La muerte del distribuidor, productor y actor Pascual Condito –ocurrida el jueves 17, a los 73 años, de cáncer de colon- es el golpe de gracia a un período del cine independiente en el que los productores podían consolidar el éxito de una película a partir de su intuición, así como también podían dilapidar sus bienes personales si fallaba la apuesta.
Iniciado como productor asociado con Flores robadas en los jardines de Quilmes (1985, Antonio Ottone), desde 2002 Condito se abocó a la distribución y posicionó a su empresa Primer Plano como la más importante del cine argentino, con más de 150 títulos en su catálogo. La gran mayoría de esas películas, producciones independientes a las que defendió mano a mano (como un David incansable frente a los Goliat de la industria) para lograr un mejor posicionamiento. En cada lanzamiento ponía en juego su incondicional amor por el cine argentino.
Había nacido en Catanzaro, Calabria, en 1948 como Pascual Condito Gioma y arribado al país cinco años más tarde. Alguna vez reveló que la historia de Cinema Paradiso, de Giusseppe Tornatore, se asemejaba mucho a la suya. El también estaba “hecho de cine”. Entre sus primeros emprendimientos, fundó la distribuidora ItalSud solo para difundir cine erótico -de poco vuelo pero de nutrida audiencia- en las salas de “valijeros” de la calle Lavalle. Hasta que advirtió que lo que lo motivaba estaba lejos de ese género. Y encontró su propio territorio fértil en el cine independiente.
Condito distribuyó títulos que posicionó como éxitos, como Trainspotting, de Danny Boyle; El juego de las lágrimas, de Neil Jordan; Secretos y mentiras, de Mike Leigh; El sabor de las cerezas, de Abbas Kiarostami; Buena Vista Social Club, de Wim Wenders y Recursos humanos, de Laurent Cantet, entre tantos otros. A la vez, abrió caminos como distribuidor en Europa de producciones argentinas. Entre ellas, lanzó a nuevos mercados títulos como Garage Olimpo, de Marco Bechis; Esperando al mesías, de Daniel Burman e Historias mínimas, de Carlos Sorín.
Como un gesto simpático para el mundillo del cine -aunque se lo tomara muy en serio-, Condito desarrolló su veta actoral en casi 40 títulos. En muchos de ellos tuvo participaciones fugaces, cameos. Pero más allá de la perplejidad que generaba verlo en la pantalla grande en un rol atípico, le supo sacar el jugo a los roles que le asignaron los realizadores. Tuvo un papel destacado en El perro, de Carlos Sorín, que le valió el Cóndor de Plata a la Revelación en 2004. Apareció por primera vez como barman en La Cruz (1997, Alejandro Agresti). Su más reciente participación fue en Inmortal (2020, Fernando Spriner).
La miniserie Vida de película (2017), emitida por la Televisión Pública y protagonizada por Luis Machín, estuvo inspirada en él. Dos años antes, fue inspirador y protagonista del documental biográfico Tras la pantalla, de Marcos Martínez.
En 2011 obtuvo una mención especial de la Fundación Konex. Dos años más tarde anunció su retiro temprano, disgustado por las tendencias monopólicas que se acentuaban cada vez más. “Comprendo que los productores les ofrezcan sus realizaciones, ya que esto les asegura un mejor lanzamiento en cuanto a promoción, y desde ya, con mejores resultados. Lamentablemente, al ser independiente no tengo las mismas herramientas para competir, ya que aunque tenga películas de gran calidad, ganadoras de festivales, y aún contando con una buena salida, al no tener lanzamiento importante los resultados no son como debieran ser”, expresó en una carta pública al anunciar que dejaba de distribuir cine argentino. Pero nunca fue una despedida: siempre estuvo atento al devenir de la industria nacional.