spot_img
spot_img

Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Carmen Guarini, Premio de Honor de la Academia de Cine: «La creatividad va más allá de los límites económicos e ideológicos»

Carmen Guarini recibió el Premio de Honor de la Academia de las Artes y Ciencias Cinemmatográficos de la Argentina, el máximo galardón que otorga la entidad conformada por sus colegas, realizadores e integrantes de la actividad audiovisual.

Es un reconocimiento a su trayectoria como documentalista y también al trabajo constante desde hace más de tres décadas, en tiempos en que no era común una mujer detrás de cámaras y el documental podía parecer un arte menor.

El Premio de Honor fue entregado el lunes 26 de agosto, en el marco de la ceremonia de presentación de las nominaciones de los Premios Sur. En el escenario la recibieron su hija, Lena Guarini y la presidenta de La Mujer y el Cine, Annamaría Muchnik.

-Volvamos a ese momento en que subís al escenario, levantás la cabeza y ves a muchos colegas y compañeros de ruta aplaudiéndote: técnicos, actores, actrices, directores, directoras. ¿Qué ocurre en ese momento?

Me costó subir. Yo sentía que hablaban y hablaban, pasaban un tráiler y yo no subía porque pensaba que tenía que esperar alguna señal. No quería ser atrevida y además no estoy muy acostumbrada a ese tipo de ceremonias. Una las ve por televisión, como los Oscar (Risas).

Me emocioné mucho al ver a mi hija ahí, esperándome con un hermosísimo ramo de flores, que había previsto para halagarme en ese momento. También me emocionó ver a Annamaría, a quien quiero enormemente. Ella es como un faro para mí.

Venía como queriendo tomar distancia de la idea del premio. Me parece de un enorme valor porque lo da la Academia de Cine, pero al mismo tiempo no me gusta montarme en esas cosas. Me parece que no cambian nada. Aunque sentirse reconocido por los pares es lindo.

-¿En quién pensaste cuando subiste al escenario? ¿Quién se te vino a la mente?

En realidad estaba pensando en mi hija porque me había abandonado. Estaba sentada a mi lado y después no la vi más (Risas). Cuando estaba por subir me preguntaba dónde se había metido. Y ella estaba en el escenario, esperando.

Es una gran compañera y un gran estímulo también. Lo ha sido toda mi vida, porque siento que la abandoné bastante de pequeña, cuando tenía que seguir filmando, ir a rodajes, ir a dar cursos o viajar a festivales. Ella se las bancó todas. Por eso fue a la primera persona a quien agradecí.

-Desde tus inicios hasta hoy, el documental pasó de tener una representación menor a ocupar prácticamente la mitad de la producción. ¿Qué explicación tenés sobre el crecimiento de “el cine de lo real”?

Lo que pasó es una política de Estado, que de todas maneras fue impulsada desde el mismo sector. Fuimos los y las documentalistas quienes propusimos, desde muy temprano, el acceso a un tipo de producción que era mucho más acorde con el desarrollo de proyectos más pequeños, pero que al mismo tiempo eran a largo plazo. Esto no fue impulsado desde el Estado. Con Marcelo Céspedes, con quien éramos socios y que fue también un gran impulsor del cine documental en este país, nos reuníamos con Manuel Antín cuando era presidente del Instituto para que nos dieran una ayuda para viajar a un festival o para terminar una película. Y no había nada organizado, nada orgánico.

Eran los albores del cine digital y todavía no se pensaba en ese formato, así que filmábamos en 16 mm. –y debíamos hacer una transferencia a 35 mm. para poder estrenar- o eventualmente en 35 mm.

Poco a poco, ante oídos que se abrían de las autoridades del Instituto de Cine, empezamos a plantearnos nuevas maneras de producir y subsidiar ese tipo de cine. En el cine el Instituto solo subsidia un porcentaje de cualquier presupuesto. Está instalada la idea que uno roba el dinero de la gente, de los comedores o de los niños del Chaco. ¡Es un absurdo total! El Instituto solo subsidia una parte, la otra hay que conseguirla. Es un trabajo que implica tiempo de vida: un documental se hace por lo menos en 2 ó 3 años de trabajo. Involucra muchísima gente y da mucho trabajo a otros. Es una fuente de ingresos para muchos sectores. Pero es más fácil decir vivimos del cine, como si fuéramos todos ricos. Y la realidad es que el cine da pérdida. Siempre digo que si querés ganar dinero no te dediques al cine. Poné una verdulería…

-En ese contexto, ¿qué conclusiones extraés de esta nueva edición del Doc Buenos Aires?

Fue una edición épica: se armó en pocos meses y con cero presupuesto. Solo conseguimos algunos aportes de un par de instituciones. Nada más.

Fue una decisión muy importante darle este año un espacio mayor al cine argentino: claramente fue una declaración política para decir “acá estamos”. Es muy necesario darle visibilidad a muchas películas que no la tienen por motivos que tienen que ver con la distribución y también porque emplean un tipo de lenguaje que no siempre es para un público masivo. Aunque eso tampoco lo sabemos, porque muchas veces, si se difunde a través de medios virtuales como una plataforma o canales de cable, se logra acceder a una mayor cantidad de espectadores en una sola exhibición.

-¿Por qué creés que al público le entusiasma volcarse al cine documental?

Porque es un tipo de cine con mucha libertad. Es lo que nos interesa: mostrar ese desarrollo del cine que no tiene que ver con la industria, o aunque de alguna manera puede llegar a tenerlo, no está pendiente de juntar espectadores.

No obstante, más que otros años, el cine argentino funcionó como un imán para el público. ¡Teníamos prácticamente todas las funciones llenas! Hubo una gran respuesta. Aunque haya señores que se dedican a pensar que eso no es público porque hay salas que no cortan  boleto oficial o por vaya a saber qué motivo.

Lo concreto es que esta edición del Doc fue excelente: en nuestro país tenemos grandes talentos. Exhibimos estrenos locales e internacionales. Organizamos homenajes. Se hicieron diálogos públicos. Lo interesante es que lxs colegas, directores y directoras, estaban contentos de poder mantener este espacio y dispuestos a seguir sosteniéndolo.

-¿Se puede seguir sosteniendo de esta manera?

Veremos hasta cuándo lo podemos hacer, tal vez sea el último (Risas). El año que viene será su 25º aniversario, el cuarto de siglo. ¡Hasta el 25 vamos a llegar seguro!

-Antes de comenzar el Doc Buenos Aires nos decías que hacen el festival para continuar la tradición de un cine en el que creemos. ¿Por qué vale la pena seguir creyendo?

Porque la creatividad va más allá de los límites que se le quieren imponer, como los económicos e incluso los ideológicos. La creatividad siempre sobrepasa esos muros. La gente va a seguir filmando. Aunque no sean proyectos mainstreams o no puedan ir por las multisalas. Pero van a seguir existiendo.

El cine de lo real es un cine de resistencia. Obviamente se mete con temas que son conflictivos o complejos pero por sobre todo busca construir una conciencia crítica en el espectador. Despertar no solamente emociones sino conocimiento, ofrecerle una mirada distinta sobre la realidad. Por eso vale la pena seguir creyendo…aunque moleste.

Julia Montesoro

Related Articles

GPS Audiovisual Radio

NOVEDADES