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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Ana García Blaya estrena «Las buenas intenciones»: «Es un homenaje a la nena de diez años que fui»

El jueves 5 de diciembre se estrena Las buenas intenciones, ópera prima de Ana García Blaya, protagonizada por Javier Drolas, Amanda Minujín, Jazmín Stuart, Juan Minujín, Ezequiel Fontenla, Sebastián Arzeno y Carmela Minujín.

La directora afronta el desafío de reflejar el mundo adulto de una pareja divorciada, en la que cada uno representa un modo de vida diferente, a través de la mirada de una niña de diez años, Amanda. Ella debe tomar decisiones que le están reservadas al mundo de los mayores: cocina sola en una casa para un hermano menor, convive con las relaciones íntimas ocasionales de su padre, decide con quién quiere quedarse cuando llega el momento de la separación geográfica de sus padres. Los peligros parecen estar al alcance de la mano, pero la realizadora no estructura su relato (sus recuerdos), desde lo dramático. La protagonista disfruta ese paso prematuro a la madurez como un juego de casilleros, donde progresivamente asume nuevas responsabilidades sin perder la alegría.

Ana García Blaya dialogó con GPS audiovisual acerca de su ópera prima.

-Una mirada posible de la película es que la protagonista no vivía como un hecho traumático la inmadurez –cuando no irresponsabilidad- de su padre. ¿Esa es la mirada que guardás de tu propia infancia? ¿O fue una elección para el guión?

No lo vivía como un hecho traumático. Tal vez, más adelante me di cuenta de que esa decisión de tener que elegir entre una mamá y un papá lo fue: cuando me vi frente a una hoja en blanco diciéndome sobre qué puedo escribir. Pero en ese momento no había punto de comparación: eran nuestra mamá y nuestro papá. Era la normalidad, y cuando estábamos con ellos nos sentíamos en manos de adultos, nunca en peligro, ni veía aquello que veo ahora que soy madre.

Tomé la decisión de mantener lo primero que salió al escribir, que fue la mirada de esa nena de diez años. Y además mostré lo que veía sin juicio de valor, desde mi lugar de ahora de adulta. Simplemente exposición y fidelidad a ese punto de vista de esa niña.

-Las figuras paternas parecen estructurarse en torno a la dicotomía entre “padre presente inmaduro” y “madre ausente pragmática”. Otra vez: ¿son así tus recuerdos infantiles o había que subrayar esa diferencia de roles por necesidad del guión?

Padre inmaduro-madre pragmática es una buena definición. En cuanto a lo de ausente-presente, ambos estaban presentes, de acuerdo al régimen que habían acordado. Con estilos bastante diferentes, pero físicamente estaban. En este caso se presentan más los momentos vividos con mi papá, pero no es la proporción real de tiempos que pasábamos con ellos. Tal vez sea la que queda en mi memoria: para una niña, siempre tiene más importancia si el papá fue divertido o lúdico, aunque esté dos días por semana. Pero mi madre nunca estuvo ausente: siempre se ocupó de la parte de responsabilidades, de las enfermedades, de aquello en lo que hacía agua mi padre. En la película, la relación entre ausencia y presencia es subjetiva.

-También es un homenaje a los niños que maduran forzosamente: tomando decisiones, valiéndose por sí mismos frente al mundo adulto, desafiando el peligro real sin saberlo. ¿Cuándo tomaste conciencia de ello?

Por supuesto, también es un homenaje a mis hermanos. Hoy veo que somos un poco sobrevivientes de esos tiempos, y que entraría en desesperación si supiera que mis hijos corren esa suerte. Pero sí, siento que es un homenaje a mí misma. Cuando la veo a Amanda, y me acongojo a ver su actuación, y lo que vivió, también estoy amigándome con aquella niña que fui, en el medio de una decisión que afectó bastante en el forjamiento de mi personalidad. Es un homenaje a mi niña de diez años, y a estos padres, que aunque a veces se ausentaban, siempre era en un marco de amor. Fue difícil manifestarlo de grande y contar esta historia. De hecho estoy juzgando acá, en esta nota, pero en la película no lo hago: están representados con bastante amor.

-Teniendo en cuenta que la protagonista-heroína es una mujer, ¿se la puede calificar como una película feminista?

Todo se puede mirar desde el feminismo, a partir de la lucha contra un montón de mandatos. Pero en este caso la película intenta reflejar otra cosa. Sí esa niña claramente en el futuro será una defensora y una luchadora feminista. Este es el momento previo de una futura feminista.

No sé qué puedo hacer que no tenga algo feminista. Acá el tema no es tanto la lucha por los derechos de las mujeres sino por los de los niños, esos hijos o hijas mayores que a veces tienen que cargar con cuestiones importantes cuando los adultos no ocupan su lugar. La película habla sobre las relaciones entre padres e hijos. De todas formas el feminismo empapa todo. También se lucha desde el trabajo, desde el rodaje.

-¿En qué momento decidiste que el guión necesitaba escenas reales, filmadas en super 8 o VHS  para uso familiar, articuladas como un registro documental paralelo a la ficción?

Tenía una idea inicial de utilizar algo. Había usado el material (que era de mi padre) para referenciar a los departamentos de arte y vestuario. Pero en la posproducción apareció ese (y otro material nuevo) como un redescubrimiento. Lo empecé a probar de a poquito y me pareció que la película ganaba en sinceridad. La ficción empezó a funcionar como una especie de representación que anclaba en lo real, en esos VHS viejos de los 90. Me exponía un poco más, pero me gusto así.

-¿Cómo fue el proceso de reencontrarte con esas películas? ¿Qué registro familiar nuevo –que no recordabas o no conocías- apareció, que enriqueció la narración cinematográfica?

Conocía casi todo el material y sabía cómo usarlo. Pero me sorprendió cómo sirvió un montón aquello que tanto me aburría cuando lo veía (mi mamá filmaba y nosotros cada tanto siempre veíamos esos videos). Todas las veces que filmaba por la ventanilla del auto las calles, los autos o la ruta, mientras yo pensaba por qué no nos filmaba a nosotros. Se transformaron en oro: esos planos abiertos que no pude hacer por falta de presupuesto o de tiempo sirvieron un montón. Fue tan valioso ahora como aburrido en mi infancia.

-Como cualquier película autobiográfica o autorreferencial, el final no es solo lo que la historia “te pide”, sino lo que decidís a partir de tus propios recuerdos. ¿Cómo decidiste que el final ese y no había más para contar?

Nunca escribí sabiendo hacia dónde iba. Jamás. Escribí sin saber por qué el relato empezaba en un living donde en la noche anterior había una fiesta, con tres niños durmiendo en los sillones. Inconcientemente fue esa última charla final con mi padre. Cuando lo conté sentí que ya estaba. Tiene un final muy claro: no se podía avanzar más que hasta ese momento.

Lo escribí de un tirón hace diez años: fue muy mágico, no va a volver a pasarme. Necesitaba sacarme de encima esa historia. Tras la muerte de mi padre, me la volví a cargar para hacer otra obra: distinta, reinterpretada, plasmada en un producto audiovisual.

-La película circuló por distintos festivales: Toronto, San Sebastián, Mar del Plata: ¿cuál es el denominador común de la devolución del público?

Es el amor por sus padres o por sus hijos. En Toronto, una chica japonesa se me acercó y me dijo “esta es la historia con mi padre”. En San Sebastián, un montón de pibes jóvenes -ni habían nacido en los 90- me decían “ojalá ganes, porque tengo un papá así”. Por diferentes motivos de relaciones básicas familiares la gente se identifica. Y en la Argentina fue mucho más fuerte porque captaban más detalles. Ahí caí en la cuenta de que esto podía interesar a cualquiera, no solo a mis seres queridos. Es muy argentina y noventosa.

-La película surgió hace diez años, a partir de un taller de guión cinematográfico. Allí afloraron los recuerdos familiares, la impronta autobiográfica, el tributo a los años 90 y a la figura paterna. Allí surgió tu propia voz como guionista y directora. ¿Sos guionista y directora para siempre? ¿Hay una segunda película en tu cabeza? ¿El camino es el cine? ¿O se trataba de cumplir el objetivo con “Las buenas intenciones”?

Ya veremos. Apostamos a los procesos: esta peli nos transformó, nos sanó; de hecho, me transformó también en directora. El proceso fue más importante que el resultado. Mi intención es seguir apostando a los procesos. Estoy en medio de otro, que puede devenir en otra película.

Me sorprende todo lo que sucedió. Venía trabajando como guionista pero con historias ajenas. Pensé que esta experiencia me iba a servir para conseguir más trabajos como guionista. Pero también tengo un montón de cosas filmadas y escritas, y me encuentro en un momento de unir, de visualizar y a la vez de compartir con otro –en este caso, mi hermano Pablo-, en una etapa de transformación y sanación. No sé si puede terminar en una película, o tal vez en un disco. Me di cuenta de que tal vez sirva para esto.

-Dicho esto, ¿qué cambió de tu vida para siempre en el momento en que viste la película terminada por primera vez?

La primera vez que la vi terminada (con sonido, color, títulos, lista para ser entregada), sentí que hacía justicia: una niña se estaba expresando y haciéndose escuchar por primera vez. Había podido encontrar una forma creativa de mostrarme. De exponerme (que no me molesta, mientras sea en estos términos) desde el amor y sin juicio de valor. Y también sentí la satisfacción de haber podido dirigir este barco y hacerlo llegar hasta el final.

Norberto Chab

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