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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Federico Rotstein estrena «Satori Sur»: «Miguel Grinberg es inabarcable: es un tipo que vivió muchas vidas»

Satori Sur, el documental de Federico Rotstein que se estrena el jueves 13 en Cine.ar, se introduce en el universo de Miguel Grinberg, un pionero de la corriente beatnik local, que a través del periodismo y las letras fue una pieza clave en la contracultura criolla de los años 60.

La película apenas puede mostrar un recorte de su vida, inabarcable al decir del propio Rotstein: aparecen los libros que nunca escribió, su curiosidad por una poesía hasta entonces desconocida, las revistas culturales anticipatorias, su costado místico, su cumpleaños de 80, sus trasnoches radiales en Radio Nacional, su ámbito privado –un laberíntico entramado de ambientes cuyo único escenario son estantes desbordados de libros- y Nueva York como referencia icónica, vinculada a su amistad con el poeta Allen Ginsberg y el cineasta Jonas Mekas. Un imposible contacto telefónico con Mekas –estratégicamente multiplicada durante la película- surge como una sarcástica demostración de la imposibilidad de conectarse con los recuerdos. Tan imposible que Mekas moriría dos meses después de esa secuencia.

Federico Rotstein habló con GPS audiovisual sobre Satori Sur.

-¿Cómo llegaste a Miguel Grinberg? ¿Qué conocías de él antes de Satori Sur?

Los productores Laura Bruno y Martín Oesterheld me convocaron para el proyecto. Eso implicó conocerlo, tener algunas charlas con él y pensar qué película podíamos hacer juntos. Hasta ese momento tenía alguna idea sobre su actividad, pero cuando me metí a fondo vi que es inabarcable. Es un tipo que vivió muchas vidas. Me apasionaba que fuera alguien con mucho pasado, muchos relatos para contar. Entonces, me propuse hacer un juego: un retrato del presente permanentemente intervenido por sus recuerdos, tratando de que esos elementos entren en tensión. Mostrando cómo recuerda cada cosa, y de qué manera lo muestra la película. Empezamos a mapear la película y prontamente nos dimos cuenta de que todo no se podía contar. Como había que focalizarse, decidí hacerlo en su juventud, en los años formativos. En eso que terminó siendo la “filosofía Miguel Grinberg”.

-¿Cuál era el proyecto inicial y cómo se fue modificando durante el período de elaboración del mismo?

Después de los primeros encuentros armamos un guion con Martín Oesterheld y con eso salimos a filmar. Allí sucedieron cosas más mundanas, como gente que no podía participar, o que no estaba. A la larga nos dimos cuenta de que tal vez no hubiera funcionado tan bien. Hasta que al tercer día, gracias a una gestión de Laura Bruno, apareció lo de Jonas Mekas. A partir de allí supimos que eso iba a atravesar la película. Y organizó el resto del material.

-¿Había una película distinta en tu cabeza?

Yo siento que uno filma con un objetivo, con un ideal. Y te llevás lo más parecido a lo que fuiste a buscar. Pero la película aparece en la isla de edición. Cuando empezás a manipular el material -todo aquello que fuiste a buscar y que tenías en tu cabeza-, aparece otra manera de organizarlo que mejora la idea original. Así se llegó al resultado final.

Satori Sur tiene magníficos elementos formales (el sonido, el montaje, la música, el uso de elementos de archivo) y una narrativa enriquecida por el contrapunto Buenos Aires-Nueva York. ¿Estaba previsto en el guion original?

Fue parte de la búsqueda: todos esos elementos son los que enriquecen la experiencia cinematográfica. El trabajo sonoro, la fotografías, el archivo, el montaje son los recursos formales que uno tiene para contar como lo quiere, y para hacerlo más estimulante y más cinematográfico.

-¿Había película sin Nueva York?

Sí, de todas formas había película. Lo diría de esta manera: sin Miguel Grinberg no había película y sin Mekas no sería la película que es. La parte de Nueva York le dio otra dimensión. A partir de allí trabajamos en torno a eso, porque lo consideramos muy valioso.

-Una escena que se repite es la imposibilidad de comunicarse vía skype entre Grinberg y Mekas. ¿Cómo se generó esa escena, cómo se decidió editarla en distintos momentos y qué pasó finalmente con el contacto entre ambos?

Fuimos al encuentro de Jonas Mekas con otra intención, tal vez un poco más convencional: que tenga en una charla en la que evoquen los momentos que compartieron en Nueva York. Fue otra charla. Y terminó saliendo como está en la película. Editada, pero no manipulada. Todo es real: lo que se escucha así es así, las palabras entrecortadas son ésas. Fue implaneable, pero apenas empezó a suceder nos miramos con Laura y Martín y nos dijimos que eso era más cinematográfico, más dramático. Ver la imposibilidad de acceder a los recuerdos, o qué peso tienen sobre estos tipos (que son tipos grandes y tienen muchísimo para recordar) fue como una revelación.

-Mekas murió en 2019. ¿Pudo ver el documental?

No. Grabamos en octubre del 2018 y el falleció dos meses después, en enero de 2019. En ese momento todavía no había película.

-¿Qué vio Grinberg de sí mismo al ver la película terminada?

Vio un armado casi final junto a Flavia, su mujer, y le gustó mucho. Rescató, sobre todo, la parte de la meditación. Para mí fue una alegría enorme: siempre fue un tema de preocupación estar pendientes de lo que iba a opinar, si le iban a gustar las imágenes que puse. El mejor reconocimiento es saber que Miguel está contento.

-¿Qué representaba para vos el movimiento beatnik antes de emprender el documental y qué mirada tenés ahora, con la película terminada?

Conozco, leí, sé de qué se trata, pero no para dar una visión académica. Lo rescatable en todo caso es Miguel, que lo vio antes que nadie. Un tipo que leyó un poema de Ginsberg y que vio algo valioso que el mundo no había visto. Parte de su filosofía es permanentemente estar viendo algo que la sociedad entera todavía no vio. El lo trae de los márgenes hacia el centro, a la vista de todos.

Norberto Chab

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