Pocos días después de ganar el premio a la mejor película en el Festival del Cinema Ibero-Latinoamericano de Trieste por su nueva película, Escritor, basada en un momento de la vida de Rodolfo Walsh, Paula de Luque presentó su segunda novela, Los infiernos.
Su nueva incursión literaria (en 2022 había publicado Ficción) es un tratado sobre el amor, el tiempo, las obsesiones, los fantasmas que pueblan los sueños y sobre todo lo que no sabemos de nosotros mismos. Los infiernos cuenta dos historias de amor entrelazadas que son distintas pero al mismo tiempo son la misma. O una es el reverso de la otra. Todo aquello que no se ve. Lo que está detrás de todo lo que creemos saber del amor y de nosotros mismos.
«Uno escribe siendo quien es, quiero decir, las películas, las lecturas, las experiencias personales van conformando una manera de ver el mundo, de interpretarlo y también de percibirlo de modo sensorial allí donde la razón no es tan funcional a la escala humana. El tiempo en espiral me interesó especialmente. De hecho, Los Infiernos, así como mi novela anterior Ficción -y la que estoy escribiendo ahora, Esa tarde de verano- confirman precisamente la trilogía del tiempo en espiral», reveló Paula de Luque a Paraná Sendrós de ambito.com.
La presentación de Los infiernos se llevó a cabo el lunes 15 en la librería Dain y contó con la participación de la autora, en diálogo con el periodista cultural Osvaldo Quiroga y la actriz Julieta Díaz.
“Anverso y reverso se complementan, pero también se desconocen. Antes y después establecen en sus cronologías los dones de la iteración y el olvido. El tiempo es subjetivo. Toda la narración bifronte de Paula de Luque asume una voz que cita y parafrasea con belleza a Marguerite Duras para decir las imposibilidades del amor, sus encendidos infiernos. El infierno son los otros (se sabe y repite), pero las modulaciones son parte de un fuego que a todos abrasa, aunque aquí se trate de narrar como quien marca con insignias ardientes un territorio del todo ajeno que se le vuelve propio. Si en el anverso el universo es París, un hombre, un duelo y una intrincada condensación de sentidos, en el reverso el universo es también París (el otro, el mismo), un encuentro y flashes. Entre una literatura que bien puede volverse cine, imagen o inefable foto, la escritura de esta novela nombra el lugar insondable del ausente. El plano se abre, la cámara se aleja, el cuadro se expande, pero es más bien la imagen escrita la que hace foco», definió Walter Romero.


