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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Damián Szifron estrena «Misántropo», su primera experiencia estadounidense: «Yo trabajo para el efecto que genera la película en una sala»

Damián Szifron regresó a la dirección con su primera película hablada en inglés y con producción estadounidense, Misántropo. Pasó casi una década de su último estreno, la multipremiada Relatos salvajes, nominada al Oscar, ganadora del BAFTA y uno de los títulos más taquillero de la cinematografía nacional.

Misántropo se estrena el jueves 4. Se trata de un thriller que se inicia en la noche de año nuevo, en la ciudad de Baltimore. Un feroz ataque producido por un único hombre deja un saldo de 29 muertos y ni una sola pista. Eleanor Falco (Shailene Woodley), una retraída pero talentosa mujer policía de bajo rango, es reclutada por el agente especial del FBI Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn) para integrar el equipo a cargo de la identificación y captura del homicida.

Pero aun antes de lo que se presupone un crecimiento personal por el hecho de haber rodado en Hollywood (aunque Misántropo se filmó en Canadá y se completó en Argentina), se permite anticipar el plan de comenzar en octubre el rodaje de Los Simuladores, largometraje que retoma aquel suceso televisivo de dos décadas atrás y que planea estrenar en 2024.

-¿Cómo surgió la posibilidad de filmar en Estados Unidos?

Había tenido algunos acercamientos para filmar en el extranjero desde la época de Los Simuladores. Agentes que llamaban cuando veían que de pronto había una serie de un país como Argentina. Pero no estaba en mis planes ni tenía un deseo particular.

Después de presentar con mucha repercusión Relatos Salvajes en Cannes, aparecieron agentes de todas las compañías, ejecutivos y jefes de todos los estudios. Querían reunirse y prometían el oro y el moro. Cuando llegó la nominación al Oscar viajé a Los Angeles y a algunos festivales. Hasta en el Festival de Telluride -muy chiquito pero muy interesante-, me empezaron a ofrecer proyectos y más proyectos. También me mandaban guiones, aunque yo decía que en general escribía mis propias cosas. Y me daba vueltas una pregunta que se repetía en cada encuentro: “¿qué querés hacer?”.

-Más allá de lo que les contestabas, ¿qué te contestabas a vos mismo?

Hice un flashback a 2009, 2010. En ese momento había armado una pequeña productora llamada Big Bang, porque tenía muchas más ideas de las que podía filmar y las quería escribir, desarrollar y tener. Para eso convoqué a guionistas y colaboradores.

Una de las primeras historias que se me ocurrieron fue Misántropo, a la que llamé así de forma inmediata. Tenía la imagen del tiroteo inicial, en la que un francotirador muy entrenado, muy resentido, implacable, imparable, disparaba durante algún tipo de festejos que al comienzo era el 4 de Julio –aunque en la película fue Año Nuevo-. Me gustaba el dispositivo narrativo de los tiros, que no eran percibidos porque los fuegos artificiales los camuflaban. Entonces moría gente y nadie se daba cuenta. Muchas veces las historias se me ocurren a partir de ideas de guion, argumentos, personajes, situaciones. Esta fue visual: veía las imágenes y me daban ganas de rodarlas.

-¿Qué te atraía de Misántropo?

Es un thriller con homicidas reales, de carne y hueso. Ya no los hacen así. No es que sea un género demodé, pero ahora las películas incorporan elementos medio gore (tipo Hostel), cosas sobrenaturales, exorcismo. Apuntan más hacia el terror, hablan de extraterrestres, de monstruos, del diablo.

-Y en Misántropo el asesino serial está anclado en la realidad.

Sí. Incluso se diferencia de otras del género, tipo Seven o El silencio de los inocentes: nadie puede decir que nuestro homicida es bueno, pero no era ese monstruo al que solo hay que matar, sino una expresión de la sociedad y del mundo en que vivimos.

Cerré un acuerdo y me puse a investigar: empecé a leer manuales del FBI para saber cómo se manejan estructuras de poder que no son las mías. Como que si un ataque es terrorista corresponde a Contraterrorismo, pero si no lo es, lo lleva adelante que dirige la división de Baltimore. Fue un trabajo de investigación muy complejo. Pero surgió un obstáculo que casi hizo fracasar el proyecto.

¿Misántropo corrió peligro de no filmarse? ¿Qué pasó?

En la medida en que iba completando el guion los eventos reales de asesinatos en masa eran cada vez más frecuentes, sobre todo en Estados Unidos. El guion antecedía a esos eventos y yo de ninguna manera trataba de generar ficción con un dolor actual. Pero se despertaron las alarmas en todos los productores involucrados y en los estudios que avalaban el proyecto. Surgieron pedidos que no tenían que ver con el origen de la propuesta.

Me preguntaban si no se podía reemplazar los homicidios con arma de fuego por envenenamiento de una planta de agua potable. Se transformaba en otra película. Perdí esa secuencia inicial que quería filmar desde mucho tiempo antes. No lo veía creíble ni verosímil. No sé si por convicción o terquedad me mantuve en mi carril de desarrollar el guion tal cual era. Pero al momento de terminarlo ya eran tantos los casos reales que la película parecía imposible de producirse. La gente le tenía mucho temor y rechazo. Porque alguien se podía sentir ofendido, porque había que poner un disclaimer, porque si ocurría un tiroteo cercano al estreno había que levantarlo y se perdía la promoción. Llegué a la conclusión de que por ahí no era el momento para hacerla.

-¿Cómo volvió a surgir la propuesta?

Apareció la compañía FilmNation: leyeron el guion, les gustó y pensaron en sentido opuesto: “es contemporáneo, valiente, presenta una crítica social, es interesante el hecho de que se haya escrito, también habla de cierta intuición, vamos a hacerla, la vamos a financiar”.

Yo no tenía tantas expectativas depositadas, pero fuimos al Mercado de Cannes con Shailene Woodley (quien ya estaba vinculada), contamos de qué se trata y la película se vendió a todo el mundo… menos a Estados Unidos. Decían que no es una película para estrenar.

-¿Qué respondés si alguien te dice que Misántropo no es una película para estrenar?

Curiosamente, en mi opinión, el entretenimiento vacío y que no se cuestiona nada es más dañino que una película que reflexiona, en todo caso, sobre la coyuntura actual. Pero mi opinión a nadie le importaba (Risas). Entonces la filmamos con la plata que se consiguió de los distribuidores internacionales. Y recién conseguimos distribución en Estados Unidos con la película terminada.

-Entre las vicisitudes que atravesaste con Misántropo, ¿lo sentiste como un déjà vu del proyecto abortado de El Hombre Nuclear?

Estaba haciendo una película que me gustaba mucho: era irónica, anárquica, presentaba novedad, cuestionaba el sistema. O sea, tenía mucho de lo que ahora tiene esta película. Pero fue un proyecto que empezó en la compañía de Harvey Weinstein. Mi interlocutor era Bob, su hermano. Y cuando cayó la compañía por todas las atrocidades que surgieron, el proyecto cambió de rumbo. Entonces lo compró otro estudio, y de ahí pasó a una compañía independiente, un estudio con un pensamiento más corporativo. Ahí el guion empezó a sufrir cambios, con una dinámica y unas discusiones que eran cada vez más insostenibles. Llegó un punto en que estaba claro que yo no iba a filmar la película que ellos querían y más claro aún que ellos nunca iban a producir la que yo quería filmar. Y eso colapsó.

-¿Misántropo es la película que querías hacer?

La película de punta a punta es mi corte. Obviamente surgen imprevistos que modifican los planes: me vi restringido en presupuesto, tuve que filmar cosas de una manera que no era la forma en la que originalmente quería. Pero en algunos casos debo decir que llevaron por ahí a mejores decisiones.

-Decías que Misántropo pone en jaque la figura arquetípica del asesino serial. Este un tipo como cualquiera de nosotros. ¿Qué te proponías resaltar o abordar concretamente al plantear esto?

Hay una incapacidad de represión de parte de él: allí donde todos nosotros seríamos capaces de parar, de detenernos, este tipo por alguna condición no lo consigue. Más allá de eso, definitivamente es humano. Las circunstancias lo fueron llevando a un lugar de resentimiento. Tiene un desprecio general por la existencia y por la forma de vida que adoptó la mayoría casi sin cuestionársela. Lo enoja que no haya otra forma de vivir que no sea la de aceptar las reglas de juego que impone este sistema y esta sociedad. Que verdaderamente no las hay: es muy difícil no pertenecer, no seguir la corriente. No podés no tener celular, no podés hacer cosas si no estás metido en el juego. Y sos parte de alguna forma del rebaño. Este tipo tiene aversión: sufrió muchos abusos, está cansado de ciertas injusticias (de muchas injusticias). Es alguien con el que uno puede al menos empatizar y comprenderlo. Y eso me interesa siempre porque odio aquella visión en la que el mal es monstruoso y parece ajeno a la especie humana. O es una deformación y el remedio es aniquilarlo, extirparlo como si fuera un cáncer al que hay que eliminar y ya está. O sea, estoy más bien convencido de que estos personajes son expresiones de este mismo sistema, de esta misma sociedad.

-Emergentes del sistema.

Emergentes. Y tienen una razón y una explicación. Allí donde todos se preguntan cómo puede ser que pase esto, yo creo que hay que plantearse cómo puede ser que no pase más seguido. Eso es un milagro.

-Hay un rol determinante de la protagonista (Shailene Woodley), no solo porque es decisiva para resolver el caso sino porque su personalidad es casi apagada, sin ningún protagonismo, pero brilla más que las autoridades policiales, estereotipadas y burocratizadas. ¿Cómo surgió ese aspecto en el guion?

Me gustaba mucho la idea de un personaje que tenía talento, que tenía sensibilidad. Porque el talento a veces se nota más fácilmente: la sensibilidad no. Y junto con la bondad, son atributos que creo que en este mundo pasan un poco desapercibidos y que yo siento esenciales. Esta persona es sensible, talentosa, tímida. Fue subestimada y pasada por alto en más de una oportunidad. Y otra cosa que está subestimada es la imaginación: faltan ideas. Las ideas más locas son las que van a resolver este tipo de problemas. Y tenemos una contrafigura (NR. Ben Mendelsohn, quien interpreta a un agente especial del FBI y su superior) que es el tipo que está a cargo.

-El personaje debe enfrentar simultáneamente un caso policial y una crisis emocional en su propio ámbito laboral.

Yo estuve en situaciones así: proyectos en donde estás rodeado de enemigos, de gente que compite porque quiere quitarte tu lugar. Donde tu autoridad está cuestionada. Donde en vez de recibir apoyo estás recibiendo presión estupidísima. Y te piden resultados cuando vos necesitas tiempo. Prefieren resultados, aunque digas que todavía no están a la altura de lo que se espera. Pero igual los quieren ver y recibir porque sí, porque sí, porque hay que mostrar, porque “los accionistas”.

El personaje está en esa circunstancia. Su poder está amenazado. Y cuando conoce a esta chica, ve talento, sensibilidad y apoyo emocional.

A mí me pasó en el contexto de esta misma película y con el guion escrito. Apareció un asistente -que vi que tenía totalmente la camiseta puesta de la película- que me escuchaba, me ayudaba, colaboraba. Estaba amenazado por gente, la compañía de seguros, la compañía de productores, los financistas. Y yo notaba que este tipo estaba pensando en hacer una película mejor. Porque, ¿quién es tu jefe? Para mí es la audiencia. Yo trabajo para la audiencia. Tengo ese mantra. Soy parte de ellos.

-¿Te sentís parte del público que ve tus películas?

Yo pienso en mi viejo cuando me llevaba a ver películas cuando era chico. Y yo trabajo para el efecto que la película tiene en la sala cuando se está proyectando. Ni para la crítica, ni para los festivales, ni para los productores, ni para los dueños de los canales, ni de las plataformas. Y de pronto vi que este pibe estaba en esa misma frecuencia, pensando en la película, pensando en la historia. Te lo agarrás y decís “te quiero de asistente”. Y empezás cada vez a confiar más. Capaz que terminaste un día de trabajo espantoso y charlas con él de lo que pasó.

En la relación entre Mark (Mendelsohn) y Eleanor (Woodley), el hecho de que por primera vez alguien se fije en ella y le dé un lugar y la invite a participar, es una plataforma para desplegar todas sus capacidades ocultas que no han sido exploradas ni explotadas.

Y el tipo, que es inteligente, intuye que ella tiene algún pasado traumático, que está leyendo bien al homicida y decide escucharla. Después es castigado por eso porque finalmente terminan usándola a ella como chivo expiatorio para despedirla y sacárselo de encima de él también.

-En algún momento él le dice a ella que hay que saber en qué momento dar batalla y elegir las que sabemos que podemos ganar. Vos, ¿qué batallas elegiste dar para llevar adelante Misántropo?

Yo soy muy malo para sacrificar batallas: las quiero pelear todas. Me cuesta mucho ceder. Eso a veces tiene un costo físico y emocional grande. Siempre tuve serios problemas con la autoridad impuesta. A mí me ganás con argumentos: escucho, soy abierto y si tenés razón te sigo. Pero si tengo que hacer lo que decís porque sos la productora, quiero seguir discutiendo. Quiero llegar al corazón de la idea y del problema. Pero a veces pago precios por tratar de pelear todas las batallas. Y algunas las he perdido.

De la película internamente me puedo hacer cargo: la puedo defender y digo “es mi trabajo”. Pero el cambio de título en inglés fue una batalla que luché con todas las herramientas que tuve –abogados incluidos- y la perdí. Por suerte, en la Argentina con Diamond se llama Misántropo. En Francia en Misanthrope, que era el título original, igual que en Suiza, en Rusia, en Hong Kong. El nombre quedó. Pero en Estados Unidos otro, con el que no estoy de acuerdo. Fue una lección difícil. Pero también hay que aprender a perder.

Julia Montesoro

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