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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Luis Machín protagoniza «La funeraria»: «La psicología de los personajes le da otra profundidad al terror»

Luis Machín es el protagonista de La funeraria, ópera prima de Mauro Iván Ojeda, una incursión al género del terror paranormal que se presenta en el Cine Gaumont y otros espacios Incaa y en la plataforma de Cine.ar. Es su regreso al cine de género, después de su primera experiencia en Necrofobia (2013, Daniel de la Vega) y más recientemente, del estreno online de Matar al dragón (2020, Jimena Monteoliva).

-¿Qué te atrajo de la propuesta de La funeraria?

Tiene que ver con algo más macro que La funeraria en sí, y es puntualmente el cine de terror. Es un género que en los últimos años se empezó a desarrollar de manera contundente y continua. Muchos directores son especialistas en un género que además tiene sus particularidades y sus reglas. Y también sus citas: esos directores son grandes conocedores, hacen sus homenajes y tienen sus rituales.

Hay algo muy claustrofóbico en el guion y no solo es por la temática, sino porque los personajes no salen de adentro de esa casa. Todo sucede en ese espacio que comparten. El condimento es que ese lugar una casa de sepelios.

Mi personaje es el dueño del lugar. Vive con su mujer y la hija de ella. Opera con los cadáveres que van llegando. De a poco, la historia nos va introduciendo en la psicología de los personajes. La tinta no está sobrecargada en el muerto, sino en lo monstruoso que pueden ser algunos comportamientos. Estos condimentos le dan una profundidad distinta.

-¿Cuál es tu primera referencia con el cine de terror?

Como a la mayoría de los chicos, nos daba curiosidad el maestro del terror en la Argentina, que curiosamente era un español: Narciso Ibáñez Menta. Instaló el género en televisión, con programas con gran rating que no se volvieron a comparar en la historia, como Viaje a lo inesperado o El hombre que volvió de la muerte. Curiosamente, en 2007 trabajé en la remake.

Cuando empecé a trabajar, Daniel de la Vega empezó a convidarme sus películas. Las leía y los personajes no me resultaban atractivos. Me resultaban pequeños, me daban ganas de desarrollar más. Eso llegó con Necrofobia. Me gustaba el personaje porque me daba la posibilidad de jugar. Me causaba gracia lo que me decía: “cuando les ofrezco un guión de terror a un actor o actriz, me miran como si les ofreciera hacer una porno, como si tuviesen una fijación de que el género tiene algo de clase B”. Acepté hacer esa película y un montón de colegas me empezaron a llamar: “¿vos vas a hacer esa película? Porque me pasaron este guion y no sabía qué hacer, pero si la vas a protagonizar vos digo que sí”. Así aceptaron trabajar Raúl Taibo, Viviana Saccone, Julieta Cardinali.

-En 2020 participaste en Matar al dragón, otra película de terror, ópera prima de Jimena Monteoliva. Y este año en Sector VIP, de Eduardo Pinto. Las dos se estrenaron online. ¿Cómo asumiste la imposibilidad de estrenar en pantalla grande?

En principio se vivió con mucha angustia…y se sigue viviendo igual. Fue cambiando el paradigma de cómo se asocia ahora lo visual con la respuesta del público. Yo mismo ingresé a un mundo que antes tenía muy alejado de mí. Me descubrí mirando películas y series en el celular, cosa que en otro momento me hubiera parecido un horror. La pandemia fuerza a analizar la situación desde un lugar distinto. Si uno no se da cuenta de cómo se va a empezar a mirar ahora la ficción, nos vamos a melancolizar mucho y nos vamos a poner muy tristes por un largo rato.

-¿Las plataformas llegaron para reemplazar al cine?

Nada reemplaza la experiencia de ver cine frente a una pantalla gigante. Pero no sé si el cine va a volver a tener ese lugar en nuestras vidas. Hay una generación que no tiene el prurito de ver una película en una notebook. No tienen tanto problema en no ir al cine. ¡Bueno, lo tomarán como algo extraordinario! Las películas se estrenan en simultáneo en el cine y en una plataforma. Es una generación que va avanzando sobre la otra.

Hay otro mundo, otra forma de mirar y otra posibilidad de aceptación de que el mundo cambió definitivamente. Nosotros, los que hacemos ficción, también tendremos que hacer ingresar esta posibilidad, porque es la que va ser la generadora de contenido.

Pero el cine no se va a morir. Como al teatro no lo reemplazó el cine y al cine no lo reemplazó la televisión. Todo se ha ido nutriendo uno del otro y no desapareció ninguno.

-¿Qué puede pasar en las plataformas con el teatro?

Hay que aceptar esta nueva forma para ser partícipes activos. Yo hice una obra grabada a tres cámaras en el Teatro Nacional Cervantes. Estábamos horrorizados porque la mayoría somos gente que hizo mucho teatro. ¡Por supuesto que no es teatro! Pero después te das cuenta que llegás a mucha gente en otros lugares de Argentina. Ellos saben que esto no es teatro pero les gusta. Llegás a alquien que vive en Tierra del Fuego y puede verme y eso es muy bueno, porque no sé si voy a ir alguna vez a Tierra del Fuego.

Yo mismo ingresé a ese mundo viendo obras del San Martín en youtube con Alejandro Urdapilleta. O con Jorge Suárez, a quien no había podido ver porque estaba haciendo otra obra en ese mismo momento. ¡Y la pasé bomba!

-¿Cómo sobrellevás la dificultad de volver al escenario?

Hice unos programas con el Ministerio de Cultura de de Santa Fe y con el Ministerio de Cultura de Córdoba, charlas por vivo por Instagram (no sabía lo que era un vivo de Instagram, me lo explicó mi hijo de 12). De repente, en medio de la pandemia, estaba generando contenido y recursos.

Pero la pasé mal…Todavía la paso mal. Los primeros momentos me parecieron horribles. Además no fuimos considerados una actividad esencial, lo cual si te ponés a pensar es lógico. Aunque también es cierto que es una actividad para el alma y le vino muy bien a la gente. El año pasado fue la nada, y además encerrados y sin ser una actividad esencial. Como un montón de otras actividades, sin saber cuándo íbamos a volver. Pero nosotros con la certeza de que lo nuestro iba a ser lo último que se iba a poner en funcionamiento. De hecho, lo fue.

-¿Evaluás la posibilidad de volver a presentar una obra?

Me saqué de la cabeza la idea de hacer teatro. No me dan ganas. Desde el momento en que partís de la idea de que el 30 o el 50 por ciento del público es el total. Eso reduce muchísimo y a mí me cuesta. Ni siquiera pienso en el unipersonal que estaba haciendo.

La pandemia me agarró en un ensayo general con público de La fiesta heroica en el Nacional Cervantes: era una adaptación de Rey Lear, dirigida por Ricardo Bartís. La tuvimos que bajar. Eso fue un golpe durísimo. Ya ni quiero hablar de esto. No hablo con el Cervantes y tampoco el Cervantes pregunta demasiado. Nos dijimos de hacerla en 2022, pensando que este año iba a seguir así. No nos equivocamos. Estamos en agosto, con la capacidad al 50 por ciento y no sabemos si por la Delta no se vuelve todo para atrás. El teatro está muy muy muy golpeado. El sector nuestro está en una situación desastrosa. Se activó el audiovisual, pero ahora tenemos que pagar todas las deudas que generamos. Y las condiciones de trabajo son cada vez más más duras, más estrictas.

-¿Además de los protocolos?

Sí. Ahora te piden confidencialidad sobre lo que estás haciendo. Es estrictísimo. No te puedo decir lo que estoy grabando. No se puede. Llegan a ver una foto por ahí y se genera un problema. Antes hacíamos teatro, cine, televisión y arreglábamos los horarios. Ahora hay exclusividad. con contratos que vienen elaborados en otros países. Claro que allí el cachet del protagonista es bastante más alto que el nuestro. Son condiciones de trabajo que se van modificando de manera muy rápida y uno debe aceptar porque está como atajando penales todo el tiempo.

-¿Estás trabajando en un proyecto de esas características?

Sí. Y solo puedo decir que es una serie vinculada a sucesos históricos de momentos muy difíciles de nuestro país y que son seis capítulos. Nada más.

-¿Cuál es tu presente en el cine?

Terminé el rodaje de Perros del viento, de Hugo Grosso, en Rosario. Filmamos un mes con mi mujer (NR.: Gilda Scarpetta) y Lorenzo, mi hijo mayor. Es una historia sobre perros suicidas. No es un mito urbano: en los años 90 se construyó el Parque España sobre una barranca que da al río y al Colegio Español. Una cantidad de perros empezó a tirarse por la baranda. Caían sobre el patio de la escuela. Aunque pusieron barandas de contención, cada tanto vuelve a ocurrir. Este hecho, desgraciado pero cierto, sirve de base para contar una historia de vínculos, de amor y desencuentro. Es un proyecto que se venía postergando por la pandemia y cuando empezó a rodarse nos agarró el peor mes de la provincia de Santa Fe, con el sistema sanitario colapsado. La terminamos, pero con la sensación de estar en guerra. Como la compañía shakespereana de El vestidor, que hacía la gira teatral respirando en medio de las bombas. Hay que apelar al factor suerte y que no se enferme nadie y haya que parar un rodaje.

-Mientras tanto, otras películas en las que participaste esperan fecha de estreno.

Ya sabemos que las películas uno las hace y no se estrenan rápidamente. Filmé Siete perros en Córdoba, dirigida por Rodrigo Guerrero, durante todo enero y la primera semana de febrero del año pasado, justo antes de la pandemia. Está empezando a tener recorrido por festivales internacionales.

Milagro de otoño fue hecha en 2018. La dirigió Néstor Zapata y trabaja mi hijo mayor. Se presentó en festivales pero quedó sin estrenarse.

Y también están terminadas Lennon’s, La sombra del gato y Sola, todas de José Cicala.

Si no se pueden estrenar en salas, también está la posibilidad de Cine.ar. Por un lado es una posibilidad de recupero que tiene la producción. Y por otro, es la forma en que el cine argentino puede tener mucha visualización. Después de todo, uno siempre hace cosas y le gusta que se vean.

Julia Montesoro

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