Martín Salinas estrenó la comedia negra Lunáticos, que se exhibe en el Cine Gaumont y que marca su regreso como director después de diez años, cuando presentó su primer largometraje, Ni un hombre más (2012).
Con escenas que transcurren en Buenos Aires, México y Montevideo, Lunáticos cuenta con un notable elenco de actores entre los que se encuentran Daniel Hendler, Luis Ziembrowski, Rafael Spregelburd, Gerardo Chendo, Verónica Llinás y Julián Kartun, entre otros y cuenta con la producción ejecutiva de Liliana Mazure.
Los personajes entrecruzan sus historias, las locuras del mundo globalizado y la realidad local de cada uno de ellos, justo en el momento en el que el presidente norteamericano comienza a enviar posteos en redes sociales, eliminando todo el comercio con China.
-¿Qué te atrae de la comedia negra como género?
Varias veces me preguntan por qué me dio por la comedia negra y mi única conclusión es que uno escribe lo que puede, lo que le sale, lo que le resulta un poco más fácil. Probablemente esté en mi historia familiar. Mi madre estudiaba letras. Cuando yo era chico me leyó El lazarillo de Tormes. Me quedó fijada la escena en donde el lazarillo lo hace correr al ciego para supuestamente saltar un charco y lo hace estrellar contra una columna. Me acuerdo la sensación de algo terrible y a la vez la carcajada, todo al mismo tiempo. Este tipo de historias aparecieron hace dos décadas, cuando hacía la serie de unitarios Tiempofinal. Invariablemente los capítulos me salían con un toque de humor negro. Y no era adrede, pero me cuesta menos eso que contar una comedia romántica de final feliz.
-Esa pista aparece en el eslógan de Lunáticos, que dice que hay que reír para no tener que llorar.
Sí. Y tiene que ver con otro género que también me impacto mucho que es el grotesco. Salvando todas las distancias, en el Mateo de (Armando) Discépolo, hay un hombre desesperado que no entiende los tiempos que le toca vivir: el tema del dinero, de los cambios, de dejar de manejar un coche a caballo para pasar a un taxi motorizado. Tiene un par de escenas hilarantes que a la vez son muy dramáticas: se ríe de algo que es terrible. Este género tiene al unísono el grotesco criollo y el cine de humor negro y comedias negras contemporáneas. Pienso en Luis García Berlanga y en Bienvenido Mr. Marshall, que te hace reír y al mismo tiempo te hace sentir lo dramático y lo trágico que tiene la vida humana.
-¿Qué te inspiró para vincular esos tópicos con la realidad?
Cíclicamente reaparecen. En el origen, escribí estas historias después de la crisis de 2001. Trataba sobre alguien desbordado por la situación, que había perdido todo y que trataba de que le explicaran dónde estaba su dinero y cómo se lo iban a devolver. Por eso enfrentaba al vicepresidente para exigirle una respuesta, Pero eso volvió a pasar en el 2009 en el planeta. Y ahora el planeta está de vuelta jaqueado por situaciones extremas.
La película se mete con un presidente norteamericano que se pelea con los chinos y arma un desbarajuste financiero mundial. Y en estos días la novedad es que las bolsas internacionales están sacudidas porque Nancy Pelosi desembarcó en Taiwán a pesar de que el presidente chino les dijo que el que se juega con fuego se quema.
-¿Cómo trasmitís a los actores esa convergencia entre humor y tragedia?
Cuando veo y leo los noticieros una parte mía no puede evitar tener una sonrisa entredientes. La manera de procesarlo es hacer chistes. Claro que no es una película de chistes sino de situaciones. Son personajes chiquitos en una situación que no entienden. Lo que más me interesa es la exploración de esos personajes, lo que nos pasa en la vida cotidiana: son personas que en una situación no desbordada tendría una conducta pero hasta que pasa algo que nos supera. Que lo genera alguien desde aquella otra latitud porque tiene el poder que tiene. Y que impacta en los personajes chiquitos. No me detengo en explorar en el mundo político sino en el de la gente común.
-Lunáticos se puede observar como una carrera de obstáculos: dirigiste un elenco de tres países, se rodó en diferentes etapas y en el medio tuviste la pandemia. ¿Creías que llegabas al final del periplo?
Hubo un momento en que me dediqué a comentarle a la gente que si nos poníamos a fabricar sombreros iban a nacer chicos sin cabeza. Era esa la sensación. Cada vez que daba un paso adelante aparecía un contratiempo. En algun momento tuvimos la posibilidad de hacer la película con Brasil, pero llegó Bolsonaro y cortó todos los fondos. Cuando pensábamos que lo teníamos resuelto y que lo íbamos a producir en Uruguay, llegó la pandemia. No solo hubo que suspenderlo, sino que debimos rearmar el elenco. Aprendimos a ensayar online: Julián Kartun estaba en una casita fuera de Buenos Aires, Hendler en Montevideo, Subiotto lejos. Por suerte las historias de México y Buenos Aires se había filmado en la prepandemia.
-O sea, que en cine nada es previsible…
Es curioso: llegué a hacer una película en el 2007, 2008 con México y España. Está escrita: era también una comedia negra, más sencilla que esta. Pero llegó la crisis. Y la asignación de fondos de Televisión Española se cayó. El argumento fue que querían algo más ligero. Me pidieron una comedia romántica. Pero les contesté que no sabía hacerla.
Julia Montesoro