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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Vanina Spataro estrena su ópera prima «Naufragios»: «Es una historia de una familia disfuncional de gente que no tiene lazos de sangre»

Naufragios es la primera película de Vanina Spataro como directora, rol que se incorpora a su vasta trayectoria como productora. Se trata de una coproducción entre Kinofilm de Argentina (Vanina Spataro, Víctor González) y Mutante Cine de Uruguay (Agustina Chiarino, Fernando Epstein), protagonizada por Alfonso Tort, Sofía Palomino, Maiamar Abrodos, Lautaro Bettoni, Mateo Chiarino y Romina Peluffo.

Naufragios explora las angustias afectivas, anhelos y heridas -confesadas o no- de cada uno de los personajes, en un tiempo en suspensión propiciado por el aislamiento del lugar. Lo hace a veces con ironía y humor, otras con ternura y otras con la verdad de los sentimientos. Entretenida, sugestiva, directa, la historia transpira vitalidad, sentido del absurdo y sentimientos que evocan -¿a quién no?- esas vacaciones fuera de lugar en donde alguna vez pretendimos restablecernos de los equívocos desengaños de nuestros deseos. Se exhibe exclusivamente en salas.

“Es muy importante sostener los Espacios INCAA –reflexiona Spataro, días antes del estreno-. Invitar a la gente a que vea cine en el cine, aunque estemos perdiendo la costumbre. La forma de apoyar el cine argentino siempre ha sido el cortar tickets. Comprar entradas, sentarse en el cine y vivir la experiencia de poder ver en pantalla y con buen sonido las películas”.

-¿De dónde nace la historia de Naufragios y qué te llevó a pensar en un balneario de verano como marco para una historia de amores no correspondidos y corazones rotos?

Hay una frase que compartíamos con el guionista, Daniel García Molt: esas soledades, esos desamores y esos desencuentros se parecen bastante a un naufragio. Yo traía conmigo la experiencia de mis primeros amores y desamores justamente en la playa donde filmé, en La Pedrera de Uruguay.

Iba a esa playa entre los 17 y los 22/23 años. Cuando surgió la idea de la película bregué bastante para que suceda ahí. Para que esas seis personas -es una película de pocos personajes-, se relacionen de diferentes maneras y en distintas circunstancias en esa playa, fuera de temporada.

-¿Qué viste en las playas uruguayas que se diferenciara?

En general tienen poca infraestructura. Son playas muy despojadas, donde prácticamente no hay nada para hacer, salvo vivir encuentros y desencuentros entre los seres que viven ahí. Al no haber nada trabaja mucho la cabeza, importa lo que se cuentan unos a otros y cómo otros articulan sobre nuestras vidas para modificarlas.

Mi creencia es que cuando estamos aislados y con poca información, solemos empezar a creer en ciertos divagues. A la luz de mucha más información y más presencia no llegaríamos a creer, pero uno cree lo que quiere.

-Como le pasa a algunos de estos personajes, que son casi como de ensoñación.

Sí, no te diría que arquetipos, pero un poco de eso hay. Traté de armar la historia como una familia disfuncional de gente que no tiene lazos de sangre, sino que diferentes circunstancias los dejaron varados en la playa. La playa también invita: ese vaivén de olas hace que sea difícil irse. Tampoco hay nada que te expulse; es cómodo quedarse anclado en ese sinsentido.

Entonces, surge un hecho que parece sobrenatural y que los pone un poco en marcha. Ya sea para retomar sus vidas, replantearse o para darse ese permiso que en otro lugar no te lo darías.

-Aparece por ahí también un náufrago, un barco y un marinero.

Hay un juego simbólico entre lo que es el naufragio emocional y el naufragio real. También cómo uno derrapa a veces en la búsqueda de cariño y completitud que tal vez no sea necesaria.

Son seis personajes solamente y serían como las seis Vaninas divididas. También creo que son seis personas con conflictos bastante claros y humanos, con los que todos vamos a poder encontrarnos identificados. No en el personaje del género que te corresponde. Hay un juego en el que te podés identificar en cualquiera de los personajes y en diferentes circunstancias de amores no correspondidos, en soledades o en añorar algún amor.

Algo que me gusta mucho -y que tiene que ver mucho con el porqué de la película-, es que en un momento el personaje de Lola dice que de lo único que hay que arrepentirse es de lo que uno no ha hecho. Hay un deseo de que para que las cosas sucedan hay que hacer y ocuparse. Un deseo de que si no nos comunicamos entre nosotros, sino generamos vínculos, vamos a vivir lastimados. Y que poder conectarnos y reconocernos en el otro sin otro motivo que ese vínculo nos permite sanar, poder dar vuelta a la página y seguir adelante.

-Entre otros tópicos, Naufragios aborda la búsqueda de identidad sexual y de los géneros no binarios. ¿Aparecen porque son parte de la agenda femenina o estaban en vos desde antes?

El personaje de Lola -una médica psiquiatra retirada-, que es interpretado por Maiamar Abrodos, una actriz y mujer trans, en un principio en el guion fue trabajado por un travesti. Estaba basado en una persona real, pero se fue cada vez lavando más. Si hay un signo de época es justamente que eso, que en algún momento entró en el guion, creció y se transformó en algo en el que no era necesario hacer foco. Hace al crecimiento de la sociedad de aceptar la elección de género de cada ser, sin juzgar y sin tener que explicar de dónde viene.

Los que conozcan a Maiamar anteriormente sabrán que cuál su recorrido y quienes la vean por primera vez en pantalla no van a tener registro. Lo mismo con la forma en que ella vive su ser mujer.

Si realmente subimos en un escalón en las diversidades es porque ya no hay que explicar. Vos necesitás una mujer y no importa si es una mujer trans o si es un varón trans: ves al personaje y vas para adelante.

Creo que hay solamente una frase en el guion que quedó y que hace referencia a eso: se lo trata de “médico” y ella aclara que es “médica”. Ocurre porque “médico” se expresa en masculino, aunque vos seas mujer. Hay un recorrido anterior de ese personaje que en la película no está mostrado, pero que se ve y se transmite. Forma parte del personaje, de sus características, de cómo vive también su ser mujer. Por ahí a veces es más estereotipado que el ser mujer del personaje de Maite (Sofía Palomino), quien es mucho más tranquilo en tratar de demostrar cuál es su género. Yo ya tengo hijas adolescentes y el tema del género que se da y se acepta naturalmente sin tener que explicar demasiado. Desde el 2018, cuando el guion estaba encaminado, hasta cuando se filmó hubo un tránsito mío de cómo ver eso.

-Dicho esto, ¿qué clase de directora sos? ¿La que se maneja con un guion inalterable o la que escucha a sus actores?

En el junket de prensa un periodista me comentó que le dijeron que era una directora que escucha mucho y que acepta muchas sugerencias. Yo no lo hubiera dicho de mí misma (Risas).

Hay algo que fui aprendiendo de otros directores y directoras con los que he trabajado como asistente de dirección: uno ya está dirigiendo cuando elige los actores y el equipo. Y si uno, que se tomó el trabajo de elegirlos, no los escucha, perdió el tiempo.

Hace muchos años estuvo (Krzysztof) Kieslowski en la Argentina para dar unas charlas. Me acuerdo que la película Bleu empezaba con un goteo de líquido de frenbos sobre un plano fijo de las ruedas muy bajo. Y yo pensaba “qué genialidad”. Y él dijo: “no es el plano que yo había elegido, pero me lo sugirió el utilero”. Dirigir es tener la mirada abierta y tener los oídos atentos. Utilizar los recursos de uno y también las otras inteligencias para emplearlos en esa narración. Creo que soy bastante permeable.

-Sin que eso signifique perder el control, porque además vos también tenés una amplia experiencia como productora, ¿no?

Sí, y soy cabrona también (Risas). Escucho, pero no quiere decir que acepte fácilmente. Es un entrenamiento el optar por escuchar a los demás.

-Una vez que viste Naufragios en pantalla grande, ¿qué película viste?

No sé si le pasará a otros directores, pero las películas toman vida propia. De lo que uno se imaginaba cuando escribía o cuando filmaba a lo que se encuentra en la sala de edición y la película final hay una distancia enorme.

Hay cosas que adoro de cómo quedaron y otras que me pregunté cómo hice eso (Risas). Escenas que amo y otras no tanto. Las primeras visiones de la película entera en proyección me costó. Después me fui amigando. Ahora le tengo un cariño especial. Hay algo que descubrí en mí, filmando la película -no en el rodaje sino posteriormente, viendo lo que filmé, cómo lo filmé y cuáles son los acentos que puse-, que es la luminosidad, la amorosidad y la gentileza para con las personas. Algo humano que tal vez lo necesitaba yo también. El creer que podemos tener una segunda chance, que lo humano es lo importante frente a la locura de la coyuntura, que nos empuja a relaciones muy ríspidas y de estar muy en guardia… Se ve que yo necesitaba poder creer en las personas, en las relaciones, en los vínculos. Que hay una posibilidad de sanación y que esa sanación es conjunta. Porque no hay salvación individual.

Julia Montesoro

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