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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Mayra Bonard, coprotagonista de «Mariquita, mujer revolución»: «No nos planteamos hacer un retrato fiel sino darle una mirada contemporánea»

Mayra Bonard coprotagoniza junto a Zoe Gotusso el documental Mariquita, mujer revolución, de Sabrina Farji, que se exhibe todos los viernes de junio a las 19 hs. en el Centro Cultural Kirchner, con entrada gratuita y charla-debate posterior.

La actriz, que encarna a Mariquita Sánchez de Thompson adulta, inició el ciclo de charlas, que continuará el viernes 9 con la escritora Florencia Canale; el viernes 16 con la dramaturga Adriana Tursi y el viernes 23 con la socióloga Dora Barrancos.

-Ademas de ser tu debut protagónico en el cine, tenés el desafío de encarnar a un personaje de la vida real. ¿Qué referencias tomaste para abordar a Mariquita?

Aunque hace mucho que no actuaba, lo siento como un debut. Hice papeles chicos al comienzo de mi carrera y después me dediqué de lleno al teatro, a la danza y a la dirección de obras, a la experimentación.

Me sentí muy contenta por haber sido convocada: más allá de que es un rol protagónico, es un poco particular decirlo así porque uno se imagina un tipo de película distinta. En este caso, aparece un eco de Mariquita a través de Zoe (Gotusso) y mío, pero es una película documental.

Con respecto a las referencias, a lo única que nombramos con Sabrina (Farji) fue a Tilda Swinton en Orlando. Sabrina me llamó desde mi propio imaginario y mis recursos físicos y yo me dejé llevar por ahí. Lo hizo desde un lugar intuitivo y no realista: Mariquita es una evocación de una imagen mágica, estética o poética de aquel momento, según lo que Sabrina imaginó para la película.

Por ejemplo, cuando Juan Manuel de Rosas le pregunta por qué se va y ella le dice “porque te tengo miedo, Juan Manuel”. Eso no lo podíamos tomar tan en serio, entonces lo hicimos tipo Almodóvar, exageradísimo. Nos tomamos muchas libertades en la creación.

-¿Por qué nunca antes tuviste oportunidades para trabajar en cine? ¿Creés que a partir de Mariquita se abre esa puerta?

Puede ser. Tengo dos costados: por un lado soy muy lanzada, pero por otro muy tímida. La timidez nunca me jugó a favor para presentarme en tal película o tal casting.

Pero fui cambiando con el tiempo: ahora siento que me gusta, que podría hacerlo y armar mis propias estrategias para actuar. Pensando en formatos audiovisuales, hace no mucho presenté una idea libre sobre el autorretrato en la Fundación Cazadores. El hecho de tomar esa distancia de encarnar un papel y a la vez poder meterte afuera hace que pueda sortear la timidez.

-¿Qué representaba Mariquita para vos hasta el momento de recibir esta propuesta?

Era una figurita de la escuela primaria. La imagen de una dama antigua, donde en su casa se cantaba el himno. Hacer Mariquita fue como internarme en un universo muy interesante. Vi en ella a una mujer superfuerte, gestora de la independencia junto una multitud de hombres que sí son conocidos. Aprendí la historia desde otro lugar. Y al leer sus cartas entendí lo que estaba diciendo, cómo pensaba y cómo se plantaba.  

-Sabrina Farji proviene del videoarte, la videodanza. ¿Se acercó a vos a partir de esa referencia en común, que tiene que ver con la expresión corporal?

Hace mucho que ella de alguna manera está ligada a eso. Me convocó porque quería que usara justamente mi lenguaje físico, más allá del texto y las posibilidades expresivas del rostro.

-¿Cómo trabajaron juntas el acercamiento y la humanización del personaje?

Me fue conduciendo, pero fundamentalmente tuvimos diálogos como para que yo fuera madurando y decantando el rol libremente. Me regaló un libro sobre la vida de Mariquita, que fue como decir “yo te doy todo esto y confío en vos”. Cuando me fui a probar el vestuario y vi la propuesta estética me quedé mucho más segura, porque vi que había una diferencia importante entre el contexto de Mariquita y la parte documental pura y dura.

-¿Qué significado le diste a que la misma mujer fuese encarnada por dos actrices diferentes, qué matices diferentes le aportaste?

Mariquita está dividida y a la vez unificada: el sentido es que todas podríamos ser ella. Nos planteamos no ser su retrato fiel sino traerla al presente, con una mirada contemporánea. En ese sentido, Zoe tiene tatuajes y pelo corto y además Sabrina claramente quería que cantara el Himno porque era superimportante para una de las escenas.

Por ahí yo soy más parecida a Mariquita: mi cara puede ‘dar’ antigua. Eso puede sumar en algunas escenas, pero no en todas: por ejemplo, iba a resultar menos potente verme jugando en el jardín a las escondidas.

Al plantear ese desdoblamiento, me acordé de Ese oscuro objeto del deseo, de Luis Buñuel. Cuando la vi –era muy joven- me pareció alucinante. Parece que la actriz lo abandonó en medio del rodaje y él con total libertad usó eso a favor para generar una novedad increíble: la actriz entra al baño y cuando sale es otra. Uno se da cuenta, pero entra en el juego y lo acepta.

-Virtualmente es la primera vez que te ves a vos misma como actriz. ¿Qué te transmitió esa Mayra de la pantalla?

La primera vez que me vi estaba renerviosa: no es lindo verse. Pero al tomar distancia pude disfrutar, no implicarme en un sentido negativo sino ver a una actriz, con esa ropa antigua, esa atmósfera alrededor.

-¿Qué descubriste de Mariquita a partir de la película?

¡Toda una vida! Era una mujer con una fortaleza y una rebeldía tremendas. Hubiera hecho lo mismo que Mariquita: como la querían casar con un tipo comerciante porque le convenía a la familia y a ella misma, pero no le interesaba -no lo quería, era un tipo mucho más grande que ella-, le escribe una carta al Virrey y logra que la autorice a casarse con quien deseaba.

Descubrí desde un lugar muy profundo que las mujeres tenemos que ser educadas (en la escuela, a leer y a escribir) porque nosotras no vamos a la guerra. Y somos justamente las que vamos a educar a nuestros hijos cuando los hombres estén a la guerra. Eso me pareció alucinante.

También -no sé si es un descubrimiento-, que ella tenía dinero y eso la ayudó. Que era una mujer de una voz fuerte entre un montón de hombres, que prestaba su casa, que hizo allí la sede del consulado francés cuando se casó por segunda vez. Una vez escribió: “Yo soy como Don Quijote pero con polleras y calzones”. Esa frase genial es su mejor definición.

Norberto Chab

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