Federico Luis dirige su primer largometraje, Simón de la montaña, a lo grande: el drama humano protagonizado por Lorenzo Ferro, Kiara Supini y Pehuén Pedre competirá en la 63º Semana de la Crítica de Cannes, organizada por la Unión Francesa de Críticos de Cine, que se celebrará del 15 al 23 de mayo paralelamente al Festival de Cannes.
Simón de la montaña es una coproducción con Uruguay y México, con guion del propio Federico Luis, Tomás Murphy y Agustín Toscano, que narra una semana en la vida de un joven de 21 años que vive al borde de la Cordillera de los Andes y que al sentir que sus sueños no coinciden con su realidad, decide modificarla. Para eso, comienza a pasar tu tiempo con dos chicos con discapacidad que inventan sus propias reglas para amar y divertirse, mientras crecen y buscan su lugar en un mundo que no parece estar diseñado para ellos.
-El cine argentino tiene una gran vidriera en el Festival de Cannes en un contexto atípico. ¿Cómo afrontás esta dualidad?
Es una situación rara y particular. Estrenar en Cannes es una buena noticia, pero en el marco en el que está es difícil tomarla como tal. Sobre todo, se siente el peso de la responsabilidad. Quizás, en otra oportunidad hubiese pensado más hacia adentro de la película. Ahora es inevitable pensar hacia el afuera. Se siente la responsabilidad de poder representar al cine de nuestro país y poder correr la voz en la situación en la que está para pedir ayuda.
-Una información preliminar y superficial dice que Simón de la montaña es un «drama humano» que cuestiona «la mirada sobre la discapacidad». ¿Qué hay detrás de eso?
La película trata de desafiar las ideas más comunes y corrientes sobre la capacidad humana. Justamente estoy tratando de pensar si es bueno dejar de usar la palabra “discapacidad”, porque pone mucho el acento sobre una ausencia o definen a los personajes a través de algo que tendrían en falta, en relación a una idea de una normalidad que también es para cuestionar.
Entonces, lo primero que pienso -hasta poder encontrar algún término que sea un poco más humano también-, es por lo menos manifestar una disconformidad con esa palabra.
-¿Cómo llegaste a ese tema? ¿Qué te atrajo?
Vengo acercándome hace varias películas y años de distintas formas. Pero en particular la idea apareció en una conversación con una de las personas/personajes de la película, Pehuén Pedre. A la vez, vengo de estrenar un corto en Visions du Réel que está protagonizado por él, por Lorenzo Ferro y por Agustín Daulte, donde ya ponía alguna de las ideas de Simón de la montaña a prueba.
En una conversación con Pehuén, él me preguntó por qué yo no tenía mi certificado de discapacidad. Era un momento en el que estábamos exponiendo un poco las cosas que creíamos que eran las zonas de imperfección que tenía cada uno. Cuando me puse a pensar más detenidamente en esa pregunta se fue revelando la idea de esta película.
-¿Cómo llegaste a Pehuén? ¿Por qué pensaste en una película a partir de él?
Lo conocí en unas clases de teatro que da mi amiga Tamara Garzón. Ella tiene una gran cantidad de alumnos con muchas particularidades distintas, tanto físicas como mentales. Dentro de ese grupo de gente que me produjo siempre mucha atracción curiosidad estaba Pehuén. Fue quizás la persona con la que más logré un vínculo. Inicialmente, sin la idea de que eso se transformara en una película. Después fui pudiendo ver el mundo a través de él y allí empecé a pensar en el proyecto.
-¿Había Simón de la montaña sin Pehuén Pedre?
Pehuén tiene un año menos que yo. Cuando lo empecé a conocer sentí que era como conocer otra versión de lo que hubiera sido mi vida, porque pasamos por muchas cosas parecidas. A través de conocerlo más a él, también me conocí más a mí. En ese lugar de incertidumbre de la identidad me empezó aparecer algo cinematográfico. De a poco esa amistad cobró forma de película de ficción. Al comienzo fue un ensayo más documental. El resultado es el corto Cómo ser Pehuén Pedre. Con esas ideas, las cuales traía también sobre la historia de otro personaje, mezclando, se fue armando la historia.
-Desde el mismo título hay una presencia no humana esencial en la narración. ¿Qué representa la montaña?
El paisaje venía desde mi biografía. Era un elemento más, independiente de los personajes y los vínculos. Me gustaba mucho pensar en que Simón es una construcción fantástica y que es un personaje que reúne un montón de preguntas e inquietudes alrededor de la identidad.
Entonces me gustaba la idea de pensarlo como un personaje medio mítico, casi en las antípodas de lo naturalista o de lo documental. Como un personaje de una novela antigua.
El contexto de la montaña era el marco para ese tipo de personajes. Y también fue un desafío: estando dentro de ese paisaje me obligaba a tomar decisiones mucho más drásticas sobre cómo filmarlo. Tenía un paisaje muy alucinante alrededor y debía decidir en cada encuadre en qué porcentaje filmaba a la montaña y al personaje.
-La montaña como desafío y como protagonista…
No lo pensé antes, pero me acuerdo ahora de cuando (Klaus) Kinski le dice a (Werner) Herzog que estaba cansado de que filme planos abiertos, porque él había ido hasta Perú para que lo filme a él.
A mí no me pasó que un actor o un personaje me planteara algo así, pero me lo planteé mucho yo. Todo el tiempo pensé cómo resolver el protagonismo entre la montaña y el personaje.
Julia Montesoro