Sebastián Rodríguez estrena el jueves 22 su comedia dramática Camino al éxito, una road movie sobre el sueño de triunfar en el fútbol, protagonizada por Sergio Prina, Benjamín Otero y Paula Carruega.
Con producción de Nastassja Bischitz (Broncia Cine), se presenta en el cine Gaumont y además se exhibe en Cine.ar TV el sábado 24 a las 20 hs. y en Cine.ar Play gratis desde hoy por siete días consecutivos.
Detrás de una historia de gentes sencillas, se encubre un relato de gran sensibilidad y ternura a partir de la relación entre un chico y un adulto. Hugo tiene un deseo desde hace mucho tiempo: abandonar su pueblo natal para siempre. No soporta pasar un día más en ese lugar repleto de recuerdos y frustraciones. Un cazador de talentos llega accidentalmente al pueblo y descubre a Enzo, el sobrino de Hugo. El chico con tal solo doce años es un gran jugador de fútbol con mucho futuro. Hugo y Enzo se largan a la ruta en busca de sus propios destinos contrapuestos.
-¿Qué parte de tu genética futbolera (no profesional pero futbolista al fin) incidió para embarcarte en el proyecto de Camino al éxito?
Ese fue el punto de partida. Soy fanático del fútbol y eso también es determinante a la hora de entrar en un terreno a indagar. Durante mi adolescencia fui uno de esos chicos como Enzo –el personaje que hace Benja (Benjamín Otero)– que soñó con ser jugador. Conozco mucho el entramado de las divisiones inferiores, los padres, los representantes, los cazatalentos. Venía empapado de ese universo.
Pero no quise caer en algo futbolero: es solamente un contexto para poder contar un viaje de estos personajes familiares, entrañables.
-Camino al éxito no es una película sobre fútbol sino sobre que es una película sobre los deseos de gente común frente a nuevas oportunidades y motivaciones. Si tuviera que definirla, ¿qué es?
Es una historia de gente común. De gente que vive en el interior y va a la gran ciudad en busca de cumplir sus sueños. El fútbol es solo la excusa. Traté de describir este tipo de historias sencillas, con una connotación importante con respecto a los valores y los vínculos familiares. Quise contar esta historia a través de una comedia dramática y de lo que implica una road movie, con su dinámica y su complejidad.
-Una de las características de Camino al éxito es que se trata justamente de una película “del camino”. ¿Estuvo en tus planes desde el primer momento?
Sí. Hace muchos años estudié en un laboratorio de guion. Una de las consignas del último año era un trabajo práctico en el que a cada alumno le tocaba un género. En el sorteo salí favorecido para hacer una road movie. Arrancó como un ejercicio de la misma escuela y cada vez me fui metiendo más en el proyecto. Podría decir que el género llegó a mí, más allá de que a priori me parecía interesante. Empezó como una consigna didáctica para un trabajo práctico. Ese proyecto fue mutando. En 2016 lo presenté para el concurso de óperas primas del INCAA y ganó. Se anunció dos años después. La idea iniciar fue filmar en 2019. La misma dinámica de la road movie le dio más complejidad, por la cantidad de locaciones y de personajes. La pandemia obligó a replantear el rodaje. No estábamos preparados, pero afrontamos todo tipo de desafíos. ¡Nunca me imaginé rodar con barbijo!
-¿Cómo llegaste a Benjamín Otero? ¿Qué te impulsó a decidirte por él?
Suelo tomar decisiones en base a intuición. Trabajar con un chico tiene una complejidad adicional. Hay que tomarse un tiempo más para conocerlo. Lo había visto en la película de Ariel Winograd y me había gustado mucho, porque advertí que sabía manejar el tono de la comedia. Y no era un dato menor por la diversidad de registros que requería su personaje. Hicimos un casting con otros chicos para ver otras posibilidades. Aunque algunos sabían jugar muy bien al fútbol, él sobresalía con total naturalidad. Eso me asombraba: tiene una simpleza y un talento propio natural muy difícil de incorporar a esa edad.
-¿Cómo fue la forma de trabajar con él?
El mismo me facilitó el trabajo mucho más de lo que pensaba. Desde el comienzo me pedía que lo tratara como a un adulto. No le gustaba que le hablaran como a un chico. Tuvimos un vínculo de mucha conexión, no solo conmigo sino con Sergio (Prina). Jugábamos juntos al fútbol. Entendió rápidamente lo que demandaba el personaje.
-¿Hacía sus aportes?
Sí. Yo trato de trabajar mucho con el guion, de seguir el diálogo. Pero me parecía que con Benja tenía que dejarlo mucho más libre, para poder aprovechar su impronta de un chico que le iban a dar a su personaje la frescura que el guion no tiene.
-Hay un contrapunto interesante que es el de Benja con su tío, entre la inocencia y la viveza.
Por un lado, hay una complicidad tío-sobrino. Pero por otro el adulto tiene otros intereses, no le importa mucho su sobrino. Desde esa contradicción del personaje se va generando un vínculo de complicidad. Y a lo largo del viaje la relación va creciendo. Eso fue muy difícil: escena a escena trabajé mucho para que la transformación fuese algo sutil. Hubo un viaje emocional de los personajes, un viaje de maduración.
-El adolescente es inocente pero no tonto: por momentos parece que se la ve venir.
Conecta con el tío. No lo juzga, aunque no le gusten algunas actitudes. En definitiva, es su referencia paterna, porque su padre es una ausencia. Pero lo rico de la relación es que a lo largo del viaje se va modificando.
-Después del rodaje, ¿surgió el deseo de encarar nuevos proyectos?
Obvio. Empecé a escribir durante el encierro. Traté de optimizar ese tiempo y desarrollé una comedia sobre una pareja. Quiero terminar lo más rápido posible el guion, porque nunca se sabe cuándo se presenta la oportunidad.
Julia Montesoro