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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Sebastián Martínez dirigió «El mundo entero»: «Tardé 10 años en hacer este documental; en 10 años Piria construyó un mundo»

Como si fueran rastros de una civilización perdida, Sebastián Martínez advirtió en el enigmático trazado de Piriápolis –tan cercana geográfica, cronológica y fisonómicamente- un enigma a develar. O más de uno. Aun sin poder resolver del todo esos misterios que subyacen (o subsisten) en una ciudad que exhibe restos de un antiguo esplendor, después de años de investigación y de cotejar testimonios estrenó su documental El mundo entero. Está basado en la vida de Francisco Piria, un hombre polifacético que en muy pocos años de diferencia pasó de conocer el hambre a ser el inventor y dueño de una ciudad. El documental se exhibe en Cine.ar.

-¿Quién era Francisco Piria para vos antes de pensar en el documental?

Un auténtico desconocido. Nunca lo había oído nombrar. Ni siquiera en los primeros días en que conocí la ciudad. El clic fue en una visita guiada que proponía el Argentino Hotel y a la que me sumé un poco por aburrimiento. Ahí me enteré de la existencia de un tal Francisco Piria y sus proyectos faraónicos. Fue un descubrimiento absoluto.

-¿Qué información sobre el esoterismo y la alquimia tenías antes del proyecto?

La verdad es que ninguna. Me tuve que poner a leer textos para entender un poco. Los libros de alquimia son bastante crípticos. No me resultó sencillo. La investigación fue tan larga que al final, para cuando llegué al rodaje, ya me había familiarizado bastante con el tema. 

-¿Qué conocías de Piriápolis?

Había estado de pasada alguna vez, de chico. Recordaba la cercanía del Pan de Azúcar sobre todo, pero no tenía imágenes concretas de la ciudad. Muchos años más tarde, cuando llegué de adulto, lo primero que vi fue el Argentino Hotel. Pensé en un error de cálculo, que alguien se había confundido y había plantado el edificio en el lugar equivocado.

-¿Qué elementos en común encontraste entre la vida de Piria y la tuya, en qué te identificaste o qué elementos autorreferenciales incorporaste?

No vino por ese lado la conexión. Me impactó lo magnífico del personaje, con sus luces y sus sombras. No creo tener puntos en común con Piria. Yo tardé casi 10 años en hacer este documental. Piria en 10 años era capaz de construir un mundo. 

-¿Cuál fue la idea inicial del documental, y en qué medida se fue modificando hasta llegar a la película terminada?

Cuando volví a Buenos Aires después de mi descubrimiento de la ciudad y de su fundador, escribí una suerte de story line. Decía algo así: “Un hombre imagina una ciudad a la europea en un paraje inhóspito del Uruguay. Todavía no hay caminos para llegar. Todavía no existe el turismo. Sin embargo la construye igual. ¿Por qué?”

Algo más tarde entendí que la historia de Piria es de alguna manera la historia de Piriápolis, y viceversa. No se puede contar una sin la otra. Además de sus construcciones grandilocuentes, de sus monumentos traídos de Europa, de su red ferroviaria, de sus mitos, Piriápolis es más que nada la idea de un mundo propio hecho realidad. Un escenario sobre el que se refleja, en cada metro cuadrado, la figura enigmática de su fundador.

Sobre esta idea escribimos el guión (junto con Valeria Groisman) y mucho más tarde, en montaje (Iara Rodríguez Vilardebó -Federico Rozas), seguimos esa dirección. 

-¿Qué datos, documentos o información que desconocías apareció durante el proyecto, y cómo incidió eso en cambiar el eje de la narración?

Investigar a Piria es como abrir la caja de Pandora. Para seguirle los pasos hay que leer sobre ferrocarriles, explotación minera, vitivinicultura, propagandística, arquitectura, política, literatura, hotelería, turismo, fuentes medicinale, y finalmente, por si faltara algo, las cuestiones ocultas que incluyen la masonería, lo esotérico y la simbología alquímica. Digamos que la investigación estuvo repleta de sorpresas, por la multiplicidad de caras que mostraba el personaje. La veta esotérica o alquímica es una de las más sorprendentes en ese sentido, pero a la vez era la más complicada de plantear y de hacerla visible. 

-El dron permite descubrir (o redescubrir) diversas figuras geométricas en el trazado urbano y arquitectónico, así como los planos cercanos exponen vitrales, rosetas o monumentos; todo conforma una simbología desconocida a los ojos del espectador común. ¿Qué nos enseña esos trazos y esas figuras que nos está vedado? ¿Qué revelaciones (no dichas en el documental) encierran?

La simbología es un tema de eterna discusión en Piriápolis. Para muchos es contundente y pueden reconocer en ella un cierto lenguaje, para otros son ideas trasnochadas. El trazado mismo de la ciudad -su diagrama, su forma – tiene figuras de la kaballah que pueden reconocerse a simple vistaLa ornamentación muestra signos templarios en algunas veredas, una cantidad de estatuas y fuentes abiertas a miles de interpretaciones. A mí me resulta imposible saber si finalmente eso termina por componer un mensaje, pero me pareció muy tentador explorar esa idea. Lo que es resulta indudable es que fue el propio Piria quién decidió poner ahí esas señales. Él decidía absolutamente todo en Piriápolis.

La idea de mensaje oculto me obsesionó durante años, Con el tiempo descubrí que más allá de obtener una respuesta concreta lo interesante era explorar ese universo. En lo personal nunca me importó demasiado qué tan cierto pudiera ser aquello. Me interesó desde lo visual, me abrió la puerta para jugar con lo sensorial y el misterio. Lo tomé como un disparador de preguntas.

-¿Qué grado de empatía o cercanía mostraron los habitantes de Piriápolis antes y después de la película? La gente de Piriapolis nos dio todo el apoyo. Sin embargo, el documental no interactúa demasiado con los habitantes de la ciudad. Podría haber sido una línea narrativa: estuvo como posibilidad durante el desarrollo del proyecto. Más tarde decidimos ir por otro lado. Decidimos no intentar retratar el aspecto costumbrista. En gran parte porque quería que el único personaje de la película fuera Piria (y su ciudad). Es decir, quería que los investigadores dieran sus distintos puntos de vista y con ellos construir buena parte del relato, pero no darles tratamiento de personajes en lo que respecta a su vida cotidiana, actividades, etcétera. La última generación de trabajadores de Piriápolis que tuvieron trato directo con Piria, y cuyos padres fueron hacedores de la ciudad, murieron a fines de los 90. Eso me hubiera interesado, pero cuando descubrí esta historia ya era tarde.

¿Qué elementos no revelados decidieron no exponer o no exhibir?

No hay secretos guardados. Hay puntos de la vida de Piria en los que decidí no explayarme, como la saga familiar u otros pasajes que finalmente no entraron en el documental, pero tiene que con cuestiones de ritmo, o de economía del relato y aspectos narrativos más que nada, no por haber ocultado alguna revelación.

-¿Qué explicación le encontraste al estado de abandono de las construcciones de un siglo atrás (el castillo que fue su vivienda, el templo, por ejemplo), majestuosas, imponentes, arquitectónicamente valiosísimas? No incluyo el Hotel Argentino porque fue salvado por un grupo empresarial, aunque tenía el mismo destino.

Es que solo la mano de Piria podía mantener ese microcosmos en perfecto equilibrio. Al morir quedó un vacío de poder, y un vacío financiero también. Hubo un primer momento, muy breve, en que las cosas siguieron funcionando por inercia. Pero no tardó en languidecer. Con el tiempo el puerto, el tren, el castillo y los grandes hoteles pasaron a manos del estado uruguayo. El pueblo en el que cada detalle estaba pensado en función de cuestiones estéticas y simbólicas empezó a depender de presupuestos municipales. Y sabemos cómo resultan esas cosas en Sudamérica, lamentablemente.

-¿Tiene alguna simbología no dicha las maquetas de los edificios de la ciudad colocadas y/o retiradas en una bandeja? 

Las miniaturas no tienen una simbología específica. Es un recurso narrativo que yo asocio con la mano de Piria, o con esa idea del hombre que juega a construir su propio mundo (o que juega a ser Dios, exagerando un poco).

También me pareció que era interesante contraponer la idea del proyecto fastuoso de ciudad sofisticada con el souvenir de balneario, ese tipo de baratija fabricada en serie que nadie quiere recibir como regalo.

-¿Cuándo advertiste que tenías toda la información ordenada para darle el corte al documental, y cuál era el final que querías darle?

En el proceso de montaje. En una primera etapa hicimos un armado cronológico y con todas las escenas que en primera instancia quería que formaran parte del documental. Después de tres meses de trabajo llegamos a una versión que duraba cerca de dos horas. Después nos planteamos romper la estructura lineal y sabíamos también que había que despejar información. Era imposible contar todo. Era contraproducente. Así se empezó a delinear la versión definitiva, que llevó otros dos meses más. El final de la película no fue fácil de encontrar. Por un lado había varias posibilidades, por el otro creo que en mi caso existe una resistencia a cerrar una película. Da un poco de vértigo.

Norberto Chab

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