spot_img
spot_img

Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Charla magistral de Lucrecia Martel en el Festival de New York: «No hagamos cine para decorar la casa de los ricos»

Lucrecia Martel ofreció una charla magistral en la quinta edición de la Conferencia Amos Vogel del 63º New York Film Festival, en el que además presentó su último largometraje y primer trabajo documental, Nuestra Tierra.

«Martel es reconocida desde hace tiempo por su obra estilísticamente subversiva y políticamente incisiva, que a menudo se centra en los legados perdurables del colonialismo en Argentina», expresó la organización del festival para destacar su presencia.

En 2021 se conmemoró el centenario del nacimiento de Amos Vogel, el programador cinematográfico pionero, autor y cofundador del Festival de Cine de Nueva York. Para celebrar esta ocasión y honrar el legado pionero de Vogel, el NYFF inauguró la Conferencia Amos Vogel, impartida anualmente por un artista o pensador que encarne el espíritu subversivo de la cinefilia de Vogel y lo conecte con el presente y el futuro del cine.

Con Nuestra Tierra, Martel retoma el tema con una perspectiva de no ficción implacable, rastreando las circunstancias —que se remontan a siglos atrás— que culminaron en el asesinato en 2009 del activista indígena Javier Chocobar a manos de la policía y terratenientes argentinos, y el prolongado proceso judicial que le siguió. La película, y la carrera de Martel en general, ejemplifican por excelencia la vocación radical que Vogel atribuyó a las artes cinematográficas.

Lo que sigue son fragmentos de la conferencia que brindó la realizadora salteña.

Para qué uno hace cine es una pregunta inevitable que va muy unida e inseparable a para quién uno hace cine. El sentido, para mí y para cualquier persona que hace cine, está inevitablemente ligado al destinatario de lo que uno hace, que es el público.

El cine que a mí me interesa -voy a usar una palabra que quizás no es la más adecuada-, es el cine vecinal, es el cine sobre los vecinos, es el cine sobre la gente que está próxima, con quien comparto generalmente un espacio, que no es el espacio del barrio, pero es el espacio de una provincia, el espacio del norte argentino. Lo que estoy diciendo no es una cosa que yo inventé ni que hago sola. Hay muchísimos directores que tienen esta visión sobre el cine. Es el cine donde la estructura narrativa no surge como una imposición previa a la película, sino que surge de la observación y del análisis lo más detallado que a uno le permita su inteligencia, su educación, su sensibilidad”.

Cuando uno dice que se basa en la observación, me refiero a la materia sonora. La parte más extraordinaria de la materia sonora probablemente sea el habla de los humanos, sin desmerecer los trinos, lo que generan los animales, la tormenta, el mar. La materia sonora que generan los humanos no es tan significativa por lo que las palabras significan en esa organización del código lenguaje, sino la información que está oculta en el tono, la melodía, el ritmo y todos los accidentes del sonido que nos proporcionan casi más información que el sentido de las palabras. Todos conocemos esto porque todos nos hemos peleados por razones del amor. Todos sabemos perfectamente que eso que uno dice en las discusiones del amor como palabras no tiene mucha importancia. Sí el volumen, sí las formas con las que se fueron dichas las palabras.

Otra cosa respecto de la observación y de esta forma de abordar el cine es la marginalidad de la imagen. Con esto quiero decir que en nuestra tendencia a encuadrar cosas, ya sea conceptualmente o con una cámara, no siempre lo que está en el centro de la imagen es lo que importa. Les digo esto porque en esta película que hicimos, la última, muchas veces la información que encontrábamos para poder narrar la historia estaba en las zonas borrosas o en el fondo de las fotografías (cuando se trataba de fotografías). Lo que normalmente encuadramos rápidamente como central en la imagen muchas veces es exactamente lo que no es importante.

El cine que pretende basarse en la observación necesita tener paciencia y necesita tiempo. Por eso a veces es muy difícil que el cine que está muy apremiado por los imperativos económicos de una empresa tenga tiempo para esto. Digo esto porque a veces las cosas llevan tiempo porque no es fácil. Como decía David Lynch, no es las ideas no están a la vuelta de la esquina, no es que salgo a caminar y encuentro una idea. ¿Y quién está calificado para hacer este cine? Eh, cualquier persona. Puede ser una rubia hegemónica como yo (Me quiero reconocer como rubia hegemónica). O cualquier clase de persona: no hay ningún cuerpo de ninguna característica que esté más o menos calificado para esta experiencia que digo es de observación.

Existe un cine que impone la estructura sobre la sobre la materia, que primero define el logline, Primero define eso y después observa el mundo. En ese cine es indispensable definir el conflicto, los protagonistas (o la protagonista), los antagonistas. Piensa que todo lo que nos pasa a los humanos puede ser organizado con la idea de conflicto. Yo les digo sinceramente que pensemos cada uno en nuestra vida si es la estructura de conflicto lo que puede explicar la cantidad de experiencias extraordinarias que vivimos los humanos. Si con esa estructura, con esa base organizativa se pueden analizar todos los momentos importantes y que nos afectan en nuestra vida. Yo creo que el conflicto es una manera muy particular de mirar la vida humana.

No sé si ustedes les pasará esto, pero ¿no tienen la sensación que no imaginaban que les iba a tocar vivir este momento histórico, que se iba a estar hablando de robot andando por la calle en breve? ¿Se imaginaban que les iba a pasar a ustedes? ¿Que iba a haber inteligencias artificiales y máquinas? ¿Que iba a haber el riesgo de una guerra mundial? No, no sienten que eso no era lo que habían pensado que iba a pasar en la vida de ustedes. Por ahí son más pesimistas y si lo han pensado, pero yo no. Siempre pensé que iba a hablar del horror en pasado, que era algo que ya había sucedido en el siglo XX. No sé de dónde saqué esa certeza, pero se me hizo pedazos hace más o menos cinco años. Todo esto que nos está sucediendo ya nos lo habían dicho en las películas, nos lo habían anticipado en la ciencia ficción, ya lo sabíamos. Todo lo que nos está pasando ya lo leímos, ya lo escuchamos y sin embargo estamos atónitos como si nos despertaran de un sueño. Voy a ser un poco esquemática, pero me parece importante señalar que esa forma narrativa en donde la estructura se impone sobre la materia es una estructura que requiere de una invención fundamental, que es la idea del enemigo, de transformar al vecino en un enemigo.

Para transformar al enemigo en un al vecino en un enemigo es fundamental el primer paso que es considerarse con superioridad moral y biológica sobre el otro. Y eso es algo dificilísimo de construir. Lleva muchísimo tiempo construir la superioridad sobre otro. Crear un enemigo es una de las tareas más sofisticadas que ha logrado la Humanidad, mucho más que un iPhone o ir a la Luna. Es necesario que primero creamos que somos los que mejor defienden la libertad, los que representan el heroísmo, los que defienden la democracia, los salvadores del Universo. Es indispensable creer primero eso para ser capaz de ver al otro como un enemigo. Y una vez que logramos eso, hay algo que se puede hacer sin arrepentimiento, sin dolor, que es maltratar al otro. Porque hay que estar muy convencido de que uno es mejor para hacer sufrir a alguien. Hay que estar muy fuerte en su apreciación de sí mismo para soportar los gritos de una persona que está sufriendo, para soportar ver a una persona ensangrentada, para soportar ver personas despedazadas. Hay que estar muy seguro de sí mismo para la guerra. La guerra requiere antes de que esté definido el enemigo, que nosotros estemos definidos como los mejores. Y estoy hablando de Latinoamérica, eh, porque quizás esto suena que puede ser en otro lugar. Pero estoy hablando de Latinoamérica. Si se parece a otra parte, es lamentable. Una vez que se logra eso, ya tenemos los ingredientes fundamentales para la narrativa clásica, que es un protagonista héroe y un antagonista villano.

Alguien a que podemos pasarle por arriba, no sé si han visto, a mí no sé si les impacta esto, pero en las películas de acción muchas veces -supongamos, Manhattan, porque siempre casi todo pasa acá-, cae un ovni sobre la Quinta Avenida. Ruedan la chica y el chico. No nos importa quién muere, no importa cuánta gente muere atrás. Se salvaron ellos dos. Que encima son conocidos y muy bien pagos.

La cosa más fantástica que se puede hacer una vez que uno construyó el enemigo y que uno se construyó a sí mismo como héroe, salvador del mundo, defensor de la democracia, defensor de los valores de Occidente es despojar al otro de la tierra. En América esto ha sucedido a lo largo y a lo ancho de nuestro continente. Despojar al otro de la tierra es imposible si no se construye el héroe, si no se construye el enemigo. Por supuesto, no solamente pasa en América, pero estoy hablando de América. Una vez que las personas no tienen tierra y vagabundeen porque no tienen casa (esto le pasa también a los que alquilan y tienen que andar por la calle, no es solamente en el campo), es muy fácil que aparezcan las palabras: el vagabundo, el delincuente, el vago. Empobrecerlo hasta que sus cuerpos no se parezcan en nada lo que percibimos de nosotros mismos. Hasta que ya no nos podemos reflejar en ese otro. Ya definitivamente, biológicamente el enemigo no es humano. Para todo esto es indispensable la narrativa. Es indispensable que alguien nos ayude a contar, porque la guerra es cara, no conviene económicamente. Hacen negocios unos por un tiempo, pero después la guerra se vuelve cara. No conviene a la Humanidad. Entonces, la mejor manera de sostener esta este esquema de empobrecimientos de unos y enriquecimientos de otros es a través de la narrativa. Y ahí otra vez volvemos al cine. Es indispensable que no colaboremos con la narrativa que sostiene estas ideas. No cometamos el error de creer que la cultura que se impone sobre los otros es la que tiene los mejores valores. Porque la mejor, la cultura que se impone es la que tiene la narrativa más fuerte, la que logra convencer a los propios y a los ajenos de que las cosas son así. El mundo es así, hay unos pobres infelices y estamos nosotros que somos geniales.

No ayudemos con nuestra tecnología narrativa a la guerra, no seamos parte de ninguna batalla porque no es un buen camino para el planeta. Tratemos de hacer visible y audible lo que nuestra cultura nos impide que sea visible y audible. Estar inmerso en la cultura hace que todos estamos de acuerdo en muchas cosas que estoy diciendo. Pero cuando uno nació en una cultura, no la ve. Como no ve el aire, que es indispensable para respirar. Si no hay una tormenta, si el aire no va a 70 km/h, no nos damos cuenta que está. Podemos estar todo el día haciendo cosas sin pensar ni una vez en el aire. Les pido que nos rebelemos contra nuestras propias culturas. Tratemos de ver lo que por permanente resulta invisible. Tratemos de observar en nuestra vida cotidiana lo que se volvió invisible y ya no nos damos cuenta. Nos tenemos que fijar en los detalles porque no aparece en las grandes estructuras.

No hagamos cine -ni cosas, ni obras de teatros, ni libros- para decorar la casa de los ricos. No hagamos. No le llenemos las horas a la gente que manda para que se divierta la gente que manda. No les resolvamos el insomnio a las personas del bien, a la gente bien, a la gente que cree que es la buena. Trabajemos para eso. El sentido de nuestro trabajo está unido unido al destino de los pueblos.

Uno hace películas para que la gente hable y converse. Ese es el destino de las películas. Las películas en sí mismas, sin eso otro, no son nada. El cine es para conversar, para que nos encontremos. No hay nada más sofisticado que eso.

Estuve 15 años haciendo esta película con un montón de gente, pero entre investigar, empezar la investigación, encontrar los materiales de archivo, lograr conseguir la fotografía, es un proceso enormemente largo. Para mis compañeros también. Uno tiene fe que en esas conversaciones que tenga el público, que son mis conciudadanos, que son mis compatriotas, algo de lo que la realidad hace sufrir a otros quizás puede cambiar.

Lo único que nos queda por hacer es inventar el futuro. No podemos dejar que esta calamidad presente nos inhiba de ese gran plan de inventar un futuro que nos parezca mejor. Detrás de cualquier actividad humana está esa posibilidad. ¿Podemos usarla o no? Yo diría: usémosla, porque no es muy bueno lo que se ve en el horizonte. Inventemos algo mejor.

Yo vengo del norte de Argentina, donde la población descendiente de indígenas que uno ve en la ciudad (que se reconozca o no, no importa), es más del 60%. Y en una ciudad así la negación de eso, de la participación de la población indígena en las luchas por la independencia, de la casi ausencia de la población indígena en nuestros libros de historia es realmente alarmante. Para mí fue un poco saldar esa deuda con mi propia educación. En la película hay un archivo grabado el día del crimen, donde los tipos que van armados preguntan a la comunidad:”¿quiénes son ustedes?” Y esa pregunta no es azarosa en la historia argentina. Pregúntenle a cualquier argentino cuáles son los pueblos o las lenguas indígenas que hoy se hablan en Argentina y difícilmente alguien pueda completar siquiera el 20%. La primera imagen que se les viene sobre la población cuando dicen esa palabra, estoy segura que no tiene nada que ver con población indígena y es la mayor parte de nuestro país.

Para poder sobrellevar la propia estupidez es necesario rodearse de gente muy inteligente, tratar en general que sean más inteligentes que uno. Y que los procesos sean largos. Porque incluso aunque te rodees de gente inteligente, la estupidez en la que hemos nacido, la sopa cultural en la que hemos nacido, es tan difícil de sacársela de encima que necesitás estar bien acompañada y dar muchas vueltas sobre el tema. Es muy difícil luchar contra los prejuicios que uno tiene. Es como estar a ciegas, tanteando, ver, entonces necesitas mucho trabajar en equipo.

No veo la gran diferencia entre documental y ficción. Lo que pasa en el documental es que la gente que se muere, se muere, no se levanta después cuando dicen “corten”. Y que cuando estás con una persona con su familia, la familia no está haciendo como que sufre: sufre. Eso genera una potencia de responsabilidad enorme. Pero cuando son películas que tratan sobre cuestiones históricas o que tienen una raigambre histórica -como la historia de un país, que tiene una mitología acerca de sí mismos que los exime de culpas, de responsabilidades, que limpia de sangre su origen-, es tan fuerte la construcción ficcional de la historia que es muy útil tener herramientas de ficción para poder analizar eso.

Uno hace una película para escaparse de una cosa que ya no podés más de pensar. Que te da vuelta en la cabeza, te vas a dormir, te despertas pensando eso. En un momento decís “hago la película y me saco esto encima”. En esta película, creo que estuve muy embrujada por esta gente.

Related Articles

GPS Audiovisual Radio

NOVEDADES