Bien al sur de nuestro país, en la isla de Tierra del Fuego, en 1940, fueron introducidos al ecosistema veinte castores provenientes de Canadá. Con el objetivo de desarrollar la industria peletera, se fomentó la reproducción del castor en la zona, donde además se prohibió desde un principio la caza de estos animales. Sin embargo,
no pasó mucho tiempo para que comenzaran a ser percibidos como plaga, debido a su constante multiplicación reproductiva, y al hecho de que al no tener ningún depredador, estos animales de apariencia simpática, empezaron a erradicar fauna y flora del lugar a costa de sus necesidades.
Con imágenes de Tierra del Fuego en todo su esplendor, el documental “Castores, la invasión del fin del mundo”, dirigido por Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi, nos va descubriendo el nuevo hábitat de aquellos castores traídos desde la otra punta del continente. A lo largo del film se pueden ver testimonios muy variados, desde guardaparques nacionales, investigadores sobre las especies que habitan en el sur argentino y cazadores, hasta gastronómicos que quieren introducir la carne de castor al mercado, y un hombre disfrazado de castor que en plena avenida céntrica reparte panfletos promocionando el centro internacional de esquí Cerro Castor.
El hecho histórico de haber introducido castores a la biodiversidad autóctona argentina -una realidad escasamente conocida entre la gente-, terminó planteando una cuestión muy contradictoria: aquellos guardaparques encargados de defender las especies del lugar, son quienes hoy, a su vez, piden la erradicación de la especie (algo que, por sus altísimos costos, todavía no se ha podido lograr y difícilmente ocurra), de la que ya existen ciento cincuenta mil ejemplares, según se menciona en el largometraje.
Mientras se continúa intentando planificar políticas conjuntas entre Chile y Argentina para la exterminación de la especie, ya sea mediante métodos anticonceptivos, su caza, o simplemente “devolverlos” a Canadá (lo cual es, sin duda, imposible), los habitantes de la zona siguen aprovechando al simpático animal como una atracción turística, y éste avanza en la deforestación de bosques.
El documental registra magníficamente los paisajes del lugar, además de una variedad de testimonios que enriquecen el relato. Por otro lado, hay una buena recolección de fuentes de la época en que se introdujo aquel grupo de castores en la zona, siendo muy interesante toda la información que aparece en el film. (Por L.C.)