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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Ingrid Pokropek estrena «Los tonos mayores»: «Busqué reflejar la transformación de un cuerpo adolescente en adulto a través de un enigma invisible»

Ingrid Pokropek estrena su ópera prima Los tonos mayores, con producción de 36 Caballos (Juanse Alamos, Iván Moscovich, Ingrid Pokropek) y Gong Cine (Magu Schavelzon, Pablo Piedras) de Argentina y Jaibo Films (Miguel Molina, Adán Aliaga) de España, protagonizada por Sofía Clausen, con la participación de Pablo Seijo, Lina Ziccarello, Santiago Ferreira, Mercedes Halfon y Walter Jakob.

Se trata de un coming of age que suma elementos del género fantástico en una aventura en la ciudad de Buenos Aires. Ana tiene 14 años y vive junto a su padre Javier, un pintor y profesor de arte. Durante las vacaciones de invierno, descubre que mediante la placa de metal que tiene en el brazo por un accidente que sufrió de pequeña, ahora está recibiendo un extraño mensaje en código Morse.

Los tonos mayores se estrena el jueves 19 en cines de todo el país y desde el sábado 21, los sábados a las 19 hs. en Cine Arte Cacodelphia.

-¿Hay alguna alegoría no expresada sobre una placa de metal en el cuerpo de una adolescente relacionada con el impulso, el instinto o los cambios en el metabolismo?

Está buenísima la pregunta porque, para quien no sabe de qué se trata la película, la protagonista es una niña de 14 años que empieza a recibir unos pulsos extraños a través de una placa de metal que tiene en su brazo por un accidente. Poco a poco va a ir descubriendo de qué se trata ese pulso.

Me interesaba mucho relacionar un enigma invisible con el cuerpo de un adolescente porque ya es un cuerpo en crisis. Uno está atravesando cambios permanentemente y me parecía que no era lo mismo que fuera un adulto el que tuviera que enfrentar esa situación. Un niño está pasando de a poco a la etapa de la adultez y vive en transformación permanente.

-Se conjugan elementos fantásticos en la historia. ¿Por qué te atrae particularmente esta forma de plantear una historia que es realista y a la vez se corre de ese eje, tal como planteabas con ese cuerpo extraño en la adolescente?

Con ese mismo interés venía trabajando en mis cortos anteriores. Me interesa cierta tradición de la literatura fantástica argentina, que plantea historias con un verosímil más o menos realista. Por ejemplo, las calles son las verdaderas calles de la ciudad de Buenos Aires, pero aparece o irrumpe un elemento un poco corrido, extraño. Y hay un personaje que poco a poco tratará de descubrir si es o no un elemento fantástico.

Me gustaba el hecho de no pensar un mundo completamente diferente, maravilloso, sino en una ciudad; puntualmente, en la ciudad de Buenos Aires y que fuera transformada por un pequeño elemento extraño. En este caso es el mensaje misterioso que recibe a través de su brazo.

-Los tonos mayores” tiene una serie de elementos que propone una mayor escucha o atención del espectador, como el Morse o la música. ¿Qué te atrajo de esa forma de narración?

Me interesaba mucho algo de los lenguajes. En este caso, cómo el código Morse podía encontrar una relación con la música, tanto desde lo sonoro como desde lo visual: punto y raya en el Morse, negras y corcheas en la música. A partir de allí establecí una relación para pensar un código cifrado. El Morse involucra al espectador en un misterio en el que hay algunas respuestas y otras preguntas quedan abiertas. En la película es un poquito menos complejo que como lo estoy explicando (Risas).

-Un antiguo dogma del cine es que no hay que filmar con animales ni con niños. Pero tu protagonista era una adolescente y había que elegir a una. Teniendo en cuenta que Sofía Clausen tenía 12 años al comenzar el rodaje, ¿cómo la encontraste y cuál era el riesgo mayor que afrontaste al darle el rol principal?

Siento que fue una inconciencia total de mi parte escribir una película que fuera protagonizada por una niña que está incluida en la que casi todas las escenas, por no decir todas. Inconciencia total por el trabajo que iba a implicar y por el riesgo. Pero frente a ese enorme riesgo -del que no era tan conciente, aun siendo productora-, escribí tratando de fingir un poco de demencia en ese aspecto.

Por suerte la película fue bendecida con Sofía Clausen. Me la paso elogiando a Sofía, pero es algo muy genuino y lo creo de verdad. Es una actriz muy inteligente y muy madura a la vez. Demostró ser muy curiosa.

Una cosa que nos dijo su papá, Cristian Clausen, quien fue una persona muy importante para esta película, es que ella iba a tener más energía que nosotros. Efectivamente fue así: Sofi estaba permanentemente llevando adelante, con su espíritu tan juvenil, cada una de las escenas. Seguramente existió esa frescura porque era nuestra primera película. Ella permitió que en esa inconciencia, con libertad y desde el desconocimiento, las dos pudiéramos construir algo juntas.

-¿En qué consistió el trabajo con ella?

La película, como es independiente, se rodó en seis etapas a lo largo de un año. Filmar en etapas fue muy bueno porque permitió a todos los del equipo aprender mucho en el camino y mejorar para la siguiente.

En ese caso lo más difícil fue empezar. Por suerte tuvimos mucha previa con los productores de campo, Juan Segundo Álamos, Iván Moscovich y Cecilia Pisano. También hubo una persona que participó mucho en las primeras dos etapas, Martín Shanly, quien también es director y dirigió películas como Juana a los 12, que es una peli que me gusta mucho y donde dirigió a su hermana. Él nos recontraayudó para construir, junto con Sofía, ese personaje. En un momento la película estaba trabajando de manera tan independiente, filmando cuando podíamos, que el equipo se achicó y ya no pudimos contar con esa presencia y ayuda. Pero con Sofía ya teníamos un poco más afilado el proceso y funcionábamos mejor juntas.

-¿Cuánto de vos hay en Sofía y en el personaje?

Una vez un profesor me dijo que no hace falta escribir películas autobiográficas, porque uno siempre es autobiográfico inconcientemente. Efectivamente, me pasó eso. Hay un montón de cosas que tiene el personaje y que tienen que ver con mi propia vida, sin que lo hiciera de manera tan conciente. No para hablar de mí, sino porque es lo que conozco. Por ejemplo: que la niña viviera en el conurbano y tuviera que viajar un montón para ir a Capital a la casa de la amiga, que viviera arriba de transportes públicos, que conociera muy bien la ciudad y supiera moverse siendo chica.

En ese personaje hay algo esa inconciencia adolescente de vivir con poca plata, no saber si te va a alcanzar para el transporte público, pero más o menos igual acomodarte un poco. Tiene que ver mucho con mi propia experiencia adolescente.

La escena en la que el taxi la deja del lado de la Capital porque no la quiere cruzar a la provincia me pasó muchas veces en la vida. Viví del lado de provincia y como era un barrio que podía considerarse peligroso, no me querían cruzar.

En cuanto a Sofía, aunque obviamente somos muy diferentes, hay algo de cierta curiosidad y de mucho entusiasmo que compartimos. Esto es muy íntimo, pero el otro día fue su fiesta de 15… ¡ya creció! Ella tocó con su banda y cuando la estaba saludando me preguntó si me había dado cuenta que su fiesta de 15 era muy parecida a la mía, porque la mía no fue una verdadera fiesta sino que fue tocar con mi banda de rock de ese momento. Las dos tuvimos una fiesta alternativa tocando con nuestras bandas. Encontré una afinidad muy fuerte con otra persona con la que me llevo 15 años de diferencia.

Los tonos mayores ofrece una cartografía de Buenos Aires. Pero paradójicamente -o no- tiene un largo recorrido por festivales internacionales. ¿Cuál es la mirada universal que propone la película?

El recorrido superó mis expectativas y las de todos los que hicimos la película, porque fue muy independiente. Primero la hicimos dos productoras argentinas, 36 Caballos y Gong cine. Después se sumó la productora española Jaibo Films, lo que nos permitió terminarla. Pero se hizo con muy poco presupuesto, con un equipo muy pequeño de gente.

Que pudiera estrenarse después de Mar del Plata en Berlín y que haya ganado la Competencia Internacional de Jeonju le dio una apertura internacional muy grande. Hasta hoy me sigue sorprendiendo. Sé que tal vez no me vuelva a pasar con otra película. Creo que tiene que ver con la película encontró evidentemente el público correcto y en el momento indicado. Siempre hay algo que tiene que ver con la suerte.

Vi la película un millón de veces. La vi en Corea, con su público que es muy discreto, que no se ríe, que no aplaude. Pensé que no les había gustado nada. Pero ganó. Y entendí que había un vínculo emocional diferente al que estamos habituados.

Estuve en Italia, en Giffoni, donde el jurado son niños. Como en Cinema Paradiso, en los momentos más catárticos aplaudían. Fue una experiencia muy hermosa.

En general me sorprendió mucho la respuesta emocional de los espectadores. Vi gente que salía llorando y realmente sentía que la película no era tan efectiva emocionalmente.

-¿Cuál es el secreto?

No sé, porque ahora mi mayor miedo es el público argentino. Es el público que más me importa porque es mi gente, mi país. Siento que el público argentino es el más exigente. Es un filme sensible, dentro de lo malo y lo bueno que tiene eso. Por suerte hay espectadores que a los que les interesa ver una película que trabaje con la emoción.

-Tras el augurio de una primera película con un gran reconocimiento, ¿aparece algún tipo de presión para tu próximo trabajo?

Estoy desarrollando muy lentamente una película de ficción y un documental, que voy a dirigir con producción de 36 Caballos. Falta un montón para que se filmen y en este momento no me genera presión. Pero estoy muy segura de que la voy a sentir, pensando que no necesariamente le va a pasar lo mismo que a Los tonos mayores.

Julia Montesoro.

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