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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Sandra Gugliotta inaugura Construir Cine con «Retiros (in)voluntarios»: «Quienes vivimos el drama de la reconversión laboral sabemos de qué se habla»

Retiros (in)voluntarios, el documental de Sandra Gugliotta, es la película inaugural de la 8ª edición del Festival Construir Cine, que tiene lugar desde el jueves 13 hasta el sábado 29 en forma gratuita a través de las plataformas Construir Cine, Contar, Lumiton, Octubre TV y Vivamos Cultura, que funcionan como sedes online.

Se trata de un documental que muestra cómo los parentescos entre la política de los 90 de Argentina y la de Francia veinte años después perjudicaron la vida de tantas personas.

El 2 de julio de 2008 a las cinco y media de la tarde, un hombre de 53 años llamado Jean-Michel fue arrollado por un tren en Saint-Lyé, un pueblo de 3.000 habitantes ubicado al este de Francia. No se sabía si había sido un suicidio o un accidente. Gugliotta investiga en el pueblo, les pregunta a diferentes habitantes qué piensan de aquella tragedia. Para varias personas Jean-Michel se había suicidado, tras acumular demasiadas angustias y problemas; cuanto más pregunta la voz en off, más se multiplican los interrogantes. Pero hay un detalle de la vida de Jean-Michel que lo conecta con Argentina: había sido empleado en una empresa telefónica hasta que una privatización lo dejó sin trabajo. Ese es el germen de una película que, desdoblada, se reconvierte en tres.

Retiros (in)voluntarios forma parte de una trilogía que comenzó con Suicidios telefónicos y concluirá con El Proceso. ¿Cuáles son los ejes comunes que atraviesan las tres producciones, que además son tres documentales?

Suicidios telefónicos aborda el mismo tema que Retiros (in)voluntarios, pero con un armado mucho más centrado en las entrevistas, en lo testimonial. El proceso tendrá que ver específicamente con la narrativa del proceso judicial que pasó en Francia, donde los CEOs de France Telecom fueron juzgados finalmente por acoso laboral. Se transformó en un juicio histórico porque fue primera vez que los máximos representantes de una empresa fueron sometidos a ese juicio. Y además porque las víctimas participan: hay un cambio en las vidas de ellos porque al fin son escuchados, de repente pueden presentarse como demandantes.

Retiros… es un documental que muestra las similitudes en los procesos de reconversión laboral de los años 90 entre Francia y Argentina. ¿Cuándo lo advertiste y qué te llevó a hacer una película en torno a ese tema?

El origen de la película fue una noticia –de hace unos diez años- que daba cuenta de que muchísima gente se estaba suicidando en Francia como secuela las privatizaciones. Después de eso descubrí un libro que desarrollaba el tema: La privatización de los cuerpos, de Damián Pierbattisti. Cuando empecé a pensar en el proyecto formalmente, nos reunimos y se convirtió en un gran colaborador. La película no reproduce la historia del libro, pero está desarrollada a partir del mismo. Damián estudió la correspondencia entre las privatizaciones de Francia y la Argentina y lo que pasó en los dos países.

-¿Cómo tomaste la decisión de filmarlo?

Al principio fue muy difícil. Y duró bastante ese principio (risas), porque a priori parecía inflamable. Si yo te doy como título “una película sobre las privatizaciones” ¡es un embole! Pero cuando empecé a tomar contacto con las personas, y empezaron a surgir las historias, la idea cobró vida. Eso es lo alucinante de las investigaciones: una vez que empecé, aparecieron muchos testimonios.

-Los mismos testimonios te fueron marcando el camino para rodar la película.

¡Me siguen escribiendo hasta hoy y todavía la película no se estrenó! Al comienzo creí que nunca iba a tener acceso a las familias porque lo que hay no es solamente la historia de los muertos: es la de sus familiares, de los compañeros de los suicidados. Pero la gente empezó a abrir la puerta y con mucha fragilidad, casi como una catarsis, me empezó a contar cosas terribles. Eso me hizo decidir por contarlo en términos de una película. Lo más complejo fue qué hacer con tanto dolor, porque son historias muy dolorosas.

-Un detalle no menor de las secuelas de la ola privatizadora es que uno de los miles de trabajadores que quedaron sin empleo fue tu propio padre.

Eso lo descubrí durante el trabajo de montaje junto con Juan Loustaunau,  mi colaborador y compañero de ese trayecto de la película. Parece tonto, pero no había explorado en mi interioridad. Me movía el entusiasmo por el tema. Y cuando vi la película armada me dije ¡qué tonta! Estaba contando algo que tiene que ver con mi intimidad.  

Los que tuvimos un drama de reconversión laboral, que fuimos afectados por las políticas de los 90, sabemos de qué se habla. Claro que repercute en las casas lo que pasó. Como en Francia, donde hubo unas expectativas de una generación, que imaginaba que el mundo iba a ser de una manera, y de repente cambió el paradigma y quedaron desprotegidos. Y eso es lo que me repercutió en lo individual, en lo íntimo.

-Queda como un tributo a ti papá y a los trabajadores…

(Risas) Amo a mi papá, obviamente, y me emociona mucho pensarlo así. Pero todavía no pudimos disfrutar la película por la pandemia, en el sentido de la comunicación con la gente. Es una peli para verla con gente. Porque tiene que ver con los trabajadores, con la gente que se construye a sí misma desde el lugar del trabajo. Con esa clase media trabajadora que aquí o en Francia pierde el trabajo y que no tiene cómo ganarse la vida y necesita reformular su vida antes de pensar que no vale nada.

-Las huellas del desempleo no son solo económicas y familiares sino también psicológicas, ¿no?

Sí. No solo eso: creo (es una hipótesis mía, no sociológica sino de la vida) que este tipo de crisis les afecta más a los hombres. En las historias de las mujeres encontré más resiliencia. Hubiera querido darle una vuelta más a la película con este tema. Pero tuve que decidirme a cortarla, porque si no, no la terminaba nunca más (ríe).

Julia Montesoro

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