Enrique Avogadro, Ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, está a cargo de un área que mantiene una activa participación con la producción audiovisual a través de sus festivales, sus salas, sus programas y acompañando también el desarrollo de proyectos.
-¿Cuál es el estado actual de la cultura de Buenos Aires en el área audiovisual?
El sector audiovisual siempre fue muy potente. Probablemente fue el menos afectado durante la pandemia: trabajamos mucho para que no se interrumpieran los rodajes. Teniendo en cuenta que de por sí es un sector bastante protocolarizado, fue más fácil establecer reglas claras.
Veo un sector vital que por un lado está parado a hombros de una historia ilustre, como la del audiovisual argentino: el cine, la televisión, la publicidad. Con esa gran historia detrás y al mismo tiempo atravesando los cambios de la industria. El más visible es la preponderancia de las plataformas y la generación de contenidos para las mismas: hoy el formato más relevante parecen ser las series. Por un lado están los actores de siempre, las productoras, que tuvieron siempre un desarrollo de proyectos relevantes. A la par de ello aparecieron otros nuevos actores en el campo de la producción como jugadores relevantes en este nuevo escenario.
A la vez, hay un sistema de promoción pública a nivel nacional en crisis, principalmente porque hay una dificultad para pensar un esquema de estímulo a mediano y largo plazo que esté actualizado, acorde a los problemas de la época. Siento que todas las discusiones son muy de lo urgente, del presente, como la en su momento necesaria discusión de la extensión de las asignaciones específicas que hubo el año pasado, que motorizó a todo el sector. Pero que me dejó con gusto a poco,porque no se discutió después cuál es la política cultural más relevante hoy, sino que se buscaba garantizar los recursos pero sin poner en crisis qué se hace con ellos. Ahí hay un punto clave, que es darnos un espacio de discusión, de debate sobre cuál debiera ser la arquitectura de apoyo público al sector, teniendo en cuenta los cambios mencionados.
Y también hay un mercado audiovisual a mi juicio no muy diversificado, todavía muy concentrado aquí en la Ciudad de Buenos Aires, a pesar de que hay proyectos interesantes en otros rincones del país. Sobre todo, a raíz de las propuestas educativas instaladas desde las universidades o a través de la expansión de la ENERC.
-Hay una marcada tendencia en pensar en el concepto de federalización, especialmente en áreas como la cultural. ¿Se puede pensar en esos términos desde Buenos Aires?
Totalmente. Te diría que todo nuestro trabajo está orientado en ambas direcciones. A través del valor cultural del audiovisual con programas como los ciclos de Cine Mecenazgo o el apoyo que damos a través de Mecenazgo a una gran cantidad de producciones que de otra manera quizás no se podrían desarrollar. Y a la par de eso, con conciencia de la importancia de la industria audiovisual como gran generadora de trabajo de alto valor agregado, y por lo tanto la necesidad de seguir promoviendo el sector a través de diferentes herramientas. La más novedosa fue el lanzamiento que hicimos junto a Horacio (N.R.:Rodríguez Larreta, Jefe de Gobierno de Buenos Aires) hace más de un año del programa Buenos Aires Producción Internacional, que después derivó en la convocatoria y la selección de proyectos. Es el primer sistema de incentivos a la producción internacional que hay en la Argentina. Y esa convocatoria incluyó una perspectiva federal. Si bien hay requisitos de un mínimo de jornadas de rodaje en la Ciudad de Buenos Aires y una inversión mínima en la Ciudad de Buenos Aires, técnicamente se pudieron presentar productoras de toda la Argentina (de hecho, lo hicieron) y proyectos que involucran no solo la ciudad, sino toda la Argentina.
Eso tiene que ver justamente con esta mirada que tenemos. Puedo agregar el BAFICI como un artefacto cultural de primera magnitud que ya impacta en todo el país: desde la pandemia se puede ver en simultáneo a través de Vivamos Cultura prácticamente todas las películas de manera gratuita y desde todo el país. Además, tiene una versión itinerante que recorre diferentes rincones del país. Tuvimos la oportunidad de presentar no solamente las películas, sino también en muchos casos a directoras, directores, etcétera. Esa vocación está. Y tiene que ver con una responsabilidad que tiene la Ciudad de Buenos Aires, siendo la ciudad de todos los argentinos, la capital del país, de mantener muy vivo el vínculo cultural con toda la Argentina.
-Justamente en estos días se dio a conocer el final de rodaje de Matar al Jockey, una coproducción de Luis Ortega que entre otros apoyos obtuvo el beneficio del cash rebate de Buenos Aires Film Commission. ¿Qué evaluación se hizo? ¿Qué grado de participación y de aceptación tuvo en la industria?
-La aceptación fue muy buena. Nosotros tendemos a planificar y anunciar las cosas con mucha antelación. Pasan varios meses entre el anuncio y la apertura de la convocatoria porque le dedicamos todo ese tiempo a reunirnos de manera colectiva con todas las grandes productoras. Grandes por la envergadura de este incentivo. Hicimos muchas reuniones previas para que la herramienta sirviera, y que sirviera además para generar contenido genuino, no para reemplazar lo que estaba en el pipeline de lo que se fuera a hacer. Que fuera una herramienta más para que las productoras salieran a buscar coproducciones o eventualmente ofrecer servicios de producción.
La experiencia fue muy positiva: tuvimos una gran cantidad de proyectos.
Por supuesto, con diferentes perfiles: además de El jockey (N.R.: nombre original de Matar al jockey) -de un realizador muy particular como Luis Ortega-, también hay una película protagonizada por Adrian Suar que se llama Jaque Mate, con producción de Patagonik. Todas tienen un socio internacional diferente; algunas de las grandes plataformas que son las que hoy están motorizando este segmento de la industria audiovisual. ¡El Eternauta, ni hablar! El proyecto más importante que ha hecho Netflix en Argentina. Tuve el privilegio de ir a visitar el rodaje hace pocos días.
-Más allá del rol protocolar, ¿qué te atrae de acompañar los rodajes?
Estoy todo el tiempo visitando rodajes porque también es una forma de aprender. Me divierte porque estoy todo el tiempo preguntando “¿y esa persona qué hace?”. Quienes no conocen la industria audiovisual solo ven actores en pantalla, el despliegue, lo escenográfico. Pero hay una enorme cantidad de gente que trabaja con conocimientos técnicos muy específicos, que requieren saberes específicos. Muchas veces esos saberes, si bien se enseñan en las universidades, en general se aprenden en el campo.
Eso también me dispara nuevas preguntas. ¿Qué pasa si nos va muy bien y de golpe hay más demanda de talento que oferta? Es un problema que podemos llegar a tener. El talento argentino viaja mucho por el mundo: se lo llevan. Uruguay desarrolló una industria que hasta hace pocos años era casi inexistente, gracias a los estímulos que lanzaron con mucha antelación. Y lamentablemente también producto de los vaivenes macroeconómicos de nuestro país, que hacen que sea muy difícil tener un socio internacional, porque le estamos cambiando las reglas de juego a cada instante.
-Vivamos Cultura es la plataforma digital de Buenos Aires que permitió conquistar nuevas audiencias. ¿Se vio favorecida por la pandemia?
La plataforma existe por la pandemia. Ni bien comenzó, la ciudad de Buenos Aires fue pionera salir a ofrecer alternativas de participación cultural desde el aislamiento que tuvimos que atravesar. La primera plataforma que lanzamos –ni siquiera- era una colección de links organizados: se llamaba Cultura en Casa.
En los primeros meses de la pandemia hubo mucha actividad. La evolución de Cultura en Casa derivó hacia una plataforma propiamente dicha, que hoy tiene infinitas funcionalidades y que nos da además un vínculo con los usuarios mucho más directo, que permite cosas que obviamente una página con links no permite. De ahí surge el desafío de montarle a la plataforma los grandes festivales, como el caso del BAFICI y de muchos otros.
Esa experiencia es altamente positiva y nos llegó a pensar el proyecto más allá de la pandemia: hoy, Vivamos Cultura tiene números muy potentes de visualizaciones, con un público que se conecta desde distintos lugares del país.
-¿Tenés prevista su expansión?
Uno no puede más que pensar hacia dónde vamos: hoy hay acceso a una enorme cantidad de contenidos de distintas disciplinas artísticas que uno puede buscar con diferentes criterios y de altísima calidad.
La tecnología tampoco es tan novedosa: estaba disponible. Pero la pandemia aceleró el desarrollo. Y va a seguir creciendo, porque mucha gente se acostumbró a vincularse a estos contenidos de manera remota. Además permite la aparición de nuevos contenidos pensados especialmente para estos formatos: en La mujer y el Cine se hizo un concurso de cineminuto por el hecho de plantear un desafío, una restricción temporal que obliga a un despliegue de creatividad notable, para poder contar una historia interesante en un solo minuto.
-El programa Mecenazgo nació, entre otras cosas, para generar más películas nacionales. ¿Crees que las salas de exhibición de Buenos Aires son suficientes para abastecer ese requerimiento?
Hay que repensar mucho todo lo vinculado a la exhibición y de manera muy creativa. Cine Mecenazgo nos permite mostrar ese otro cine que muchas veces tiene muy poca pantalla y además en diferentes barrios. Pero hay que pensar con el sector qué otras cosas hacer para que la magia que sucede en el cine se siga dando. Sin menospreciar las posibilidades que trajeron estas plataformas para ver desde la comodidad de nuestra casa una serie o una película. Pero incluso una serie tiene una diferencia abismal vista en una pantalla de cine. Lo comprobé hace poco, cuando fui al estreno de la segunda temporada de El Reino, que se hizo en una sala. Además no hay interrupciones: estás adentro de la historia. A mí me encanta ir al cine solo. Realmente estoy adentro de la película y cuando salgo me lleva varios minutos volver a tierra. Estoy en la ciudad como en un decorado, como si estuviera todavía atravesado. Esa magia se vive en el cine. Ese componente es absolutamente irreemplazable. Por eso se debe pensar de qué manera se consigue que las nuevas generaciones vayan al cine.
-¿Qué te respondés a ese interrogante?
El Pase Cultural es una alternativa. Es una tarjeta para los alumnos de las escuelas públicas en la Ciudad de Buenos Aires con plata para adquirir bienes culturales. Ellos tienen la libertad de elegir qué hacer con esa plata. El principal consumo es justamente ir al cine, junto con la compra de libros. O sea: le das plata a los chicos, le decís que solamente la pueden emplear en cultura y van al cine. Probablemente vayan a ver una de superhéroes. Y no está mal, porque por ahí son chicos que no tuvieron la oportunidad de sentarse en la oscuridad de una sala a ver una película. Y no hace falta ser Totò (NR: el protagonista de Cinema Paradiso) para darse cuenta de la magia que sucede ahí dentro.
También se pueden hacer eventos específicos para atraer a nuevos públicos, con un formato más festivalero. O pensar en proyecciones en lugares no convencionales, que a la vez sean llamadores a otras experiencias, como las de una sala de cine.
-¿Cuál debería ser el rol del Estado en la exhibición?
Argentina está muy lejos en cantidad de pantallas por habitante. No ya de países de Europa o de Estados Unidos, sino de la propia región. Ahí hay un déficit. Pero no me queda claro que sea tarea del Estado cubrirla al 100%. El Estado tiene que opinar y promover la exhibición, pero no sé si lo solucionamos poniendo pantallas INCAA en todos lados. No estoy en contra del programa, pero me pregunto de qué manera. Los países de la región con muchas más pantallas por habitante que Argentina no están cubriendo esa diferencia con pantallas públicas. De vuelta: no es un comentario en contra del programa, que me parece muy loable. De hecho, en el tiempo que estuve como viceministro de Cultura de la Nación estuve muy familiarizado. Me tocó inaugurar algunas salas INCAA, alguna escuela de la ENERC en algún lugar del país. Pero mi sensación es que debería haber un proceso de reflexión en torno a ellas: cuáles eran los objetivos, si se cumplieron.
Me pregunto cómo hacer en lugares del país que no tienen ningún cine para que el público primero se familiarice. Por eso no estoy en contra de que alguien vaya a ver una película de superhéroes, así como 40 o 50 años ha iban a ver una de cowboys. Me parece virtuoso que uno pueda exponerse a todas las cinematografías. No soy chauvinista en ese sentido. Más allá de tener una producción audiovisual argentina que cuente nuestras historias, también quiero que el público se forme en todas las cinematografías. Como yo me formé gracias al BAFICI y también al Lorca y a la Lugones, en esos otros cines que de otra manera uno no ve.
-En el curso del año se inauguraron espacios de nombres esenciales del cine argentino: el monumento a Leonardo Favio; las salas Graciela Borges y Manuel Antín en el Centro Cultural San Martín. ¿Hay algún reclamo familiar para homenajear a Luis Sandrini?
(Risas) Justamente como es un tema de la familia, a la gente de cine para marearla les digo que soy el padre de las bisnietas de Luis Sandrini. Tengo la suerte de estar metido en un ambiente de artistas por mi familia política: Carla (Pantanalli), mi mujer, es actriz, es música, muy destacada en ambos aspectos y es a la vez nieta de Luis. Su madre Sandra, es destacadísima actriz también. Ambas son nieta e hija, no solo de Luis, sino también de Malvina Pastorino, otra actriz importantísima de nuestro star system local.
Sandra hizo un documental con la participación de sus dos hijas, Carla y Roberta, que está avanzando finalmente hacia un estreno formal digamos. Será ese gran homenaje, muy necesario, a su figura. Sandrini es un actor que resume ese gran cine argentino a lo largo de todas sus etapas. Desde el cine sonoro, al teatro, a la calle corriente explotada de público, a la televisión, a su rol como productor, al cine de los 70. Fue un ídolo popular de una escala que hoy nos cuesta de alguna manera entender. No solo hizo feliz a mucha gente: también fue inspirador para muchos otros artistas.
Julia Montesoro