Fernando Juan Lima dejó el cargo de director del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Había asumido en enero de 2020 y le tocaron tiempos difíciles: tras la pandemia y el confinamiento atravesó el cambio de paradigma: recortes presupuestarios, postergaciones de estrenos, imposibilidades de viajes, falta de interacción con otros festivales, deserciones, cambios continuos de planes. Sin embargo, no fue eso lo que impulsó su partida.
“La decisión política fue que no continuase en el cargo”, expresó el responsable de la muestra (cuyo cargo mantiene vigente hasta el viernes 19) en sus propias redes, ya que no hubo comunicación oficial al respecto. El Festival, a cuatro meses de su realización, no tiene director. Y su equipo de trabajo se redujo abruptamente.
-¿Qué aspectos esenciales cambiaron desde el festival del año pasado -que se hizo en condiciones extremas de austeridad- a éste que decidieron tu partida?
El festival viene sobrellevando problemas; sobre todo, presupuestarios. Atravesamos circunstancias muy difíciles. A mí me tocó atravesar la pandemia: tras un año casi totalmente virtual, hubo otro que con mucha pelea se pudo hacer en el Mar del Plata. De hecho, la postura del Instituto de Cine era hacerlo virtual o en la ciudad de Buenos Aires, cosa que me parecía inaceptable. En aquel momento había alguien con quien era difícil discutir. Pero que pensaba que si había un presidente del festival era para darle algo de bolilla y que su opinión en algo interesaba.
Últimamente, es algo que pasa cada vez menos. Y también es cierto que hay algo que viene sucediendo hace demasiado tiempo: todas las designaciones en el Instituto son con plazo. Eran de seis meses, después fueron de tres y últimamente hay gente que está trabajando en la producción del festival a la que se la renueva -o no- mes a mes. Es muy difícil trabajar de esa forma.
-¿Cómo era el día a día conviviendo con las limitaciones y dificultades?
Yo pude plantear muchas de las cosas que no se están haciendo o se están haciendo mal. Cosas inaceptables, como que se comunique la prórroga de inscripción de películas sin consensuar la fecha con la dirección artística o con la presidencia. O que un comunicado, emitido a través de las redes del INCAA, hacía referencia a que “cumpliendo los mandatos del Presidente Milei” las películas y los jurados los iba a elegir el Instituto de Cine y no el festival. No es una opción meterse en cómo se eligen las películas o los jurados. Porque si se pasan esos límites se está haciendo algo indebido.
Entonces planteé que si no era de la manera en que debía hacerse, no contaran conmigo. No me necesitan para hacer eso: no lo voy a hacer. En la reunión siguiente me comunicaron que cuando se venza mi plazo de designación, no la iban a prorrogar.
-¿Cómo impacta el recorte presupuestario puertas adentro?
Hubo un ajuste muy importante. El festival se hace con gente que trabaja todo el año -que es poca y ahora es mucho menos- y gente que se empieza a contratar a partir de junio, a medida que se acerca el festival. Están es las áreas del rooming, los invitados o la prensa. Para el rol de prensa, en los últimos años se contrataron profesionales excelentes. A ellos se les ha pagado poco, tarde y mal. Sin embargo, siguen porque aman el festival, aunque estén al borde de lo indigno por el tratamiento que han tenido. ¡Y ni siquiera eso está asegurado!
También hubo cambios que tuvieron que ver con el resultado de las elecciones, en los que uno puede estar o no de acuerdo, pero están dentro de las opciones: que las películas tengan que pagar la inscripción para participar del festival, incluyendo las argentinas. Nos opusimos, pero es una de las opciones posibles. En muchos festivales sucede y siempre existe la posibilidad de que haya un waiver o algo por el estilo. También se puede decidir si el financiamiento debe ser absolutamente público o se puede sumar lo privado. Es otra de las opciones posibles. Lo que no es opción es hacer o no hacer el festival.
-¿Cómo tomaste que el intendente de General Pueyrredón haya augurado un “festival Netflix”?
Lo hablé con el secretario de Cultura de la municipalidad de General Pueyrredón. Asumí –y lo sigo pensado-, que se trata simplemente de la necesidad de comunicar para el público propio.
Creo que un Festival Netflix es algo inaceptable, imposible, inconveniente e intolerable. Para el festival y para Netflix. Porque habla, entre otras cosas, de la falta de conocimiento de lo que viene trabajando el festival con esa plataforma. El festival tuvo como películas de cierre El irlandés (Martin Scorsese, 2019) o Madres paralelas (Pedro Almodóvar, 2021). El último año, Netflix trajo a Juan Antonio Bayona: vino gente de Netflix a ver y se quedó encantada con el festival. A la plataforma no le interesa comprar un festival. Lo que necesita es acompañar a un festival prestigioso que pueda echar luz sobre una parte de su producción que tiene esa mirada. Hay otra que nunca va a tener lugar en el festival y seguramente lo saben. Este es un entendimiento entre distintas instituciones, que pueden llevar adelante actividades que les convienen a ambas. Decir “un festival Netflix” es una barrabasada que seguramente tiene que ver con la necesidad de comunicar y generar un titular. Por ahí está pensado como una boutade para llamar la atención, en el sentido que esto antes era un festival fondeado casi exclusivamente por el Estado y nosotros queremos un festival con más apertura hacia lo privado. Es una de las opciones.
Pero hay que hacerlo con un poquito más de elegancia. Y pensando que lo que justifica al festival es su esencia, que tiene que ver con la diversidad cultural, la defensa de la cultura nacional. Y por supuesto que también incluye establecer una relación lógica con las plataformas, algo que ya venía sucediendo. Y espero que se profundice.
-Con respecto a la integración entre lo público y lo privado. ¿Hay margen para apostar a la sinergia para asegurar el éxito del Festival?
Sí. Hay que pensar en esas variables, porque por algo nos venimos achicando hace tanto tiempo. Creo hay que plantearlo desde otro lugar. Si uno empieza una negociación diciendo “yo quiero el festival Netflix”, después hay poco para negociar. Hay determinadas banderas que no se pueden arriar. Si se suman más fondos y más actividades, sí que se puede hacer. Pero hay que plantarse en serio y no entregar todo -incluso los principios-, sin nada a cambio.
-¿Evaluaste alguna vez la posibilidad de dejar el festival por cuestiones presupuestarias?
A veces uno deja pasar algunas cosas pensando que hay que proteger al festival. Creo que se puede llegar a entendimientos razonables. Lo que se ha hecho en Mar del Plata en los últimos años es prodigioso, si se compara presupuestos. A veces uno dice: “¿por qué en tal festival hacen esto o lo otro?”. Si se comparan presupuestos hay que multiplicar por 10 ó por 20. Hay un trabajo enorme de muchísima gente que desmiente esta idea y este lugar común de que los trabajadores del Estado no hacen nada. Hay gente del festival que realmente se rompe el alma, al borde de lo indigno, porque ama tanto el festival que es muy fácil de explotar. Si no le pagan lo va hacer igual porque protege el festival, algo de lo que también me hago cargo.
-Con presupuesto cero hay que optimizar la disponibilidad de recursos. ¿Qué elementos ponías en juego?
Yo repetía que si no tenemos dinero, por lo menos debe haber previsibilidad. De esa forma podés suplir lo material con otro tipo de trabajo. Pero si vos no tenés nombramientos -o los tenés por uno, dos, tres o seis meses- y no podés saber que en tal fecha se va a hacer tal cosa es mucho más difícil.
Pero a ello hemos tenido muy buenas ediciones e incluso han aumentado la cantidad de películas que se inscriben, como han aumentado la cantidad de prèmieres mundiales, como muchas figuras quieren venir sin que nosotros podamos pagarle el pasaje. Quieren venir porque saben lo que representa Mar del Plata, que tiene ese componente de verdad, de festival de público, del cariño que se siente en las calles, de salas llenas que se extienden por horas y horas hasta que hay que echar a la gente de la sala. ¡Eso no se compra hecho! Eso se construye, Hay un equipo que viene trabajando desde hace muchos años. Hay que cuidarlo. En eso el Estado ha invertido mucho y es bueno para nuestro festival.
El festival va a seguir. Este año se va a hacer del 21 de noviembre al 1 de diciembre. Ojalá encuentren personas que puedan seguir esta senda, que tiene que ver con libertad, diversidad y con un perfil que es el que le dio mucho reconocimiento en el mundo. Siempre hay que dar pelea. El festival lo merece.
-¿Qué conclusiones sacás de tu gestión? ¿Qué estás procesando en estos primeros días?
Siempre he tratado de hacer lo mejor que pude. No porque uno sea dueño de nada, pero se nota lo que significa el festival para mí. Lo hago porque estoy seguro de que el festival significa mucho para la Argentina y para nuestra cultura. Pero seguramente encontrarán a alguien en condiciones y mejor que yo.
Sí creo que hay que estar muy atentos por el festival. Porque es también un hecho político y a veces se corren determinados límites. Pero no puede ser nunca un hecho partidario. Es muy importante preservar la independencia y la diversidad. Un festival es un lugar de debate, de crítica, de encuentro. No es para bajar línea. No puede ni debe hacerlo para ningún lado. Un festival en estado de derecho debe seguir adelante gobierne quien gobierne el país y el Instituto de Cine.
Julia Montesoro