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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Laura Basombrío, Mejor Dirección en el Festival de Mar del Plata por «Las almas»: «Siempre supe que era una película muy íntima»

Laura Basombrío ganó el Premio Astor Piazzolla a Mejor Dirección de la Competencia Internacional del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata por su ópera prima, Las almas, que se desarrolla sobre los paisajes marcianos del noroeste argentino.

Su protagonista es Estela Quispe, habitante de la región, que cuenta su historia. La memoria se funde con lo onírico y donde el cándido existencialismo de algunas preguntas (“¿Cómo será cuando estás muerto?”) surge espontáneo, libre de toda neurosis. El recuerdo de los que ya no están, la contemplación de los otros, la vida comunitaria y el trabajo cotidiano están presentes en este registro documental.

-Sos docente, montajista, cellista y diseñadora de imagen y sonido. ¿Cómo tomaste la decisión de abordar la dirección de un largometraje?

Me inicié en la música desde chica: toco el piano desde los 12 años. Parecía que iba a tener una carrera de pianista, pero me enamoré del violonchelo a los 16, cuando en Salta se creó una orquesta sinfónica e iba todos los jueves a escucharla. Y terminé haciendo el conservatorio como chelista. Soy egresada de la Escuela de Música de Salta.

Después vine a Buenos Aires y ahí me picó el bichito del cine. Estudié Imagen y Sonido y en el último año de la carrera quise filmar en Salta porque todos los proyectos los terminábamos haciendo en Buenos Aires. De esta forma, empecé a escribir una ficción que tenía como contexto el Día de las Almas (2 de noviembre). En 2018, investigando, me pareció que era una muy buena idea ir a Tolar Grande, un pueblo desconocido para mí. Ese día se festeja a lo grande en la región andina. La gente ahí se toma una semana para cocinar para sus muertos, para hacer las flores de papel que son tan vistosas y que dejan en los cementerios. Es un pueblo bastante pequeño y en invierno aún más, porque la gente baja a la ciudad por el frío que hace. Hay una amplitud térmica que llega a 25 grados. ¡Es muy hostil el clima! Allí pude entrevistar a muchas personas menos a Estela, que es la protagonista.

-Pero apareció Estela.

Fue muy loco porque pienso que hice la mitad del camino hasta Tolar Grande y ella hizo la mitad del camino hacia mí. Ella se acercó y me preguntó si podía venir conmigo al Cono de Arita hacer un scouting. En ese viaje yo iba en el asiento delantero de la camioneta mientras filmaba y ella en el de atrás. Ahí empezó hablar sus recuerdos de la niñez. En ese momento nació la semilla de la película porque tenía ese desierto delante de mis ojos y sus relatos en mis oídos. Me pareció muy poético. Ella tiene una forma metafórica de hablar, pero además me interesa mucho su cosmovisión, que no es antropocéntrica. Me llamó la atención la manera de plantarse frente a la violencia y las dificultades para salir adelante. Le pedí hacer una entrevista y cuando hablamos me contó que soñaba con su madre muerta. Me contó que en los sueños conversaban y me di cuenta que en esos sueños seguía un vínculo muy presente en donde le decía que tenga cuidado que en el negocio le iban a robar o que se tenía que hacer cargo de su hermana. Entonces, ¡ella hacía eso! Le hacía caso a su madre con los mensajes que traía en sus sueños. A partir de ahí tuve el deseo de hacer ese retrato. En un primer momento pensé que iba a ser solo de esos sueños con la madre.

-¿De dónde surgió Las almas? ¿Qué proyectos tenías in mente y en qué medida Estela modificó tus planes?

Modificó todos mis planes. Iba con un guion de ficción, un corto que tenía como contexto el Día de las Almas. Por eso fui a investigar y a preparar un scouting. Conocer a Estela cambió todo.

-Estela describe historias muy personales e íntimas sin haberse plantado antes frente a una cámara. ¿Cómo se logró ese nivel de intimismo y espontaneidad?

Las escenas en las que está frente a cámara no está relatando, sino que son de su vida cotidiana, como su vida en familia o en su negocio. De hecho, me invitó a la cueva que abre la película y me contó que allí iba con su madre y era su lugar favorito cuando la visitaba. Esas escenas fueron surgiendo de cosas que le proponía. Como el canto. Estela me cantó espontáneamente en ese primer viaje y me conmovió profundamente. Ahí le pregunté si podíamos hacerlo en su casa con sus hijos, en la habitación donde tiene el altar para su madre. Fue un ida y vuelta: hubo propuestas mías y también de ella. Por ejemplo, yo quería filmar la quema de alimentos del altar. Ellos comparten y todo lo que sobra lo queman. Quedamos que lo filmábamos un día y cuando llegué me dijo que ya lo había quemado (Risas). Pero me propuso ir a otro lado, que no conocía ni tenía en mente. Cuando lo filmé me conmovió mucho porque sentí que era un poco el final de la película.

-La cotidianidad de Estela es uno de los elementos conmocionantes de Las almas. ¿Cómo te introdujiste en su mundo?

El rodaje duró cinco años. Hice siete viajes que hice a Tolar Grande. Muchos los hice sola, con la cámara. En otros, acompañada por un sonidista. El viaje más grande fue de cuatro personas. Siempre cuidé su intimidad y procuré no invadirla en su casa con tanta cantidad de gente. Siempre supe que era una película muy íntima.

-El paisaje es otro gran protagonista de Las almas. ¿Cómo descubriste el potencial de esas locaciones y cómo determinaste el abordaje de cada escena?

Es muy fácil embelesarse: vas a la Puna salteña y sentís que estás en Marte. Hay desiertos negros, rojos, montañas rojas, talares, volcanes y nieve. Tuve mucho cuidado en no caer en una postal turística, porque me interesaba narrar la relación del paisaje con los habitantes. Por eso hay mucho de asfixia, muchas tormentas de polvo. También está la incandescencia de sol, la magia de esos cielos negros cargados de estrellas y la bruma de la mañana cuando la temperatura llega a 20 grados bajo cero. ¡El agua de las canillas se congela en las casas!

-¿En qué y en quién pensaste cuando te convocaron a subir al escenario a recibir el premio a la mejor dirección de la competencia principal del Festival de Mar del Plata?

Es mi primer festival porque es mi ópera prima. Ya había estado en 2021, en el work in progress. Viajamos de la Puna al mar: el 2 de noviembre filmando y vinimos a Mar del Plata para la competencia en tránsito. Nos pareció un muy buen lugar para iniciar el recorrido. Pensé en Estela y de hecho se lo dediqué: ella me dio la fuerza para hacer esta película. A través de su propia vida modificó la mía.

-¿Qué representa Estela?

Ella me transmitió la fuerza de una mujer que se planta, de una mujer que tiene sueños, metas y sigue adelante. Sus metas son impresionantes. Ella tiene cinco hijos a quienes quiere hacerle una casa a cada uno. En el transcurso de estos años ya hizo dos y además compró una casa en Salta para que sus hijos vayan a la universidad. No solo tiene metas muy claras: también conciencia de no someterse a la violencia, tan común en esos lugares. En la película se cuenta que ella sufría la violencia de un padre alcohólico y ella, desde niña, de alguna manera, lo vio como una moneda corriente porque la violencia y el alcoholismo es bastante común. Desde niña se daba cuenta de que eso no estaba bien: se plantaba frente a su padre y le decía a la madre que tenía que defenderse. Esta fuerza es la que quise retratar.

Julia Montesoro

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