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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Marcelo Piñeyro estrena ‘El Reino’: «Hicimos una ucronía a partir del regreso de la religión como herramienta política»

Marcelo Piñeyro es junto a la escritora Claudia Piñeiro el cocreador de El Reino, serie de thriller político que se estrena el viernes 13 en Netflix. Con producción de K&S (Matías Mosteirín y Leticia Cristi) y dirección del propio Piñeyro junto con Miguel Kohan, tiene un elenco encabezado por Diego Peretti, Mercedes Morán, Joaquín Furriel, Chino Darín, Nancy Duplaá, Peter Lanzani, Alfonso Tort y Ana Celentano y narra la historia de un pastor evangélico candidato a vicepresidente cuyo compañero de fórmula es asesinado en el acto de cierre de campaña.

-¿Qué encontraste en la historia de El reino, un cruce entre la religión y la política con sus aspectos oscuros, que te interesó desarrollar?

Con Claudia (Piñeiro, la coguionista) notamos que hay un rasgo de la contemporaneidad que es el regreso de la religión como herramienta política. En este siglo volvieron las guerras religiosas, algo que parecía que Humanidad había dejado atrás. Y también advertimos que en las tres Américas, las nuevas iglesias evangélicas son el ariete de una nueva derecha. Que tiene un objetivo claro de restauración conservadora, de hacernos retroceder un siglo. Parten de un sentimiento absolutamente legítimo como es el sentimiento religioso, que es el modo que encontramos los hombres de entendernos en el universo. Utilizan este elemento totalmente legítimo para manipular y llevarnos a una agenda que no tiene nada que ver con eso.

-¿Qué elementos de la realidad tomaban para avanzar sobre estas ideas?

Notamos que esto iba de la mano de una sensación descripta como posverdad, o fake news, donde todo tiende a la cancelación del debate, a la cancelación de la racionalización de la realidad, para llevarlo a una lógica amigo-enemigo, donde ahí no hay nada que pensar: si sos mi amigo te banco todo, si sos mi enemigo no quiero ni escucharte.

Cuando empezamos a cranear El Reino todavía Bolsonaro no era presidente de Brasil. En ese momento se lo veía como un personaje de ópera bufa, una caricatura, alguien que no tenía ninguna posibilidad. Unos pocos meses después era presidente.

Lo que hicimos con Claudia fue decirnos “qué pasaría si…”. Pensando que ese 15% de votos que puede dar el evangelismo es lo que necesita un partido de derecha para imponerse al otro y llegar al gobierno. Armamos una historia totalmente ficcional, donde no hay manera de hacer una traducción directa para decir “este personaje en realidad es tal y este personaje es tal otro”. Es una ficción, una ucronía: un presente posible, pero otro.

-¿Lo llevaron a algún género en particular?

Si bien la podemos enmarcar en un género thriller político, claramente se diría que es una historia de personajes. Ellos son los que llevan la trama, una trama. No soy el más indicado para decirlo, pero creo que está muy bien urdida, muy bien armada. Tiene giros que son muy orgánicos.

Hicimos bastante investigación previa porque no queríamos era caer en la caricatura. No queríamos que el prejuicio nos impida construir personajes que tengan una verdad interior propia.

Y no es una serie que uno quiera saber quién es el asesino: el asesino se sabe desde el capítulo 1. Y lo que querés saber es por qué: qué hay detrás.

-Desarrollaron la historia pensando en el contexto, pero ¿se le puede poner nombre propio al protagonista, que encarna Diego Peretti?

No nos basamos en personajes reales pero sí en el contexto. Ya había llegado Trump al poder y para eso fueron claves los evangélicos. Lo mismo se ve en Colombia detrás de Duque. En Europa, donde también está nueva restauración conservadora, no tiene la forma de las iglesias evangélicas, ero tiene otras relacionadas con los neofascismos y el neonazismo, que se agarran mucho más del tema de la xenofobia. El objetivo es el mismo, basándose en lo más oscuro del ser humano: en los odios, en los rencores, en los miedos. No en la esperanza de vivir una sociedad mejor, más justa, más libre.

 -Es una trama muy local que al mismo tiempo alude a un tema universal.

Es una problemática hipercontemporánea, que en cada región se expresa con diferentes matices, pero hicimos una historia muy local: ocurre en la Argentina, se la nombra, se habla en nuestro idioma. No tuvimos ninguna clase de condicionamientos.

-¿Cómo fue el encuentro inicial con Claudia Piñeiro? ¿Quién de los dos tenía la idea original?

Fue la casualidad. La había conocido cuando adapté Las viudas de los jueves, aunque no la había escrito con ella sino con Marcelo Figueras. Nos dejamos de ver por completo. Hasta que hace unos cuatro años nos convocó un productor español para un proyecto que no nos interesó. Eso provocó el reencuentro. Una noche fuimos a comer y a charlar del mundo y de la vida. Descubrimos que estábamos muy fanatizados por determinadas series. Y que nos había quedado las ganas de trabajar con el otro. De ahí surgió la idea de El Reino. Solo teníamos el punto de partida: este atentado en el cierre de campaña, los personajes y nada más. Con esto fui a ver a Francisco Ramos de Netflix. Le encantó de entrada.

-¿Cómo fue la experiencia de volver al estudio? Más allá del temor al virus, ¿enfrentaste otros fantasmas, como el miedo a las limitaciones o a las dificultades?

¡Podría llenar una ciudad de fantasmas! Tenía mucho miedo, sinceramente. Miedo de que estuviéramos muy protegidos por las máscaras, los barbijos, pero que eso bloqueara la emoción. Sin emoción no hay nada que filmar. El primer mes de rodaje pasamos escenas que se debían hacer en locaciones a estudios, para poder tener todo más controlado.

-¿Cómo dividieron los roles con Miguel Kohan, el otro director?

Miguel fue asistente mío en Cenizas del paraíso y en otras películas: nos conocemos desde hace mucho. El hizo tres capítulos y yo los otros cinco. Eso sí: trabajamos juntos en la preproducción, sin distinguir capítulos, y en los ensayos. No queríamos que los actores se desorienten, sino que sepan que había una unidad de criterio.

-El Reino es tu primera serie. ¿Cuáles son las diferencias más visibles que encontrarse con una película, como realizador y como guionista?

Es muy diferente en el plano dramático en la escritura, en el guion. Hay que pensar en una estructura global de la serie y a su vez estructuras de cada capítulo.

También es muy diferente el modo en que presentás y construís los personajes. En una película de hora y media a dos horas, normalmente hay un tronco narrativo central y lo paralelo es funcional. Aquí no: lo paralelo es paralelo y no es funcional. Tiene vida propia y corre a la par. El modo de de desarrollar los personajes es totalmente otro totalmente otro: en una película tienen que estar sólidamente presentados ante el espectador en los primeros minutos. En la serie hay otros tiempos. Eso cambia la estructura  dramática. La edición también cambia porque tenés que tener en cuenta todo el tiempo la totalidad de los capítulos y cómo se llevan las líneas narrativas.

En el rodaje en sí, no me paré de un modo diferente que en una película. Había que rodar con un poco más de velocidad porque los planes son más más apretados. Por otro lado, no rodamos por capítulo sino por locación. Esto significa que de pronto un día a la mañana firmaba algo del capítulo uno y a la tarde del capítulo siete, lo cual implica también una planificación mucho mayor, Y tener en la cabeza ocho horas de relato y no dos. Y ocho horas donde hay muchas líneas paralelas.

-Al mismo tiempo, ¿cómo fue el trabajo con los actores?

Creo que los personajes están bien construidos dramáticamente. Tener capas para que un actor pueda recorrerlas y jugar con ellas es clave. Hubo muchos ensayos y mucho tiempo después de los ensayos, donde nos quedábamos charlando Mercedes y Diego. Son actores de un enorme talento, pero también de una enorme inteligencia. Ni te cuento cuando volvimos a rodar: fuimos los primeros que arrancamos, y de algún modo si nos iba bien se iban a animar muchos. Entonces también ahí había casi una épica de decir “este puto bicho no nos va a ganar”.

-¿Hacer una serie te hizo replantear el futuro del audiovisual?

No sé cuánto tiempo seguiré rodando, pero pienso seguir haciendo películas. Y también alguna otra serie. La pandemia genera una circunstancia particular: los cines se abren o se cierran viste, la gente todavía no se anima a ir, se aceleró muchísimo el proceso del streaming.

Con circunstancias tan atípicas no se pueden sacar conclusiones de futuro: tenemos que esperar a que se establezca una normalidad. La que fuere, pero vamos a volver a una normalidad.

Pero nada muere: todo convive y encuentra su forma. El placer de ver una película en una sala de cine rodeados de desconocidos, viviendo la misma emoción en el mismo instante, es irremplazable. El placer de ver algo que está sucediendo adelante tuyo en una sala de teatro, sin saber lo que va a pasar en el minuto siguiente, es irreemplazable. Todo va a volver a convivir cuando nos encontremos un nuevo orden.

Julia Montesoro

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