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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Paloma Coscia de Luque anticipa su documental sobre Jorge Coscia: «Será un mapa emocional de mi padre para entender mi propia mirada»

Paloma Coscia de Luque es hija de Paula de Luque y del recientemente fallecido Jorge Coscia y lleva de ambos los genes artísticos. Guionista y realizadora del cortometraje de ficción Cuarto B (seleccionado en quince festivales nacionales e internacionales), es además compositora y letrista musical.

Actualmente está produciendo un largometraje documental llamado transitoriamente El caminante, sobre la vida y obra de Jorge Coscia, su padre, director, exsecretario de Cultura de la Nación, ex presidente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, apasionado por la política y referente de la cultura.

La conversación revela aspectos sobre sus inquietudes y proyectos, pero hay en ella un explícito tributo al recuerdo de su padre.

-El año pasado se presentó el cortometraje Cuarto B, que además fue seleccionado en 15 festivales nacionales e internacionales. ¿Cuál fue la primera referencia cinéfila que recibiste de tus padres y en qué circunstancias?

Mi viejo siempre tuvo un compromiso por lo nacional y popular. Paradójicamente, cuando era muy chica (mis padres estaban separados y él vivía en Perón y Junín), íbamos mucho a Blockbuster y a videoclubes de barrio porque me gustaban mucho las películas de terror, y con él tenía la oportunidad de verlas, ya que mi mamá no me dejaba.

Veía películas como Chucky o La momia, películas bien “cipayas”, como diría él, adjetivo al cual suscribo. El a la vez me hacía ver películas que para mi corta edad eran espantosas, como Nazareno Cruz y el lobo. Años después lo reconocería como un maestro, aunque no haya visto toda su filmografía (tampoco vi toda la filmografía de mi viejo).

Mi viejo se manejaba entre esa dialéctica de ir al cine conmigo a ver películas bien yanquis conmigo y por otro lado trataba de adoctrinarme un poco, como consecuencia de que yo también le pedía ver películas de grande y mucho cine bélico.

-¿Con él veías todo tipo de cine?

El cine para adultos lo veíamos en su casa: con el diario del lunes puedo decir que era como una travesura entre él y yo, porque mi mamá no estaba de acuerdo. En general veía  pocas películas de industria nacional. Ibamos específicamente al Hoyts del Abasto o al cine Los Ángeles, a ver películas para niños (como Narnia), y en su departamento se daba la travesura de ver películas no aptas para todo público.

-Además de ser realizadora, escribís guiones, sos videasta y compositora musical. ¿Cuál de estos roles artísticos te define mejor?

No lo sé. Tal vez sea una respuesta un poco dura, pero yo me animé a abordar la obra propia y a mostrarla en la intimidad y a otros cuando mi viejo se enferma. El porqué lo desconozco. Y no es porque no me estimulara, todo lo contrario. De él heredé lo multifacético, querer cumplir con un montón de lenguajes al mismo tiempo: igualmente, el lenguaje plástico audiovisual no lo tengo ni en pedo, así como él tampoco tenía el lenguaje musical. Aunque me lo estimuló él. De hecho, me regaló mi primer teclado.

No sé en cual me reconozco más. Sé que la música es un lenguaje que tengo guardado hace mucho. Lo tuve muy reprimido y recién el año pasado, durante la pandemia, volvió a surgir. En cuanto al cine, es el mejor de los lenguajes porque articula todo. Además es una herramienta política.

-¿El cortometraje fue un paso a nuevos proyectos?

Sinceramente, no me senté a escribir Cuarto B pensando en hacer un corto y filmarlo. Fue un ejercicio que surgió en una clase de guion, tenía que escribir una escena con determinada consigna. Lo leí en clase y gustó mucho, entonces decidí filmarlo para acumular puntaje para el INCAA. Ni pensé en la difusión del cortometraje, porque soy muy pudorosa y hay muchas cosas del corto que no me gustaron. Lo pensé sobre todo para eso, y como una instancia para un próximo proyecto de largometraje que sí estaba escribiendo. Lo que sí puedo decir es que los dos días de rodaje del corto fueron días muy felices. Inclusive, con mi papá enfermo (que me tuvo muy triste), esos dos días fueron un paréntesis más allá del resultado.

-Tu papá inspiró un proyecto de largometraje. ¿En qué consiste?

El año pasado terminé de consolidar en mi cabeza la idea de hacer un documental. Yo lo defino como un mapa emocional de mi viejo, para entender también mi propia mirada y mi propia identidad. Me apropié y repetí muchos discursos de mi papá pensando que si él lo decía, yo iba a pensar lo mismo. Pero ahora que no está, siento que entre tanto discurso hay cosas que yo misma tengo que esbozar.

El documental es una herramienta para inmortalizarlo, una instancia catártica y también una manera de encontrar mi propia mirada, de separarme de la filmografía de mi viejo, de mi vieja. No quiero que sea una película militante: no puedo evitar su trayectoria militante, pero no quiero que sea solamente eso. No tengo un guion escrito: voy filmando circunstancias. Empecé a filmar situaciones familiares cuando él ya estaba muy deteriorado.

-En tu labor artística, ¿qué características de tus padres reconocés en vos?

Si puedo empezar con las malas, sé que soy un poco resentida, de carácter muy cabrón. También bastante narcisista: no de creérsela o tener ego; todo lo contrario, tengo el ego muy débil. Todos los artistas tienen narcisismo, pero algunos lo disimulan apelando a cierta retórica de la autoestima. Yo no voy con eso de tener autoestima: siento que si me halagan es porque doy pena o me están mintiendo. Empecé con las cosas malas, pero porque estoy en un aura de mucho duelo.

Entre las cosas buenas, soy una buena persona y soy sensible. Incluso a veces me paso un poco de sensible y termino siendo vulnerable. Pero creo que soy una persona que se preocupa por el otro y eso se expresa en el arte también. Es una característica que heredé de los dos.

-¿Cómo te gustaría que fuese recordado?

Cómo está siendo recordado: que ese recuerdo se mantenga, que no sea algo circunstancial de homenajearlo por su muerte durante algunos días y listo. Cuando un hombre retira el cuerpo (y esto es una frase de él), deja un mandato. Y con un hombre capaz se puede lidiar, pero con un mandato no. El deja un mandato muy grande en materia de gestión cultural. Hay una manera de recordarlo a través de los homenajes, en términos simbólicos. Eso está muy bien, porque lo simbólico nos constituye. Pero también hay un mandato en materia de políticas públicas, y es que permitió que todos pudiéramos filmar. Independientemente de la idoneidad. Hay una frase de Cristina que decía: “tengamos derecho a ser mediocres desde la industria audiovisual también”. Con mi papá filmó todo el mundo y así quiero que se lo recuerde. Perpetuando el mandato que le dejó y capaz no le reconocieron en vida. Mucha gente no lo reconoció en vida y creo que eso es inherente a la condición humana.

-¿Quién era para vos?

A veces un héroe, a veces un pesado. No conocí muchas cosas de él porque no estaba pendiente de todo lo que hacía. Recién conocí la villa 21-24 de Barracas porque le hicieron un homenaje en la Casa de la Cultura, tras su muerte. El me insistía mucho para que fuera. Yo interpretaba eso como que quería que todos estuviésemos pendientes de él. Capaz que lo único que quería era que su hija estuviera orgullosa de él. Y yo estoy profundamente orgullosa. Es el mejor padre que pude tener.

Julia Montesoro

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