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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Vanesa González coprotagoniza «Historias invisibles», de Guillermo Navarro: «El arte no tiene soluciones, pero sirve para poner las cosas sobre la mesa»

Vanesa González coprotagoniza Historias invisibles, el thriller de Guillermo Navarro con producción de Río Films, que cuenta con las actuaciones de Eleonora Wexler y Antonella Ferrari. Inspirado en hechos reales, bucea en el caso de la trata, las trabas de la justicia y la desesperación de una madre por encontrar a su hija.

-¿Qué película viste cuando viste el guion por primera vez?

A priori entendí que estaba ante un guion muy fuerte. La historia que Guillermo quiso contar es la de una madre y un padre atravesando esta pérdida fatal de su hija, secuestrada. En general, cuando me acercan estos materiales me genera un poco de temor porque quiero evitar caer en la solemnidad artística. Uno no debe olvidarse que ese universo lamentablemente existe. Está lleno de vínculos y de gente que está tratando de sobrevivir ahí adentro. Por ende, están construyendo relaciones más allá del horror.

Cuando comenzamos a conversar con Guillermo me anticipó que íbamos a viajar a Mendoza y que las locaciones eran lugares bastante complejos, donde la trata de personas es un tema muy vivo. De hecho, cuando estábamos volviendo a Buenos Aires habían rescatado a unas chicas secuestradas. Ir al corazón de esta historia no me parecía menor. Tampoco que se llame Historias invisibles. El nombre es un mensaje muy poderoso.

-¿Buscás algún sesgo específico al elegir un papel, tenés la posibilidad de ser selectiva?

La posibilidad de ser selectiva me la di a lo largo de los años. No porque sienta que tenga una posición cómoda, pero me lo permito porque he hecho cosas no del todo felices y cuando no la paso bien hay un precio qu pago con la salud. En general lo que me importa es que pueda hablar de algo que me interesa, o donde tengo puesta mi atención. Eso es un punto a favor. Después me interesa saber con quiénes voy a compartir este trabajo.

-¿Cuál fue el principal desafío a afrontar al abordar situaciones tan opuestas a tu vida cotidianas?

Me preocupaba encontrar dentro de ese infierno una virtud en esa cotidianidad. Estos mundos tienen vínculos. De repente, las chicas secuestradas terminan armando un árbol de Navidad con el secuestrador. Allí se forman vínculos. Vínculos espantosos, como una trenza cosida de contradicciones. En esas relaciones hay inercia, hambre, aburrimiento, más allá del horror… Pasa todo eso. Pero aun en este infierno también aparece algo cotidiano. Creo que el mayor desafío fue encontrar esa mirada cotidiana, sin contar todo el tiempo la escena del horror.

-¿De qué manera encontrás en vos rasgos comunes con tu personaje, Romi, que ampara y preserva a la adolescente que cae en las redes de trata?

Si hay algún punto en común -es una impresión de mí misma, capaz que alguien me dice que no es así- (Risas) es la capacidad de adaptación. Busco estar atenta a lo que me pasa.

-A partir de ahí también construiste este personaje de Romi.

Hay algo de eso que tal vez no fue conciente, pero creo que estaba a mano para trabajar. Después, el contexto y la locación colaboran.

-Cuando se aborda un tema tan sensible como la trata y el abuso, ¿preferís hacer abstracción del mundo real para componer el papel o te dejás llevar por tu sensibilidad?

En general no pongo a la actuación en un lugar misterioso. Por más que uno esté haciendo una escena dramática, violenta o graciosa siempre estamos teniendo el placer de jugar. Estamos intervenidos por un trabajo que consiste en creer en eso que estamos haciendo.

Entonces, siempre hay un goce inexplicable. Pero no lo tengo relacionado con ir a un punto lejano o enganchada con lo que me pasa. ¡Para nada! La situación empieza en un punto, pero cuando se termina, se termina. Después vamos a comer y hablamos de eso. Más allá de que tenés las emociones muy a mano y el cuerpo como instrumento. Nos formamos para entender que eso también es parte de nuestro trabajo, un oficio en el que uno entra y sale constantemente. Es parte de un juego, no hay nada relacionado con algo místico.

-El rodaje se llevó a cabo en Mendoza y estuvo atravesado por la pandemia. ¿Cómo fue la experiencia de filmar allí y en esas circunstancias?

Primero fue un flash porque no sabíamos si íbamos a poder viajar o no. Fue mi segundo viaje en avión después de que empezó el Covid (el primero fue para filmar en Salta). Se suponía que estábamos más expuestos que otros por viajar en avión.

Ya en el lugar nos testeamos todas las semanas. Era un equipo grande que estaba permanentemente con barbijos y solo nos lo sacábamos para filmar. Sobre todo por los cambios de clima: de repente caía gente con gripe y no sabíamos si era Covid. Hubo muy pocos contagiados.

El trabajo nos corrió un poco de la situación de susto: eran días en que ignorábamos mucho las consecuencias del Covid. Hoy siento que todo lo que está pasando es tan fatal que me olvidé de lo grave que fue el Covid.

-¿Cómo fue el método de trabajo de Guillermo Navarro? ¿Cómo fue el proceso previo para llegar al personaje que él buscaba?

Como vive en Hawai, nuestros encuentros fueron por Zoom. Después tuvimos unos encuentros por videollamada con Antonella Ferrari. Él hace muchos años que tiene un vínculo muy personal con el tema: la película estaba en su cabeza. Tenía muy claro para dónde iba la historia paralela de Romina con su hija. Anto está recién secuestrada pero hay mujeres que están ahí hace un tiempo y hay ahí una vida construida ahí. Existe un nivel importante de resignación de los sueños, de la vida. Pero también cierta resiliencia en este personaje, que acepta lo que le toca y se hace cargo de las chicas que recibe.

Guillermo fue muy claro cuando me habló del personaje y enseguida me dieron ganas de hacer a Romi. No es fácil cuando los personajes no son los que llevan las líneas de acción, pero apareció todo bien escrito.

-¿Qué película te devolvíó la pantalla grande y el público? ¿Qué te llamó la atención?

Me sorprendí mucho al ver que la película está muy cargada de violencia. Por eso insisto con que no es un dato menor que el nombre sea Historias invisibles.

Por momentos sentí que la gente se reía de cierta cotidianidad que había dentro del lugar. Fue valioso que se pueda sentir alivio y entender los momentos de felicidad de algunos personajes dentro de ese contexto espantoso.

-¿Una historia como la de Historias invisibles tiene alguna finalidad más allá del hecho artístico?

Agradezco tener la oportunidad de poder visibilizar estos casos desde el arte. Algo que también toca en el teatro, con la obra Jauría. El arte es el canal para hablar de estos temas desde otro lugar. Lamentablemente está naturalizado recibir noticias de este orden. Estamos muy acostumbrados a ver esos títulos. Estás tomando un café a la mañana y ves el graph todos los días, como un hecho común.

No es que el arte encuentre las soluciones, pero por lo menos sirve para poner las cosas sobre la mesa y seguir hablando de estas historias.

Julia Montesoro

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