norteamérica, como muchos otros países, fueron construidos con inmigrantes. En la película mostramos, por ejemplo, la contribución de los inmigrantes irlandeses, quienes tuvieron que escaparse de Irlanda a mediados del siglo XIX por la gran hambruna, cuando falló la cosecha de la papa en ese país. En ese momento un gran número de inmigrantes irlandeses viajaron a Estados Unidos para literalmente salvar su vida y construir gran parte de la infraestructura que se realizó en el país en ese siglo.

También hay muchos otros ejemplos: la inmigración china en California, que fue la que construyó los ferrocarriles. O la inmigración italiana, sobre todo en la costa este de Estados Unidos. Conseguir la información o documentarla no fue un problema. El problema fue que una vez terminado el documental hubo una gran cantidad de amenazas, de mensajes de odio, de mails con insultos. A tal punto que cuando se estrenó el documental en Estados Unidos en el Festival de Cine de Virginia, tuvimos que ser escoltados por la policía al cine. Vinieron más de 500 personas al estreno, pero habíamos recibido tantos mensajes amenazándonos que la policía decidió que valía la pena poner personal policial para protegernos.

-¿Las amenazas condicionaron el destino de la pelicula o se siguió proyectando el documental?

Se generó una contradicción interesante.Se estrenó, estuvimos en unos diez festivales en todo el mundo, ganamos premios y firmamos un contrato de distribución con una distribuidora muy grande en Estados Unidos. Creemos que pronto va a salir en una plataforma para el continente americano.

Pero también hemos recibido una enorme cantidad de rechazos de festivales, sobre todo en Estados Unidos, mucho más que lo normal. Fehacientemente no puedo decirte si fue por la temática del documental, pero te recuerdo que en Estados Unidos el primer martes de noviembre hay elecciones presidenciales y el tema de migraciones es un tema candente en la actual elección entre Kamala Harris y Donald Trump.

El documental tiene repercusiones políticas no queridas por mi parte, pero indudablemente existen e influencian en su curso.

-Los testimonios son conmovedores. En buena parte de ellos se entrevé que las malas condiciones de vida son una forma moderna de esclavitud. ¿Qué nuevos enfoques te devolvieron esos testimonios?

Esos testimonios me enseñaron incluso cosas que yo no sabía y que tienen que ver con lo que acabás de decir sobre la esclavitud. ¡Es muy común!  He recibido muchos testimonios de gente que va a cobrar el viernes por el final de la semana por su trabajo. Y les contestan que no tienen ganas de pagarle por su trabajo y si no le gusta llaman a Migraciones.

Hay millones de personas a las que se les retiene la obra social, la jubilación o las cargas sociales del sueldo, pero como no tienen un DNI estadounidense esa plata se la pone en el bolsillo de alguna otra persona. Ese tipo de actitud de que yo tengo tu trabajo y si quiero te pago y te pago lo que yo quiero lo aprendimos de la mucha gente que nos vino a ver.

Otra cosa que también aprendí es que en los tribunales migratorios las personas, que tienen derecho a tener un abogado, lo tienen que pagar de su propio bolsillo. Pero la mayoría de las personas llega sin un centavo a Estados Unidos y no lo puede hacer.

Además, no hay una edad mínima: podés ser deportado desde que naciste. Hay muchos casos de chicos de 2,3 ó 4 años deportados sin sus padres y abandonados en el aeropuerto de la ciudad donde ellos llegaron. Conozco personalmente estos casos de niños que son depositados en los países de donde vienen e inmediatamente captados por las gangas, los narcotraficantes o para el fin que te puedas imaginar.

Julia Montesoro

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