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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Milagros Mumenthaler, premiada en el Festival de San Sebastián por «Las corrientes»: «Me gusta desarrollar los personajes por lo que ocultan en su interior»

El estreno europeo de Las corrientes, de Milagros Mumenthaler, no pudo ser más auspicioso: ganó el Premio RTVE Otra Mirada en el 73° Festival de San Sebastián, que finalizó el domingo 28. Además del galardón, aseguró su difusión en la televisión pública española.

Mumenthaler explora a través de imágenes poéticas y sin necesidad de subrayados verbales tópicos como la salud mental, la maternidad o las apariencias sociales. Para ello se vale de la mirada de una mujer de edad mediana (Isabel Aimé González Sola) que atraviesa una crisis existencial en la que pone en juego sus vínculos intrafamiliares con su madre, su marido y su hija.

-¿En qué medida se puede decir que Las corrientes es tu proyecto más personal?

Es posible que sea, pero también siento que Abrir puertas y ventanas era un proyecto muy personal también, en el sentido que en mi casa somos tres hermanas mujeres donde conviví con mi abuela durante un tiempo. Había mucho de cosas allí que fui poniendo, en términos de relaciones y de vínculos. Esta es una película que se fue construyendo a través de muchos años. No sé si hay fórmulas: esta película se dio así. Por ahí, si lo hubiese escrito en dos años y financiado en uno no hubiese sido lo mismo. Los tiempos ayudan también a tener las ideas más claras, las imágenes más claras. Y pensar los personajes también. El tiempo me permitió conocer mucho del proyecto.

-Hay algo de esa historia que tiene que ver con el mundo interior de una mujer. Supongo que hay una complejidad mayor en no buscar ser literal o superficial.

-Sí, por un lado, sí. Es difícil hacer ese balance, en realidad. En general cualquier persona, no importa su lugar socioeconómico o lo que sea, tiene un mundo interior muy rico y desconocido. Y me gusta desarrollar al personaje desde allí: la gente tiene un mundo interior muy rico y muy variado y eso muchas veces no se manifiesta para nada en la apariencia; en su trabajo o en lo que representa socialmente.

Hay una elaboración profunda del personaje, en esa dualidad en la que parece a punto de implosionar y al mismo tiempo tiene que exteriorizar ante el afuera e incluso su propio marido, una idea de éxito, belleza, bienestar físico.

Va por ahí. Obviamente, no es casual que ella trabaje en el mundo de la moda. Deja un pasado atrás. Es una mujer que de alguna forma se reinventa de alguna forma y se acopla a una clase social del marido que no le pertenece. Me parece que ese trabajo también la ayuda a posicionarse mejor o a transitar mejor esa vida que no es la suya.

-Uno de los aspectos salientes de Las corrientes es que se percibe el conflicto interno de Lina, la protagonista.

Le pone el cuerpo, totalmente. Es muy valiente. Creo que hay una decisión en ella por ahí impuesta porque no quiere contar lo que le sucede, pero igual se deja llevar para ver hasta dónde puede ir. Se podría pensar que representa también sus corrientes internas. Como si fuera anunciando hacia dónde podría ir, ¿qué vida es posible para ella? En ese devenir es la hija quien le pone el freno.

-Hay una mirada puesta también sobre la maternidad. Sobre lo que implica ser madre y aceptar los mandatos.

Lina es una persona a la que le esta costando maternar. Seguramente si no tuviese una hija sería diferente. Sin que el marido sea una mala persona. Pero sería más fácil tomar decisiones. Un hijo es una atadura. Es una relación muy única y es un lazo. Lo que me gusta es que Lina pueda, de alguna manera, no repetir lo que le pasó a ella. Eso que muchas veces sucede, que una repite patrones porque es lo que conoce.

Lina enfrenta diversos conflictos intrafamiliares: el vínculo con su madre es muy difícil y por otro lado, aparece el conflicto con su esposo. ¿Evaluaste distintos finales posibles para esta relación a lo largo del trabajo de reescritura del guion?

Para la relación no, pero siempre lo pensé con respecto a ella. Es una relación de dos personas que se quieren, pero cuando aparece el elemento de la diferencia de clases hay muchas cosas que entran en conflicto. A pesar de que hay amor, cada uno tuvo distintas vivencias. Uno podría pensar que Lina jamás se fue de vacaciones en su vida y que Pedro todas las vacaciones se iba a un lugar distinto. O que él tiene una madre muy presente y ella una madre un poco abandónica. Los lugares de pertenencia hacen que sea muy difícil a veces encajar uno en el otro. O en todo caso genera fricciones. Sobre ese tema trabajamos mucho.

-¿Qué valor le asignás al agua como elemento narrativo?

Es una pregunta que me hicieron un montón de veces (Risas). No me doy cuenta, en tanto es algo con lo que vengo trabajando un montón. Pero es un elemento del que me tengo que hacer cargo. En principio aparece cuando ella se tira porque me gustaba la idea de pensar qué pasa bajo del agua. Allí hay un misterio que el espectador no sabe (hasta que se revelan algunas cosas). Y me gustaba como el elemento que le permite a ella tomar distancia de la realidad. Porque en un momento evidentemente su cabeza se desconecta.

También a partir de esa distancia inclusive podremos preguntarnos: «¿Pasó o no?». Me gustaba pensar esa idea de las corrientes submarinas. En la superficie siempre todo parece muy bello, con los brillitos y los destellos. Sin embargo, el fondo es un terreno desconocido. No es el elemento natural. Es un poco lo que también le pasa a Lina: vive su mundo de apariencia, pero por dentro hay miles de cosas que van sucediendo. Son tormentas internas muy fuertes que la llevan de un lugar a otro.

Julia Montesoro (Desde San Sebastián)

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