Demetrio López es un reconocido productor de radio y televisión y además psicólogo. Primera vez incursiona en la literatura a través de la novela Tango para orquesta y esvástica. Se trata de un policial que transcurre en solo doce horas, en una noche de tangos de 1947, en un cabaret, con unos músicos nuevos recién llegados de Alemania y que concluye en un crimen.
Tango para orquesta y esvástica está editada por Azul Francia y se puede conseguir en librerías o en este enlace.
-Más allá de tu actividad como productor de radio y televisión y de tu vínculo con el periodismo, también tenés un ojo puesto en la literatura. ¿Cuál es el origen de Tango para orquesta y esvástica y cómo fue su evolución hasta llegar a esta versión final?
Empecé a escribir Tango en 2011, cuando le comenté a alguien que se me había ocurrido una idea. A lo mejor parece poco tener una sola idea. Pero lo que se me ocurrió es una idea que yo no había leído. No sé si soy el tipo que más ha leído en el planeta, pero de algún modo sentí que eso no estaba narrado. Soy un big fan del tango en el sentido estricto: sé quién es cada uno en la novela. A la vez me interesan mucho los años 40, especialmente. Es el momento de la Década de Oro del tango: la explosión, la madurez. Por distintas razones, en los años 50 se va a ir agotando lentamente.
-En plena Década de Oro aparecen dos personajes que aparentemente no tienen que ver con el tango y desencadenan el relato. ¿En qué te basaste?
Estos dos señores llegan de Alemania y ese cruce me pareció interesante. Me interioricé mucho sobre el cruce entre el tango y el nazismo. Inclusive existen un par de tangos que se tocaron profusamente en Alemania, no solamente y no precisamente en los cabarets. Mi intención en la novela era poder narrar esos mundos que se atraviesan. Me llevó mucho tiempo: a partir de 2011, hacía una versión por año. Me costó mucho encontrar el tono. En la última versión -la número 12-, de febrero de 2023 lo logré. Y aparecieron los personajes.
-La acción transcurre en solamente doce horas con un trasfondo musical relacionado con el tango. ¿En qué te inspiraste o te basaste para situar la novela en 1947 y con ese género musical?
No me considero un gran fanático del tango. Me inicié en el tango con Astor Piazzolla, lo que para mucha gente podría ser un sacrílego: fue como arrancar por la máxima expresión musical. De todos modos, no me es ajeno ese mundo. Lo conozco. Además, era el mundo donde habitan estos personajes, que es el tango de los años 40 con Troilo, Homero Manzi y Enrique Santos Discépolo.
-Con la novela terminada, ¿le encontraste resonancias audiovisuales? ¿Personajes o situaciones que pueden encajar en imágenes?
Me cuesta no pensar en cine. Soy sincero: pienso imágenes. No puedo no pensar en esos términos. Si tengo una referencia fílmica de lo que escribí es Gatica, el mono, de Leonardo Favio. Hay una escena donde el Mono entra a un cabaret -más o menos como el que estoy pensando- y se pone a dirigir la orquesta. Me pareció reveladora. El cine encuentra muchas veces soluciones inesperadas que lo hacen rico narrativamente. Que él dirigiera esa orquesta era una manera de hablar del personaje. La potencia del cine hace que la imagen lo explique todo. Uno no puede copiar recursos del cine porque obviamente necesitaría imagen. Pero intento escribir en términos de imágenes.
Julia Montesoro