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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Osvaldo Santoro, protagonista de «Yo, traidor»: «Es la parábola bíblica del hijo pródigo trasladada a una época de capitalismo voraz»

Osvaldo Santoro es uno de los personajes centrales del thriller político Yo, traidor, de Rodrigo Fernández Engler, que se exhibe en más de 20 salas de todo el país. La película (que entró en su segunda semana de exhibición) está protagonizada por Mariano Martínez (en un inusual rol dramático), Jorge Marrale, Arturo Puig, Sergio Surraco y Mercedes Lambre.

Yo, traidor es una producción de Protasowicki Engler Producciones, Midú Junco Producciones Cita con la Vida Emprendimientos Audiovisuales, que trata sobre Máximo Ferradas, empresario e hijo menor de una poderosa familia de pescadores de toda la vida, le pide a Francisco, su padre, su parte de la herencia.

Así, comienza un largo viaje que lo llevará hacia tierras lejanas, intentando construir su propio “imperio”.

Se instala en “Perla del Mar”, un pueblo pesquero en la Patagonia argentina, donde conoce a Caviedes, un agradable y enigmático empresario que le ofrece la cima de los negocios; a Coletto (Osvaldo Santoro), un pescador artesanal, con quien se enfrenta a muerte por la ley de pesca; y a Maite, una hermosa y solitaria mujer, de la que se enamora por primera vez.

Máximo se sumerge en este “mundo”. Allí, tan vertiginosamente disfrutará de su ascenso, y después sufrirá su caída… para luego encontrar su redención.

Tras el estreno, Santoro decidió tomarse unos días de descanso en Córdoba. Atravesé una etapa compleja de salud. Tuve un problema en una cuerda vocal, un tumor que traté con 35 aplicaciones de rayos. Mientras, seguí trabajando en RTA. Las consecuencias posteriores de la radioterapia son de un agotamiento muy grande, así que fue necesario parar”, explicó.

-¿Cómo impactó en vos la sensación de participar del estreno presencial de Yo, traidor?

Es una gran alegría. Más allá de que uno haya hecho muchas películas y se haya visto muchas veces en el cine, fue bastante extraño volverse a ver en una película. Que además me gustó mucho: me pareció muy bien dirigida, con un argumento sólido, con buenas actuaciones. Fue una alegría concreta donde se cumplieron dos cosas al mismo tiempo: ver después de mucho tiempo la pantalla grande y ver buenos trabajos y una buena película.
-¿Qué había en la propuesta que te entusiasmó?

Varias razones. Una de ellas, fundamental, fue la curiosidad de saber cómo una parábola de la Biblia -como la del hijo pródigo-, podía ser aggiornada en el siglo 21. Además, el personaje que me ofrecieron era muy particular, distante de los que por mi cara, generalmente, me llaman: de malo, de fuerte, de recio. Acá no deja de ser recio, pero tiene otras características. Y por otra parte, ya había trabajado en Hojas verdes de otoño, con el mismo grupo del que son productores Julio Midú y Fabio Junco, que también fue muy linda y se pudo estrenar después de mucho tiempo con el tema de la pandemia.

-Fuiste dirigido en más de 20 largometrajes. ¿Qué encontraste, en particular, en Rodrigo Fernández Engler?

Es difícil encontrar un director que coincida el rodaje con el guion que uno leyó. Trabajé con muchos directores, muy conocidos y con mucho prestigio, pero no todos coinciden con el guion original. Sobre la marcha se va modificando: se corrigen, se sacan y ponen cosas en la filmación. En Yo, traidor vi que estaba todo atado a un guion que me había gustado mucho. Me gustaban los textos y la idea de mi personaje, desde cómo empieza hasta como termina. Me pareció valioso un director que respeta lo que escribe. Que por otro lado, lo escribió él.

-El propio Rodrigo nos contaba que, si bien es la parábola bíblica del regreso del hijo pródigo, no es una película religiosa.

Más allá de que no tiene nada de religioso, hace unos días me preguntaron cuál era el libro que más había influido en mí y yo respondí que fue la Biblia: allí hay una gran cantidad de conflictos que fueron aprovechados por escritores desde épocas remotas. El material del hijo pródigo es una maravillosa parábola, y lo que hizo Rodrigo es trasladarla a esta época de mucho conflicto, de un capitalismo voraz, de una necesidad de algunos de tener mucho sin pensar en el resto. La película habla de eso también.

-¿Quién es Coletto, el pescador que interpretás y cómo te metiste en ese rol?

Fui concejal cuatro años (NR.: 2013/2017 del Partido de Tres de Febrero), estuve quince años de secretario general de SAGAI y actualmente soy vicepresidente de Radio y Televisión Argentina. Siempre me llamó la atención lo relacionado con lo sindical y con defender los derechos del otro. Este personaje tiene esa característica y allí encontré un punto de contacto muy fuerte. Un aspecto muy rico es la ambigüedad que muestra: parece malo pero es de otra manera. Tiene que estar muy bien escrito para poder interpretarlo de esa manera. En este rol se dio eso: me parecía que tenía puntos de contacto y que era un desafío para desarrollar.
-¿En algún momento pensaste que no se iba a estrenar o iba a tener destino de plataforma?

Sí, claro. Alguna vez trabajé en un Telefé que nunca salió al aire. No es anormal. Con la pandemia y el tiempo que llevó hasta que se pueda ver en un cine, pensé que no iba a llegar a verse en una pantalla grande. Por eso digo que es una gran alegría: no hay comparación posible. Uno puede verlo en una televisión de 32, 48 o 60 pulgadas pero nunca es como en el cine. Tuve miedo de que no llegara. Pero por suerte está en las salas.

-¿Hay que dejar de pensar en términos de películas y producir contenidos para plataformas?

No: hay que pensar en no ser traicionero con las propias iniciativas. La plataforma no nos puede marcar a nosotros lo que debemos hacer. Nosotros debemos seguir haciendo un cine que tiene prestigio. Que no es poca cosa, entre los directores enormes que tenemos y los premios obtenidos en el exterior. Hay una realidad que nos supera: las plataformas han captado al espectador de una manera notable. Pero como sucedió con la radio o con el libro, el cine no se va a perder nunca y eso es una realidad. Uno puede decir que lo va a ver en la plataforma, pero no es lo mismo. Como no es lo mismo leer un libro y dar vuelta una hoja que leerlo en un ebook. También se decía que la televisión iba a matar a la radio, y la radio tiene un poder enorme.

La realidad es que las plataformas tienen muchos socios, mucha gente que se suscribió, mucho dinero en todo el mundo y manejan, de alguna manera, el mercado. Con todo eso -lo digo como actor-, lo importante es que paguen los impuestos que corresponden, sobre todo los derechos de propiedad intelectual, que todavía no pagan.

-Este es un tema sobre el cual se está trabajando fuertemente desde varias entidades vinculadas a la industria audiovisual.

Para nosotros es un tema central. Nosotros tenemos acuerdos con todos los canales de televisión, con cable y demás, pero no con las plataformas. SAGAI tiene un juicio de hace más de seis años con YouTube que nunca prospera. YouTube usa mi cara todo el tiempo que quiere y cobra por eso. Pero no es gratuito, porque uno paga un cable o internet para acceder. 

-En tu enorme trayectoria de más de cuatro décadas de actividad, ¿qué encontrás en el cine que no encontrás en otras disciplinas?

Cuando me preguntan qué pongo primero, digo sobre todo el teatro. Los actores fuimos educados para el teatro, no para el cine ni la televisión. Pero lo más cercano al teatro es el cine, y lo que tiene de maravilloso el cine es la construcción en la cabeza del actor.

Cuando filmé La vida empieza hoy en Barcelona, hace unos seis años, empecé por la última escena. Y mientras pensaba cómo haría para construir las primeras. Ese es un mecanismo del actor en cine, un desafío muy grande. En el teatro uno juega sin red: no tiene opción, una vez que empieza la obra no hay vuelta atrás, no se puede pedir perdón y volver a empezar. En el cine lo puede hacer a veces: hay mucho dinero en juego y se complica. En la televisión uno para cuando quiere, si no te gusta una escena podés volver a hacerla. Hay algo más concreto y más comprometido en el teatro, luego en el cine y, finalmente, en la televisión.

Julia Montesoro

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