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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Nicolás Grosso, productor de «Los renacidos», disponible en Flow: «El aporte de las provincias generó una sinergia importante para la producción»

Nicolás Grosso es el productor de Los renacidos, el policial de Santiago Esteves con Pedro Fontaine y Marco Antonio Caponi que tras su paso por las salas, se encuentra disponible en la plataforma de streaming Flow.

Grosso es director de Le Tiro Cine, la casa productora que fundó en 2011 junto a Federico Sande Novo. Junto a Zabriskie Films de España y El Otro Film de Chile, tuvieron a cargo la producción de Los renacidos, que narra la historia de dos hermanos enemistados y un oscuro negocio: ayudar a personas a fingir su propia muerte para luego cruzarlas a través de la frontera, operación que pondrá en peligro sus vidas y los obligará a definir el destino de la herencia familiar.

Un productor ve cosas en una historia mucho antes de que ésta se plasme en una película. ¿Qué te impulsó a desarrollar la historia de Los renacidos, qué viste allí?

Había allí un policial sin tiros. Con jeringas (Risas). Es un proyecto que veníamos trabajando con Santiago (Esteves) hace alrededor de cinco o seis años, a partir de un guion que me presentó después de hacer La educación del rey (2017). Lo había presentado a otras productora, pero seguramente no encontraron feeling por el tipo de película que era. La educación del rey tenía algo un poco más social, de encarnadura más local, que también fue filmada en su Mendoza natal, pero ésta era como su primera película.

Los renacidos no es distinta, pero profundiza mucho más en lo que es un policial negro, un relato de hampa mucho más profundo, con una diversidad de personajes que tienen que ver con el género. Y donde también aborda algunos temas relacionados con la estructura familiar, mezclada con el mundo del hampa. A mí me atrajo profundamente su calidad narrativa, la densidad y la oscuridad que tenía el proyecto. No me había topado antes con tanto cine de género, porque como productores, veníamos más del drama y con los años empezamos a descubrir autores de cine de terror y de cine fantástico.

Cuando Santiago me presentó este guion, me quedé fascinado. Logramos una peli muy potente con un esfuerzo de producción muy grande, pero también con un trabajo de él brutal por la confección, la creación de ese guion, por el relato cinematográfico y la dirección de los actores.

-¿Cómo fue el proceso de trabajar esos elementos del género en un rodaje esencialmente nocturno?

Desde el inicio la película estaba planteada como muy nocturna. Estos hermanos trabajan un negocio muy chocante, que es simular la muerte de distintas personas que acuden a ellos como clientes para generar una identidad falsa para zafar de algún problema, de alguna situación, condena o persecución. La película narra un trabajo para el contador de un grupo narcotraficante -local, pequeño, pero cartel al fin- que quiere su cabeza. Este contador hizo alguna de más y acude a la ayuda de ellos, que habían dejado de trabajar juntos por diferencias entre ambos, y vuelven para una última misión.

La película es totalmente nocturna. Ellos entierran y desentierran personas, algo que no se puede hacer a la luz del día. Nada de lo que narra la película se puede hacer con niños pasando, ni en el medio de la ciudad, con lo cual todo es a hurtadillas, todo es escondido y todo es un poco taciturno. Trabajamos con un equipo mitad mendocino, mitad porteño, de una expertise muy grande. Trajimos equipamiento técnico de Chile, especialmente con una cámara nueva, que ni siquiera existía en la Argentina: la Alexa 35. Era una cámara con un nivel de sensibilidad y a su vez calidad muy importante para trabajar en cielo nocturno, sin tener que contar con una iluminación propia de una mega superproducción. Teníamos lo nuestro, pero sin abusar de los recursos porque queríamos abrazar esa oscuridad y esa estética. Me parece que la película cumple con esos objetivos narrativos y estéticos.

-Entre otras características propias de las locaciones, la mayor parte de las escenas de montaña era a la hora de la puesta del sol.

Exactamente. Además hubo temas operativos que condicionaron las jornadas de rodaje. Muchas veces hubo pasos fronterizos cerrados por mal tiempo. O dificultades para que los vehículos llegaran a determinados lugares. Hubo que filmar con temperaturas bajas: si bien no era invierno crudo, en alta montaña nada es agradable. Trabajamos con un equipo muy preparado a través la directora de producción mendocina, Sofía Toro, que llevó la producción con mucha holgura, en una situación que para el equipo porteño hubiese sido muy compleja. Hubo una conexión muy grande con ellos. Y además tuvimos mucho apoyo también del gobierno de Mendoza en sus distintas ramas de incentivo de inversiones. Hubo un gran esfuerzo y sacrificio por parte de la producción, pero fue una película posible sin ser necesariamente una producción de una plataforma. Y eso, hoy por hoy es una rareza.

-¿Es posible seguir pensando en producir películas por fuera del radar de una plataforma?

Hay un nivel de apuesta y de riesgo mucho más grande que en otros momentos. La última vez que charlamos nosotros dos -debe haber sido hace cuatro años-, esta realidad comercial y de distribución ya estaba muy instalada y era un problema. Por distintos motivos de la Argentina -aumentos en los costos, temas inflacionarios, cuestiones propias del Instituto de Cine, que ya venía con muchos problemas-, ya no alcanzaba con los esfuerzos propios. Porque tampoco había mercado para las películas. Y las plataformas empezaban a digitar qué es lo que se consumía y qué es lo que no se consumía, qué es lo que la taquilla dejaba de abrazar. Y no lo digo como un pequeño productor: lo dicen los productores de las tres o cuatro empresas más grandes de Argentina. Esta situación se agudizó, con lo cual hoy por hoy, si uno quiere producir algo por fuera de ese esquema -ya sea porque tiene un proyecto que no es aceptado o no tiene llegada a esos esquemas-, tiene que tomar riesgos. Además de conseguir los recursos. A veces, la libertad creativa insume riesgos.

Actualmente habrás visto que lo que se produce en las plataformas -salvo excepciones, y en Argentina hay un par muy buenas-, todo es un poco de molde y sigue condicionamientos que tienen que ver con fórmulas ya probadas. Que no están ni mal ni bien: es lo que el mercado pide. Hoy hay mucho de biopic, de adaptación literaria o de true crime. Las ideas originales van quedando arrinconadas al riesgo. Entonces, necesitás conseguir los recursos, la expertise. Y tener la valentía y la suerte, con lo cual son bastantes cosas. No son necesariamente cosas ajenas a la producción cinematográfica de manera medular. No estoy diciendo disparates que te hagan decir: «Nunca me pasó esto». Porque estamos acostumbrados a sufrir. Pero me parece que ahora está mucho más candente. Y a la hora de elegir uno tiene que ser muy cuidadoso de qué tipo de proyectos toma, porque puede no lograrlos o se puede pegar un palo.

-Hay algo así como condicionar el gusto del espectador a través de contenidos que tienen estructuras narrativas similares.

Claro. Los contenidos probados y que miden bien se repiten. O se apela a la nostalgia. Nosotros hemos vivido cuando éramos más jóvenes temas de los 70 o de los 80, con estéticas ya conocidas. Entonces todo tiene un poco de sensación de refrito. Hay cosas muy buenas, pero aún en el marco de cierto refrito. No está ni mal ni bien: es laburo. Me encantaría también poder producir este tipo de contenidos. Pero como no me toca, desde mi lugar trato de producir cosas originales, con todo lo que cuesta.

-Teniendo en cuenta todo esto, ¿qué tipo de historias son las que hoy te convocan, ésas en la que decís que van a asumir riesgos?

A mí la tendencia del cine latinoamericano a acercarse al género me cautivó mucho. Te lo dice una persona que desde que es adolescente consume dramas: cine latinoamericano y cine europeo, pero en torno al drama. También cine norteamericano, pero tendiente a esa temática. Para mí, que en América Latina —desde Brasil, Argentina, Chile, Colombia, México ni hablar— se haya empezado a coquetear muy fuertemente con el fantástico, el cine de terror, la mezcla de géneros y demás, ha sido como un gran descubrimiento en mi carrera como productor, que no he tenido grandes experiencias en torno al género. Las últimas que tuve fueron en los últimos tres años, con un corto que se titula Las Rojas y con Los Renacidos. Eso abre las puertas a lo que se está viendo, pero con tintes un poco más autorales, tomando un poco más de riesgos. Me parece que por ahí van los tiros ahora y lo que más me estimula a mí.

-La búsqueda apunta hacia ese lado.

Voy mirando todo de reojo. Uno no puede dejar de hacerlo porque tampoco se va a regalar: si sigo haciendo dramas intimistas sé que el riesgo es cada vez más alto. Por ahí sale menos plata que los policiales, pero tampoco voy a jugármela tan fuerte para una porción de mercado muy pequeña que también está copada por el cine europeo o el cine norteamericano, o para una parte pequeña del cine argentino-latinoamericano. Acercarme al género fue un movimiento natural, que abracé mucho y aprendo mucho, porque no era lo mío. Así que seguiré de cerca el cine de género en una segunda etapa.

-Los renacidos también fue una experiencia muy interesante en cuanto a la interacción con la comisión de filmaciones de Mendoza.

En buena hora. El caso más emblemático es el de Uruguay: desde la pandemia se convirtió en el hub de Sudamérica para producir, gracias a una estructura de incentivos muy fuerte e interesante. Chile ha tenido sus cosas, quizás yendo un poco por otro lado. Nosotros, como muchas cosas que pasan en Argentina, siempre sentimos que estamos medio sobrados. Charlando con la gente de las Film Commission de las provincias, a veces preguntaba: «Che, ¿por qué no nos surge?» No digo que den plata, pero con el capital técnico y paisajístico que hay acá, ¿por qué no movemos un poquito más el avispero para tratar de atraer?

De la mano de la degradación del Instituto de Cine, las provincias comenzaron a utiizar sus recursos, con Mendoza como mascarón de proa. Le siguieron Córdoba, Entre Ríos, Jujuy o Río Negro, cada cual con lo suyo. Se convirtió en una entrada muy importante no solo para las producciones chicas, sino también para las grandes. Es un recurso muy valioso para la producción. Y para las provincias también, porque se genera una sinergia estimulante que además resulta redituable.

Julia Montesoro

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