spot_img
spot_img
spot_img

Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Sabrina Farji, directora de «Mariquita, mujer revolución»: «Siempre pienso en proyectos con perspectiva de género y protagonistas femeninas»

Sabrina Farji emprendió el complejo camino de desandar la vida no tan pública de una mujer esencial en la historia argentina en su rol de directora, guionista y productora. El resultado es el revelador documental Mariquita, mujer revolución, protagonizado por Mayra Bonard y Zoe Gotusso, que se exhibe en el cine Gaumont.

Además se presenta todos los viernes de junio a las 19 hs. a partir del viernes 2 en el Centro Cultural Kirchner, con la presencia de la directora y de invitadas especiales que ofrecerán una charla después de la proyección. Las mismas se llevarán a cabo en la Sala A del 6º piso, con entrada libre y gratuita.

La serie de charlas se inaugura con la participación de la coprotagonista, Mayra Bonard.

-El documental comienza con un hecho real que parece una ficción: describís la dificultad que se te presenta para financiar la historia de Mariquita. ¿Cómo sorteaste esas dificultades? ¿En qué momento pudiste concretar el proyecto?

Contar la historia de Mariquita es abrir la historia del comienzo de nuestra Patria. Siempre pienso en los proyectos con perspectiva de género; pienso en protagonistas femeninas. Y me parece un gran punto de vista para contar el inicio de nuestra Nación, donde lo público y lo privado construyen una misma cosa.

Es un personaje que tiene muchos condimentos, tanto para una miniserie como para una película de ficción. Pero fue muy difícil hacer entender esto: las excusas del presupuesto, o de que no era un personaje tan conocido, o la época, hicieron que no encontrara otra manera más que hacer el documental. Si bien me sigue entusiasmando la posibilidad de hacer una ficción, el documental me permitió ciertas libertades en las que Mariquita y yo, de alguna manera, también contamos historias parecidas.

-Las contás participando delante de la cámara, además.

Me planteé mucho el hecho de aparecer en la película. Pero fue lo más genuino que pude hacer, por lo que significa Mariquita para mí y porque creo que muchas somos Mariquita. Es una mujer muy contemporánea y la posibilidad de traerla hoy tenía que ver con poner el cuerpo yo y poder corporizarla en Mayra (Bonard) y Zoe (Gotusso), precisamente para que puedas empatizar con ella y tener la noción de que era alguien tangible y no una “dama antigua”.

-¿Te pusiste a pensar si esos obstáculos tuvieron que ver con la condición de mujer de tu protagonista o con tu propia condición de mujer?

Tuvo que ver con la condición de mujer de las dos. Que haya un montón de películas de época y que no haya protagonistas femeninas (salvo Camila, que es un hecho extraordinario), de alguna manera da cuenta de dónde están puestos los grandes presupuestos, dónde está la credibilidad de qué historias contar. No es casual que más de doscientos años después, una directora rescata los textos que otra mujer escribió como crónicas y lo hace película. Esto no sucedió esto antes ni algún varón trató de hacer una película sobre otro tema e incluyó un personaje como Mariquita. Lo cual me lleva a pensar lo poco que sabemos de la historia.

Imaginando que la historia que nos contaron en el colegio fue creada por Bartolomé Mitre, que era dueño del diario. Ahí es donde la crónica, la palabra escrita, el dejar registro, se vuelve importante. Ella lo hace a través de la palabra: las que trabajamos en audiovisual lo hacemos a través de nuestros guiones y nuestras películas.

-¿Cómo se te ocurrió esta versión, que no solo plantea un cruce entre pasado y presente, sino también entre documental y ficción?

Hay una frase que dice que Mariquita era una mujer diversa. Esa diversidad es la que me permitió tomar distintas opciones que tiene el audiovisual. Yo tengo un pasado más ligado al videodanza, a la instalación, al video experimental. Eso me permitió abrir un poco, salirme de lo más cuadrado. El documental podría haber sido un típico trabajo de cabezas parlantes que dé información, pero me pareció más interesante traerlo lo más posible a hoy y que tuviera una identidad. Te puede gustar o no, pero tiene una identidad y un punto de vista.

-¿Qué te llevó a tomar la decisión de que dos actrices distintas, compusieran a una misma protagonista?

No había varias fotos de ella: solo hay un daguerrotipo y allí era una señora muy mayor. Y además hay cuatro pinturas y en todas parece una mujer distinta. Por otro lado era importante sacarle ese lugar de dama antigua, de mirada del pasado. Yo quería corporizarla y darle la posibilidad de que si se iba a hablar sobre ella, que estuviera presente, que pudiera opinar. La única manera era corporizarla. Elegí dos actrices (Mayra Bonard es más performer y bailarina y Zoe Gotusso reconocida como cantante) para contar estas dos Mariquitas distintas, con dos energías muy de transgresión. Y me parecía importante poder imaginarla y traerla del pasado a hoy. Por eso hay juegos, como los tatuajes de Zoe, o la ropa que -a veces es pero no es-, o se ven los celulares o lámparas eléctricas. No son errores de arte sino parte de la puesta.

-“El poder de las mujeres es ser visibles, imprescindibles, ineludibles y en lo posible impredecibles”, dice Mariquita Sánchez de Thompson y vos la citás en la película. ¿Cuánto de vos hay en esa definición?

Un montón, me di cuenta que un montón (Risas). Me gusta ser impredecible: no tener una carrera para hacer todo ficción o todo documental, sino poder navegar en distintas aguas. Tiene que ver con mi origen, más ecléctico e informal. Y eso también hace a la construcción de una carrera. Si miro todo lo que hice, me siento identificada en esa frase. Seguramente lo próximo que haga sea totalmente distinto a Mariquita.

-Decís que Mariquita es la primera feminista del Río de la Plata, ¿por qué?

Es como un log line. Me parece que es un buen punto, como para tirar de una cuerda. Si bien el feminismo no existía como concepto, me parece que ella sí es feminista. Probablemente haya tenido otras compañeras a quienes no conocemos tanto (por lo menos yo), otras mujeres que perseguían esos ideales de libertad. Para Mariquita era muy importante la libertad. Al punto de sentar jurisprudencia para poder casarse con quien quisiera, que lejos de ser un gesto romántico reviste un gesto político. Ese es el lugar que me parece interesante de ella: lo fantástico de luchar por sus derechos, de creérsela. Toma la palabra y se planta con quien haya que plantarse y de esa manera sienta un precedente para otras personas que estuvieran en la misma situación que ella. Lo mismo con la educación: cómo pensar la importancia de la educación de las mujeres o de hablar sobre las mujeres como si fuera algo trascendental -que lo es, pero que en ese momento no lo era-, como parte de la discusión. Y si bien Mariquita pudo escribir y pudo leer –digamos que tiene que ver con que era una persona con recursos y probablemente hubo otras mujeres que no los tenían y no corrieron la misma suerte-, dejó muchas cartas, dejó las crónicas del virreinato, se ocupó de ser una cronista de su época. Como si hubiera sabido que en algún momento se iba a escribir sobre ella o hacer una película. ¡Si los varones lo hacían por qué no lo iba a hacer ella!

-¿Habrá sido premeditado, o simplemente se rebeló contra los cánones patriarcales?

Si hubiera sido una única situación pensaríamos distinto. Pero Mariquita es una mujer política a lo largo de sus 84 años. Fue haciendo cosas que tenían que ver con la política: cuando se exiló y mantuvo a los artistas exilados y a los escritores, fue fomentando la discusión. Ella decidía quién entraba y quién no a su casa para armar esos espacios de discusión política, de diversidad; eso que hoy llamamos lobby. ¡Cuánto más interesante sería imaginar nuestro país hecho por mujeres y varones y no solo varones discutiendo en el Cabildo! Como si no hubiera habido una construcción previa.

-Sin esa construcción previa de la que ella formó parte y sin el resto de su actividad, queda la imagen casi excluyente, icónica, de la interpretación del Himno. ¿Un objetivo de la película es romper con esa imagen?

Sí. Ese cuadro tan emblemático, con una mujer en el centro de la escena, me remite a la imagen de La Ultima Cena, con Jesús en el centro. Podés preguntarte qué hizo esta persona, como si no existiera la historia de Jesús. Con ella ocurre lo mismo: está en el medio cantando el Himno. Y no sabemos quién fue, qué pasa ahí. A mí eso me llenó de preguntas: ¿por qué la ponen ahí, en esa situación tan importante, de tanta relevancia, en un cuadro tan representativo, si no hizo nada? Esas preguntas son como el leimotiv de la película desde el mismo comienzo.

-Puestos a jugar una hipótesis, ¿por qué crees que se la relegó a ese papel de “la mujer del salón” y nada más?

No lo tengo claro. Pero me pude imaginar cómo hubiera sido contada la historia si sabíamos que en el medio hubo mujeres. Pensando que la batalla de la transformación no fue la de las armas sino las batallas culturales, las de la palabra, de la discusión. Allí es donde las mujeres estuvieron. Que no se les haya dado un valor es ideológico: es una manera de contar un relato. De ahí tiene que ver que haya sido invisibilizada.

Julia Montesoro

Related Articles

GPS Audiovisual Radio

NOVEDADES