DIRECTORAS, el ciclo de Género DAC y GPS audiovisual en la sala virtual de Cine Arte Lumière (www.cineartelumiere.com.ar), presenta Rosita (2018), de Verónica Chen, protagonizada por Sofía Brito, Marcos Montes y Dulce Wagner. Se exhibe el viernes 16 a partir de las 20 hs. hasta el domingo 18 a las 22 hs., en forma libre y gratuita.
Rosita explora la maternidad moderna. Es un universo atravesado por los vínculos, el miedo y las relaciones entre padres e hijos. Especialmente los niños, que ocupan el corazón del relato.
-¿Cuáles fueron los principales disparadores que te motivaron a contar esta historia sobre la maternidad, y también sobre el prejuicio?
Es una película que habla de los vínculos entre los adultos en torno a los niños. Me interesaba ver qué pasaba cuando en una casa (un poco producto de la necesidad, de la urgencia y de las circunstancias), tenían que convivir forzadamente adultos que tienen un vínculo familiar, pero que son prácticamente desconocidos. Y cómo esa convivencia genera roces que derivan en la violencia contenida de él y las necesidades y las ganas de vivir de ella.
– Rosita pone el eje en la maternidad en la soltería: sus hijos son de distintos padres, con el prejuicio que eso conlleva. ¿Creés que se ese prejuicio se sigue sintiendo, especialmente para la mujer?
Si hoy una mujer dice que tiene tres niños pequeños en forma escalonada, cada uno de padres diferentes, recibe una mirada un poco de reprobación de la sociedad. Sobre todo, si no está vinculada con ninguno de esos padres. Eso es puramente prejuicio, y me interesaba muchísimo. Pero también me interesaba empoderarla: ella no es ni se siente una víctima. Ella trabaja, tiene a sus hijos, tiene una pulsión de vida muy fuerte. Quiere vivir, tener otro novio, salir. Y no por eso es mala madre. En todo caso, la pregunta que levanta la película es quién es una mala madre, quién tiene derecho a decir eso.
–Rosita tuvo un largo recorrido por festivales. ¿Qué opiniones recibiste de los espectadores, especialmente de las mujeres?
La recepción fue sorprendentemente polémica en todos lados. En general, la gente no iba sola. Entre las parejas o grupos de amigas, la discusión gira siempre sobre si ella tuvo razón o tuvo derecho. El 99 por ciento de las mujeres la defendían; en general, los hombres no. A tal punto generó esa discusión que hasta cuando la estábamos haciendo en posproducción surgió el debate. “Bueno, al final él es bueno y ella se pasó un poco”, era el comentario. A un nivel muy básico. Pero fue llamativo que esta conversación surgió entre nosotros, el grupo de trabajo, que conocíamos la película de memoria.