El jueves 2 de mayo se estrena Los miembros de la familia, segundo largometraje de Mateo Bendesky, que tuvo su estreno mundial en Berlinale Panorama en 2019. Protagonizada por Tomás Wicz, Laila Maltz y Alejandro Russek (con una breve participación final de Sergio Boris), se exhibe en la sala Leopoldo Lugones, Arte Multiplex de Belgrano, Espacio INCAA de La Plata y en Cines del Centro (Rosario).
El relato sigue el periplo de Lucas (17) y Gilda (20), dos hermanos que viajan a un pequeño pueblo costero para intentar cumplir la última voluntad de su madre recientemente fallecida: depositar sus restos en el mar. Desafortunadamente, el único “resto” con el que cuentan es su mano prostética, aunque como dice Gilda “da lo mismo, mientras nos lo saquemos de encima”.
Listos para volver a casa, un paro nacional de transporte los deja varados en el pueblo. Lucas, obsesionado con el fisicoculturismo y las peleas de contacto, encuentra en la costa tierra fértil para explorar su sexualidad y los límites de su cuerpo. Gilda, aún afectada por su reciente estadía en un centro de rehabilitación y obsesionada con su “mala energía”, pone a prueba innumerables terapias y métodos de adivinación para intentar encontrar algún sentido en el mundo que la rodea.
Atrapados en un limbo, deberán confrontar el espacio vacío que dejo el suicido de su madre, al mismo tiempo que despiden su adolescencia y se enfrentan a la ambigüedad de la vida, la muerte y el fitness.
“Desde el día que dejé de ser uno, me interesó hacer una película sobre adolescentes –expresó su director con relación a Los miembros de mi familia-. Siento que hay algo en ese mundo transicional y confuso que me interesaba revivir en un film, ya que, quizás, a través de ese proceso, podría entender mis propios años adolescentes.
Partiendo de esta base, la película tiene dos tópicos centrales: la adolescencia y el duelo, procesos que considero fundamentales en la construcción de la identidad y del sentido propio. Me interesa explorar la adolescencia como estadio medio, como una sala de espera a la adultez donde el cuerpo y la mente se encuentran en pleno desarrollo, pero todavía no tienen una dirección concreta.
Lucas y Gilda, los protagonistas del film, ya no son niños, pero tampoco son adultos. De algún modo, la única opción que tienen es esperar: a que sea el día siguiente, a que se termine la huelga de colectivos, a tener edad para mudarse solos, a que alguien venga a salvarlos.
Del mismo modo, Lucas y Gilda tampoco son adolescentes típicos: Lucas, obsesionado con su cuerpo, encuentra en el físico-culturismo y las peleas de contacto una válvula de escape para sus inquietudes sexuales. Gilda, por su parte, acaba de abandonar un centro de rehabilitación y busca de forma desesperada algo de sentido en el mundo que la rodea. Esto, sumado a la tensión constante en su relación, hizo que su aventura excéntrica en un mundo sin adultos me resulte aún más interesante de retratar.
Desde siempre me interesó el tema de los vínculos familiares: mi ópera prima, “Acá adentro”, ya trabajaba sobre estos temas (particularmente sobre las relaciones padre-hijo), y mis cortometrajes “El ser magnético” y «Nosotros solos» profundizaron sobre esto al tratar dos relaciones distintas entre hermanos.
Al igual que los vínculos familiares, el hogar (y la relación entre los espacios y las personas que los habitan) es un tema que me intriga y que me interesa explorar a través de mis películas.
Como dos exploradores perdidos en la niebla, Gilda y Lucas avanzan con pasos firmes sin tener en claro hacia dónde van ni por qué. Esta imagen es para mí la más precisa para definir al duelo y a la adolescencia al mismo tiempo, y es la forma que elegí para retratar la historia de estos hermanos en el film.
Opuesto a la idea de “final feliz” donde los protagonistas encuentran el sentido de su vida de forma instantánea como en un curso de autoayuda express, me interesa mostrar cómo este tipo de iluminaciones se suelen dar en la vida cotidiana: no como explosiones de sentido, sino como breves destellos de esperanza en medio de la oscuridad, que permiten convencernos -aunque sea por un momento- de que nuestra vida y nuestro mundo siempre pueden ser mejores”.
Bendesky nació en Buenos Aires en 1989. En 2011 completó sus estudios en la Universidad del Cine (FUC) donde, desde 2014, se desempeña como docente de la materia Producción Ejecutiva. Acá adentro (2013), su ópera prima, formó parte de la competencia internacional del BAFICI, del Festival Internacional de Cine de Thessaloniki y del Festival Internacional de cine de Ourense, entre otros.
Actualmente, se encuentra desarrollando “La fiebre”, su tercer largometraje, proyecto que participó del Cinemart del Festival Internacional de Rotterdam 2019 y ganó el premio ARTEKino International, otorgado por la televisora franco-alemana ARTE, al mejor proyecto de dicho mercado.
FICHA TECNICA
Guión y dirección: Mateo Bendesky
Productoras: Varsovia Films / Volpe Films
Productores: Agustina Costa Varsi / Diego Dubcovsky / Mateo Bendesky
Producción ejecutiva: Agustina Costa Varsi
Dirección de fotografía: Roman Kasseroller
Dirección de sonido: Santiago Fumagalli
Montaje: Ana Godoy
Dirección de arte: Mirella Hoijman
Vestuarista: Analía Bernabé
Música: Santiago Palenque
Duración: 85 minutos