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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Adolfo Aristarain, Premio de Honor de la Academia: «El cine es difícil de enseñar; tenés que darte cuenta vos mismo lo que está bien»

Este es el año de los grandes reconocimientos a Adolfo Aristarain. El lunes 26, en el marco de la Gala Premios Sur, recibirá el Premio de Honor de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina junto con Carmen Guarini y Ricardo Darín. En marzo último fue honrado por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España con la Medalla de Oro, que recibirá el 12 de septiembre en el Malba.

-¿Qué te genera recibir estos reconocimientos?

Es fenomenal. Mi sensación es que empiezan a darse cuenta de que más o menos intentaste hacer las cosas bien y te empiezan a dar premios por la trayectoria.

Cuando mirás atrás tu trayectoria, ¿qué ves?

Nada en particular. Veo un tipo que hizo su laburo y que intentó hacer lo mejor posible con todo lo que sabía. Algunas me salieron bien y otras mal. Pero nada más.

-Los homenajes que te hacen en España y en Argentina, ¿es el reconocimiento de las nuevas generaciones de cineastas? ¿Advertís que sos un director de referencia?

No lo sé decir. Y no lo digo tanto por los premios, porque ni siquiera sé quiénes son los votan. Es cierto que cuando tuve charlas con los chicos de la ENERC -todos pendejos muy jóvenes-, la sala estaba llena. ¡Hasta los pasillos! Entiendo entonces que han visto mis películas y las han valorado.

-También deben haber aprendido también viendo tu cine.

Espero que sí. El cine es muy difícil de aprender. Más que nada se trata de darte cuenta vos mismo qué está bien y qué mal. Es muy difícil que alguien te pueda enseñar eso. Pero siempre ver cine te ayuda.

-Imagino que el cine que viste de chico se refleja en tus películas.

Por suerte eso me quedó grabado. Empecé a ver cine desde chiquito, cuando tenía cinco o seis años. Eran las épocas que veías tres películas seguidas: con mi vieja íbamos casi todos los días.

-¿Los homenajes te hacen revisar tus películas? ¿Te interesa encontrarle nuevos significados, como ocurre con los clásicos?

No. No me meto ni a verlas otra vez. Si el que me da el premio ve cosas que hasta ese momento no ha visto, bienvenido. Pero no las reviso. Las hice con lo mejor que podía y nada más.

-¿Hay alguna de todas ellas que sea la más significativa?

No. Si las nombro no es por la calidad sino por la repercusión que tuvieron y que me sirvieron para seguir haciendo cine. Tiempo de revancha es una. Se hizo en plena dictadura. (Héctor) Olivera fue muy hábil y la sacaba por valija diplomática a los festivales, en un momento en que no aceptaban películas argentinas porque eran promilitares. Empezó a ganar premios y eso me abrió puertas para otras cosas. Otra película que abrió puertas fue Un lugar en el mundo, que tuvo una repercusión importante aquí y en España. Pero hubo otras, así que no me puedo quejar.

-¿Extrañás el oficio?

¡Para nada! Nunca lo extrañé, nunca tuve el mono de decir que quería filmar. Simplemente, si se me ocurría alguna historia que me parecía potable, empezaba a trabajar sobre la idea y empezaba a buscar la guita para filmarla. Pero nunca filmar por filmar.

-Hace un año editaste tu libro El oficio del cine, con algunos guiones y reflexiones. ¿Qué devoluciones tuviste?

A la gente que lo leyó le encantó. Pero no hay nada demasiado gordo para decirte. En general ha gustado, gustó el guion de Al norte de Marrakesh, que es la que la que quedó sin filmarse. Fue un placer haberlo hecho.

-¿Te impulsa a seguir escribiendo?

Si se me ocurriera qué, sí. Anoto cosas pero no son demasiado interesantes, así que no (Risas).

Hasta comienzos de la pandemia tuviste entre manos una historia que giraba en torno a la relación conflictiva entre Astor Piazzolla y su hija Diana, que se tornó inviable por motivos presupuestarios. ¿Qué pasó?

Tuve los derechos del libro de Diana, que conseguí a través de los nietos. El proyecto estaba muy bien. Pero era carísimo. Tan, tan caro, que toqué plataformas y lo máximo que conseguí era 4 millones (de dólares), pero la película tenía un costo -sin contar los derechos de la música-, de 10 millones. Por lo cual la única manera de hacerla era hablada en inglés. Y no tenía mucho sentido hacer a Piazzolla hablando con Matt Damon en inglés. Así que quedó en nada. Fue una pena.

Era muy cara porque Piazzolla no dejaba de viajar: imaginate que la película tenía 16 semanas, de las cuales ocho eran de filmación y el resto eran viajes.

-¿Dejaste de filmar justamente por esas dificultades para financiar un proyecto?

No. ¡Dificultades tuve siempre! Si hacemos historia…La primera, La parte del león, ni te cuento. Cuando trabajé para Aries tuve mi sueldo. En cambio, cuando hicimos Un lugar en el mundo contraté una cooperativa y nadie cobró. Cobramos una dieta de 300 dólares para no poner guita de nuestro bolsillo. Quedamos en que cobraríamos un muy buen sueldo solo si la película funcionaba con el público. Por suerte funcionó y obtuvimos ganancias. Pero a excepción de La Ley de la frontera, donde me contrataron y me pagaron, el resto hubo que pelear todas. Todas fueron muy trabajosas y discutidas para armar el proyecto económico.

La de Piazzolla no tuvo nada que ver con esto. Si no se me ocurre una historia no hago nada.

-¿Hay algo que te entusiasme para volver a filmar?

No me fío mucho de mí mismo. Yo siempre estuve, a la hora de filmar, muy alerta y controlando todo. Y me da la sensación que con los años esa capacidad de controlar todo algo se ha perdido. No me animaría al estar al frente de una producción.

-El lunes vas a recibir el Premio de Honor, un galardón que otorga el sector audiovisual a través de la Academia. En esta situación crítica que atraviesa el cine argentino, con la libertad creativa y de pensamiento que siempre tuviste –aun filmando durante la dictadura-, ¿qué tenés ganas de decir?

No hay que mirar el problema del cine. El problema que estamos teniendo no es del cine, el problema es el país. Se están afanando el país. Se están llevando el oro y no sabemos a dónde va. En eso cae también el cine. O sea, no es una mancha rara. Lo que hay que intentar es cambiar este Gobierno porque es un desastre todo. Lamentablemente.

Julia Montesoro

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