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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Victoria Carreras concluyó «Hijas de la comedia»: «Indagué cuánto pagamos las mujeres sometidas al patriarcado por subir al escenario»

Como parte de una trilogía que habla de una dinastía de mujeres artistas con más de tres siglos de permanencia, Victoria Carreras finalizó Hijas de la comedia… Familia de actrices, tres siglos en escena, que si bien remite a sus ancestros, al mismo tiempo ahonda en su propio origen y sus elecciones de vida. Tras su ópera prima Merello x Carreras, concluirá el tríptico Amor al cine, como un tributo final a sus antepasados y también a su destino, vinculado indisolublemente a la escena.

¿Qué es Hijas de la comedia… Familia de actrices, tres siglos en escena?

Tiene que ver con mi historia personal, y con mi familia y su camino en el cine y en el teatro. Remite a tres siglos de mujeres en escena que quizás sean más, aunque la documentación solo me permite certificar que son trescientos años. Las mujeres de mi familia somos actrices sin parar. Una tras otra: madre, abuelas, bisabuelas, chozna, madre de la chozna. Hace trescientos años que somos actrices y nos llamamos María. Todas, menos una que fue Matilde Díez, mi tía tatarabuela, actriz favorita de la Reina Isabel II. Era considerada la perla del romanticismo español. Nació en 1818 y murió muy longeva. Era hija de actriz.

-¿Cómo llegaste a ella como el origen de esta dinastía?

A raíz de una charla con Antonio Banderas. Como formo parte de la Academia de Cine de Argentina, me invitaron a una entrega de un premio a él. Fui con la ansiedad de conocerlo. Extrañamente, en vez de hablar de cine, él habló de teatro. Contó que en España siempre fue muy difícil acceder al mundo teatral porque estaba controlado por las familias de teatro. Era un oficio que se transmitía de padres a hijos, muy endogámico, una costumbre ancestral. En sus inicios se encontró con esta problemática. Yo abrí los ojos porque me empezaron a resonar los cuentos de mi abuela. Él dijo que cuando era joven fue a Madrid para probar suerte y se alojó en la casa de un amigo uruguayo. El lugar quedaba en una calle que llevaba el nombre de una actriz poderosísima y bravísima: Doña Matilde Díez. Yo levanté la mano y le dije “creo que es mi tatarabuela”.

-Esa fue la punta del ovillo

Fueron mis quince minutos de fama con Antonio Banderas. Se me acercó para decirme que Matilde Díez tenía una calle con su nombre en Madrid y otra en Barcelona. Allí comencé una investigación que duró cinco años. Me di cuenta de lo monumental que fue esta ancestra.

-¿Por qué Hijas de la comedia?

Porque en el año 1500 dictaron una ley en España: decía que las mujeres después de cumplir los doce años solo podían estar en el escenario acompañadas del padre o del marido. Ahí se inicia algo que marcó a mi familia: este concepto de trabajar en familia con el padre, que se perpetuó a partir de esta mujer. Esa tradición de la que hablaba Antonio y que yo rompo (porque me tocó ser la rebelde de mi familia cuando era adolescente) como antes la rompió Matilde, aunque a ella le costó carísimo.

-¿Qué descubriste de Matilde Díez hasta llegar a hacer el documental?

Es una figura gigantesca, que tiene monumentos, calles con su nombre y hasta su propio teatro dentro del Palacio Real de Madrid. En uno de mis viajes fui al Palacio Real y me mostraron cajas con los archivos de ella, con sus cartas de puño y letra. Conocí historias increíbles. El documental está cruzado por un trabajo de constelación familiar, que tiene que ver con sanar esos ciclos que se van repitiendo. Esas cosas que inconscientemente nos encontramos repitiendo: el nombre María, el oficio, las glorias y pasiones del oficio y también los pecados. Cuando empecé a indagar quise saber cuánto hay de original en mí y cuánto estoy repitiendo. Y a la vez empecé a darme cuenta del precio que tuvimos que pagar las mujeres en general para poder subirnos al escenario, vinculadas y sometidas al patriarcado.

-Cuando te preguntás cuánto de esa genealogía hay en vos, ¿qué te respondés?

Bucear en la genealogía va más allá de mi historia personal: es una invitación a las personas que quieran indagar sobre su propia raíz. Como la sucesión padre abogado-hijo abogado o madre médica-hija médica. Hay un concepto del judaísmo que es la teshuvá, que significa “recapitular”. Recapitular la propia historia tiene como objetivo documentar el pasado para sanar el presente y el futuro. Esta historia tiene que ver con la peripecia de las mujeres que me precedieron, para honrarlas en su limitación y en su gloria también. Y entender qué se juega o se estaba jugando en mí en determinados momentos. Porque una cosa es “ser hija de”, y otra es “ser nieta, bisnieta, tataranieta de”. Si la lógica es que desde el 1500 en España la mujer debía ser “hija de” o estar casada para estar en un escenario, quiere decir que la madre de mi chozna era “hija de” o “casada con”. Toda mi vida fui muy autogestiva. Y me emocionó descubrir que cuando Napoleón Bonaparte entró a la Corte Española, en el ayuntamiento de Madrid se formaba el primer sindicato de actores. Ahí estaban mis ancestros, con nombre y apellido, reclamando para que se forme la primera compañía de teatro oficial de España. Allí entendí de dónde vengo y mi raíz.

-Y hacia dónde vas, ¿no? Porque entiendo que dirigir –con lo que implica eso para una mujer- es también una forma de romper con esa tradición.

Sí, claro. Lo que pasa es dirección teatral y cinematográfica no había, claramente. En cambio, las mujeres de la familia estaban ligadas al empresariado: formaban compañías y se lanzaban a la mar. Matilde Díez fue la primera en España en cantar una zarzuela. Formó su compañía y se vino a hacer eso a América. Se divorció del marido, quien también era una eminencia. ¡Se divorcia, lo cual en ese momento era impensado, y se viene a América, a traer la zarzuela! En ese momento eso significaba tener una visión muy comercial y popular del teatro, y eso también tiene que ver con mi familia, el concepto de un teatro y de un cine de masas.

-A propósito de esto que contabas que decía Antonio Banderas, que era muy difícil acceder, ustedes durante mucho tiempo fueron llamados “el clan Carreras”.

De eso se habla en la peli y hay situaciones muy divertidas. Me divierte mucho interpelar a mi vieja, que tiene ochenta años y está espléndida. El documental tiene algo de esa tensión que aparecen en las relaciones entre madre e hija, registrado espontáneamente y que estaba antes de que se prenda la cámara. Esas discusiones con mi madre acerca del clan, por ejemplo, son muy divertidas.

-¿Cómo hiciste para convencerla de volver al cine?

Mercedes es una todoterreno. Tiene más de treinta películas, pero además fue la compañera de un hombre que filmó noventa y cinco películas en un momento donde no había computadora ni celulares: cortaban y pegaban con plasticola y a mano. Estamos hablando de moviola, de 35 milímetros, un cine de estudio que no existe más. Cuando me preguntan cómo lograron hacer tantas pelis yo digo que fue porque mi viejo la tenía a ella. De hecho, la trilogía se completa con Amor y cine, centrado en la obra de Enrique, este hombre que filmó dicha cantidad de películas.

-¿Por qué Amor y cine?

Porque indudablemente es amor por el cine, un amor por su equipo de filmación y una historia de amor entre Mercedes y Enrique, que fue una manera de producir cine también. Aunque mi vieja siempre actuaba pero estaba atrás, era como la secretaria perfecta: era correctora de guion, continuista, tenía mucho conocimiento sobre el cine.

– De eso no tengo dudas, pero me refiero a  si se avino fácilmente a rever la historia, sobre todo porque me imagino, no lo estás diciendo pero puedo leerlo, que ponés en cuestión muchas cosas.

Eso es lo más divertido: cuando entramos en cuestión. Es muy interesante lo que pasa. Eso es Hijas…, esa puesta en cuestión de su perspectiva y la mía. Hay momentos en los cuales vamos perfecto, y de repente nos miramos y nada que ver. De eso se trata el amor también.

-Vos ibas a empezar a filmarla en 2018 y en un momento se interrumpió y cambiaste la perspectiva. ¿Retomar el proyecto en este contexto de la industria paralizada en pandemia fue una forma de reaccionar a eso?

Hijas… atravesó un gobierno que en lo personal me resultó muy hostil, el de Macri. También la pandemia. Investigué sin saber si el Instituto la iba a aprobar. Parte de la filmación era la vieja normalidad, y el fin del rodaje me agarró con una nueva normalidad: el set se transformó en un quirófano. Pero la película la tenía que hacer.

-¿Cuál es el camino con Hijas de la comedia?

Veremos si entra al Bafici y si hace su recorrido de festivales. Uno tira redes al mar y después la película encuentra su camino, su target y su lugar.

Julia Montesoro

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