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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Retrospectiva de Anahí Berneri en el Malba: «Me encanta la belleza de los cuerpos»

Durante mayo, MALBA Cine le dedica un ciclo retrospectivo a Anahí Berneri. Directora, guionista, productora y docente, su obra como realizadora –integrada por Un año sin amor, Encarnación, Por tu culpa, Aire libre y Alanís– está caracterizada por cuestiones de género con una mirada realista e intimista.

Las funciones que aun faltan exhibirse hasta completar el ciclo son las siguientes: jueves 19, Por Tu Culpa; viernes 20: Por Tu Culpa y Encarnación (función a la que asistirán Silvia Pérez y Martina Juncadella) y el jueves 26, Aire Libre y Alanis.

-Tus películas hablan sobre el trabajo en el siglo XXI, el lugar del cuerpo, el deseo como motor de cambio, la maternidad, el paso del tiempo. ¿Cuáles son los temas comunes (estos u otros) que abordás deliberadamente?

La maternidad es un “deliberadamente”, seguro (Risas). La búsqueda de la identidad también. Y la mirada del otro: cómo la mirada externa construye. En Alanís, el trabajo y el cuerpo en el trabajo fue muy deliberado. Los roles sociales: el lugar social de la mujer…y también de los hombres, a partir de cómo estamos presos de esos roles.

-¿Qué grado de cercanía o de afinidad tenés con los universos que filmás?

Diversos. Muy cercano en Por tu culpa, una película que filmé en mi casa, con niños que tenían la edad de mis hijos, con los juguetes de mis hijos: el arte era por cuenta de mi hogar. El universo de Aire libre tampoco era tan lejano. Tanto en Un año sin amor como en Alanís (la primera y la última) el universo me impactó y a partir de adentrarme en ese mundo atractivo, conflictivo, interesante para explorar, me puse a investigarlo para convertirlo en ficción.

Un año sin amor tiene que ver con el mundo leather, el sadomasoquismo y también el mundo VIH en los 90. El mundo que retrata ya no existe: la mirada discriminatoria sobre el VIH, las elecciones sexuales, la identidad de género.

En Alanís no solo aparece la relación madre-hijo: también son importantes los espacios, donde hay trabajadoras sexuales ejerciendo o dando sus servicios en la via pública o en distintos albergues transitorios. Hay muchas no actrices en la película. Y un registro de la zona de Constitución desde la gente que circula, el universo que hay en ese lugar de tránsito, que seguramente en algún momento va a cambiar. Como pasa en Un año sin amor, que se registra Santa Fe y Pueyrredon, donde ya no existe la comunidad gay que se atrincheraba allí porque necesitaba ese lugar de identidiad.  

-Uno de los desafíos que emprendés en tu obra es que hacés un cine social, incómodamente social, no exento de la belleza de las imágenes. ¿Qué esta primero en vos de esos elementos, ese retrato social o buscar la estética en el relato?

En general, cuando aparece el tema aparece la forma. No puede ser retratado de otra forma porque el tema no lo amerita. Por ejemplo, no tendría sentido que Alanís fuese una película filmada con una estética más preciosista. O que tenga un estilo pornosoft, donde intente calentar al espectador. Esa no es la película. Igualmente, una siempre encuentra belleza en cualquier universo que retrata. El tema es encontrar esa belleza particular. Por más que una esté filmando la decrepitud del cuerpo o la enfermedad, lo encuentra.

-En Alanís decidiste dar cuenta del cuerpo de la protagonista sin retoques: ‘Si tiene estrías que se vean’, habías dicho en esa oportunidad.

Me encanta la belleza de los cuerpos. En el momento en que una llama a un actor es porque quiere retratar esa humanidad. No para que luego haya cantidades de maquillaje y de retoques digitales para cambiarlo. El beauty les queda increíble a todas las actrices increíbles, pero el resultado es una belleza no real. Hay actrices que se permiten jugar y dejar aquellas texturas de la piel, en vez de enmascararse y resaltar el brillo con maquillaje.

-Es conmovedor el proceso de entrega de los actores hacia vos.

Cuando aparece ese espacio me maravilla explorarlo con ellos. Entonces aparecen los moretones de Sofía Gala, que me dejó no maquillarlos. O Erica Rivas, que el primer dia de rodaje apareció con un herpes gigante en la boca y me pidió empezar una semana más tarde. Le dije: “Completaste el personaje, es maravilloso” y la convenci. En Aire libre, Leonardo Sbaraglia era la primera vez que hizo un desnudo frontal. Y me decía “siento que mi lugar de macho está vulnearabilizado, en juego. Y a la vez me siento muy liberado”. Son lugares hermosos de la actuación.

-De acuerdo a tu experiencia en las series, ¿también aparece esa oportunidad?

El margen es menor y a veces depende mucho del actor. En abril estrenamos Sentença (por Amazon) y me tocó trabajar con una actriz brasileña que se pelaba en cámara y después aparecía en un presidio con un nivel de desnudez y de entrega total. Y hubo otras que no. Eran estrellas que usaban beauty por todos lados. Depende mucho de la confianza y la entrega. Pero también es cierto que hay algo de las series que tiene que ver más con la espectacularidad, con un universo más pasteurizado y menos realista.

-Tu próximo proyecto es Elena sabe, la adaptación de la novela de Claudia Piñeiro, producido para una plataforma. Sin ánimo de alterar el compromiso de confidencialidad, ¿cuáles son los temas de la novela que sentís afines a tu mirada?

Esta es la obra de Claudia Piñeiro donde más identificada me siento. Es su segunda novela, la más personal. Trata su relación con su madre, que murió de Parkinson. Y justamente habla sobre la maternidad, la idea de qué es ser una buena madre, sobre el cuerpo que puede abandonar a una mujer y cómo el lugar del ego y la soberbia se acompañan de un cuerpo. Es superinteresante porque tiene un lugar de thriller: ni bien empieza la novela aparece muerta la hija de esta mujer. Y ella con su Parkinson, encara una investigación para saber quién fue el responsable. A la vez que repasa la relación entre ellas.

Julia Montesoro

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