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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Lucas Gallo estrena «1982»: «Es una observación sobre la generación de la violencia y la cuestión de la argentinidad»

Lucas Gallo utilizó únicamente material documental de archivo televisivo para conformar 1982, un ensayo sobre la Guerra de Malvinas (y por extensión, con cualquier conflicto bélico) con las voces y las imágenes congeladas en ese año trágico. En la apabullante sucesión de testimonios recogidos por el aparato mediático oficial se devela una línea discursiva impostada y triunfalista, como estrategia para ocultar la tragedia que se avecina.

1982 se estrenó comercialmente el jueves 1 de abril, víspera del día del desembarco en las islas, antesala de la guerra. La película es la primera de una trilogía documental –Gallo está trabajando en la segunda- sobre la historia argentina reciente.

-¿Querías hacer una película sobre Malvinas, sobre la dictadura o sobre la influencia de los medios de comunicación en la sociedad?

Quería hacer una película partiendo desde un acontecimiento histórico, como el conflicto de Malvinas, y a partir de ahí poder hacernos preguntas.

Malvinas como construcción de las fronteras y de los mitos fundacionales de los estados. La construcción de que las Malvinas son argentinas (o no) es a través de relatos, de una historia que caló tan fuerte en la sociedad que genera un tipo de unión interesante para revisar y cuestionar.

En esa construcción influyen los medios de comunicación, tanto de hace 40 años como de ahora. En las narrativas de los acontecimientos siempre se habla de “madurar” como país, pero a la vez todo el tiempo se mira para atrás.

También hay otra capa: la película observa la violencia, se ve cómo se va construyendo. Y genera incomodidad porque en una sociedad narcisista y soberbia, vemos qué nos pasa como sociedad y como individuos, cómo se manifiesta la necesidad de pertenecer.

La guerra también sirve para preguntarnos por su razón de ser. Yo soy pacifista, antimilitarista, y veo que cualquier solución a un conflicto por las armas o por la violencia es muy primitivo. Lo venimos haciendo hace miles de años y no viene funcionando.

-¿Cuál fue el archivo, el documento o el recuerdo que te decidió a hacer un documental hecho solo con los registros audiovisuales de los medios de comunicación?

Me gusta muchísimo ver archivos de youtube. Y me decidí cuando vi la convocatoria del 10 de abril, cuando (Leopoldo) Galtieri sale al balcón y dice “si quiere venir que vengan”. Más que su discurso, me interesaba más la voz en off de una mujer periodista que decía algo así como “por fin todos los argentinos estamos unidos”. Alguien decidió eso que se estaba diciendo: había una línea editorial. Me hizo pensar en cómo se generan los acontecimientos. Cómo se cuenta algo tan trágico y trascendental como una guerra. Y encima con colimbas, chicos que no querían ser profesionales, a quienes de repente el Estado los ponía en medio de una guerra. Allí encontré la película. Ahora todos tenemos una cámara en la mano, pero en ese momento solo filmaban los medios hegemónicos o los mainstream.

-¿Cómo y cuándo decidiste que esos registros de época fueran el guion de la película? ¿Estaba en el proyecto inicial o se modificó conforme fueron apareciendo los elementos que conforman el documental?

No había un guion inicial. Durante seis años me metí en ese mundo de cómo se contó la guerra según la versión oficial, pero no tenía claro hacia dónde iba. Cuando empecé a mostrarlo a amigos y a mi productor (que también es amigo) me presionaron para que le diera un corte. Yo sentía que tenía pequeñas escenas, como canciones, pero no el concepto del disco: no sabía cómo unirlas. Pero empecé a dividirlo en meses, como capítulos, siguiendo un orden cronológico. Aunque uno sabe cómo terminó, seguir cómo ese proceso se fue cayendo a pedazos me ayudó a cerrar la historia.

-¿Buscaste testimonios de época o viste filmografía sobre Malvinas?

No mucho. Ese fue otro gran desafío: hay muchísimo cine sobre Malvinas. Había que contar algo distinto. No quise testimonios actuales: todos son de época. La película es un viaje a 1982, con testimonios en caliente, del momento. En esa construcción colectiva, encontré una observación sobre la generación de la violencia y sobre la cuestión de la argentinidad.

-¿Qué archivo buscaste o quisiste tener y no apareció, o te lo negaron?

Nunca encontré en la televisión argentina la escena de la Plaza el día de la rendición, con la gente enojada lanzando piedras y la brutal represión policial tirando gases lacrimógenos. Ese material lo aportó la televisión inglesa.

Allí también encontré un discurso de Margaret Thatcher al final de la guerra que es casi idéntico a otro de Galtieri al comienzo: “los ingleses siempre estuvimos juntos, unidos”. Es que a la casta política, sea militar o democrática, la guerra les sirve para sacar de foco los problemas y tener más control.

-¿Qué te sorprendió de la línea discursiva de esa casta? ¿Qué encontraste allí que no esperabas?

Me generó un eco con lo que pasa ahora: cada vez veo más que los políticos sobreactúan. Eran mucho más trágicos los militares, porque decían que podían ganarle una guerra al imperio británico. También noté en la película una incapacidad brutal para las buenas discusiones. Claramente a la clase política no les interesa lo que les dice el otro: siempre hablan desde ellos. La metáfora es la gente que ya no saca fotos de lo que ve sino selfies. La película trata de pensar esas cosas. Yo también digo que la herida que dejó la dictadura es brutal. Es una tragedia. Pero curiosamente, uno oye y ve esto y parece que los militares bajaron de la nave espacial. Si uno cree que estos tipos son “el otro”, que “nosotros” somos los buenos y “ellos” los malos, puede volver a pasar.

-1982 se presentó mundialmente en Amsterdam antes de la pandemia. ¿Qué devolución recibiste de ese público, supuestamente lejano y desinteresado de un conflicto situado en el Atlántico Sur?

En Holanda hay una especie de afinidad con Argentina porque recibieron una gran cantidad de exilados en la época del proceso. En las charlas apareció fuertemente el tema del colonialismo. Surgió una incomodidad interesante: esa conciencia de que Europa tiene sus puntos estratégicos en el planeta les genera algo de culpa.

-En 1982 tenías solo dos años. ¿Por qué Malvinas?

Desde que tengo uso de razón veo “las Malvinas son argentinas”. Y me pregunto por qué esta en todos lados, cómo se construyo eso. De pequeño me parecía muy extraña esa situación con unas islas lejanas, no terminaba de entender. Meterme ahí fue un desafío para entender esos símbolos a través de la pelicula.

Yo viví en casa eso que en España se llamó “la primavera democrática” a través de mis hermanos mayores, los amigos de mis padres o los familiares que volvían del exilio. Sentí que volvíamos del infierno. Malvinas fue de alguna forma el final de ese infierno. Realmente estaba la sensación del “nunca más”. Hay muchas películas sobre la dictadura y yo me metí en el final. Y fue una buena experiencia investigar ese final de proceso. Más de una vez me planteé qué hubiera pasado si los ingleses se iban y si hubiera quedado como un logro heroico de la dictadura. Y me aterra pensar en eso.

Norberto Chab

Foto principal: Paulo Fest

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