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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

César Troncoso protagoniza «36 horas»: «Es muy valioso que se cuide al cine independiente»

César Troncoso es coprotagonista de 36 horas, drama familiar dirigido por Néstor Mazzini que se presenta en el Cine Gaumont, en los Espacios Incaa Morón, Chacabuco, Lobos y Cine Victoria (Entre Ríos) y además continúa en la plataforma Cine.ar Play. El actor uruguayo encarna a Pedro, un personaje asfixiado por el fracaso económico y familiar.

-¿Qué te entusiasmó del proyecto de 36 horas para interpretar el rol protagónico?

De un proyecto como éste me atraen muchas cosas. Primero, la posibilidad de hacerlo: soy un actor uruguayo con mucha continuidad de trabajo en la región -tanto en Brasil como en Argentina y en mi propio país-, pero no es que los trabajos aparecen abajo de las piedras. El sencillo hecho de poder trabajar en una película ya valió la pena. Por otra parte, me da mucho placer trabajar en Argentina: ése es un dato que suma a mí motivo de elección. Y finalmente, el guion. Néstor Mazzini me ofreció un gran personaje, que lleva el hilo de toda la película. Y que además no es un personaje pasivo, sino que durante esas 36 horas le suceden muchísimas cosas. Valía la pena también para trabajar diferentes capas, diferentes estados y momentos de ese personaje que estaba enloquecido tratando de resolver su vida en ese corto lapso.

-¿Qué elementos en común encontrás en la historia de 36 horas con la realidad rioplatense?

Hablando de similitudes a un lado y otro del río, el cuento es muy conocido para nosotros los uruguayos. Somos muy parecidos en cuanto a la idiosincrasia. Se podría decir que el argentino es un uruguayo exasperado o que el uruguayo es un argentino manso, aunque eso es una diferenciación para nosotros: el resto del mundo confunde a los argentinos con los uruguayos todo el tiempo.

-Hay un punto de contacto fuerte en las crisis recurrentes, ¿no?

Sí. Nuestras idiosincrasias son las mismas y los conflictos también. Al ser un Estado tan pequeño metido entre Brasil y Argentina, todo lo que pasa en esos países repercute en Uruguay. Nosotros tenemos esos conflictos cíclicos. La crisis de 2001 en Argentina tuvo su correlato acá en 2002. Las corridas bancarias y los bancos que trancan las puertas y se vacían funcionó tanto en Argentina como Uruguay. Los mecanismos financieros, la calesita, el descuento de cheque, los préstamos por fuera del sistema son cosas que recontraconocemos. Y si no las conociéramos de primera mano, tenemos una cercanía próxima con Argentina y un conocimiento tan profundo de lo que allí sucede. No hay que olvidarse de que nosotros no tenemos ficción nacional en televisión, y nos pasamos la vida consumiendo la ficción, la noticia y un montón de información acerca de Argentina.

-¿Qué encontraste en este personaje que hacés en 36 horas de vos mismo?

Me reconozco, por ejemplo, en cierta pasividad que tiene Pedro. El mundo se le viene encima y para el personaje no pasa nada. Tengo algunas reacciones destempladas como algunas que cada tanto tiene Pedro. Y me parece que también tengo algo de las angustias, las crisis y algo de la negación del personaje.

Hay tanta verdad en que te puede pasar todo eso al mismo tiempo, que es inevitable encontrar puntos de encuentro.

-¿Cómo fue el método de trabajo con Néstor Mazzini?

Bastante abierto. También porque se filmó en poco tiempo, de manera muy rápida y en orden cronológico. Fue un set muy cómodo de gente muy agradable y amigable. Eso siempre facilita las cosas, sobre todo cuando tenés que hacer todo en poco tiempo porque los presupuestos son muy acotados. Gran parte de la verdad tiene que ver con que Néstor escribe muy bien los guiones, aunque también te daba la opción de correrte un poco de ese lugar.

36 horas es la primera parte de una trilogía. ¿Cómo continuás con el proyecto, cómo es la evolución de tu personaje?

La segunda parte está bastante terminada y se estrena el próximo año. La tercera está en proceso de preproducción. Hay un pasaje de tiempo entre el fin de 36 horas y el comienzo de la siguiente, donde aparecen zonas de mayor deterioro y el personaje se desajusta un poco más. Es una trilogía trágica, me parece. Mi personaje se complejiza o se ennegrece.

-¿Te entusiasma trabajar en una producción independiente, como el caso de 36 horas?

Sí. Me entusiasma y me parece necesario. Para un sistema y un país es muy inteligente que esas cosas más periféricas se sigan cuidando. Hay que tener cuidado con estos nuevos tiempos que llegan con las grandes compañías de streaming y el momento dorado de las series, para que no se lleven puesto al cine más independiente. Porque la virtud que tiene este tipo de cine es que no está poniendo, necesariamente, el ojo en la segunda, tercera y cuarta temporada. Las series (muchas son maravillosas), tienen la voluntad de prolongarse en el tiempo.

El cine independiente apunta a otras cosas, otros valores, donde el director cuenta lo que desea contar de manera apasionada. Con presupuestos muy bajos, con fechas acotadas, con un elenco que muchas veces está apurado por irse al próximo proyecto. Me parece muy valioso que se cuenten cosas que deben ser contadas y que, quizás, no son tan interesantes desde el punto de vista comercial, pero que terminan alimentando el paisaje audiovisual de nuestros países. En definitiva, es el lugar de formación de gente que después puede pasar a jugar en otras ligas.

Obviamente me gusta también trabajar en otro tipo de películas o hacer series. Por ejemplo, participo en Diciembre 2001, la serie que dirigió Benjamin Avila para Nat Geo.

¿Creés que las plataformas son el futuro de la producción audiovisual?

Tengo poca noción sobre cómo se delinea el negocio. Lo ideal sería que los dos mundos convivan. Que siga existiendo el cine presencial en pantallas gigantes y con la luz apagada, con esa tensión que la sala cinematográfica permite para el consumo de películas y que no te da la sala de tu hogar. Uno cuando mira series se toma su tiempo para hacer un mate, para ir al baño y para comer un bocadillo. Es otro mundo.

Julia Montesoro

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