Vanina Spataro es la productora general del festival La Mujer y el Cine, que a lo largo de 37 ediciones continúa su misión de difundir, fomentar y visibilizar el trabajo de las realizadoras argentinas y extranjeras.
«La Mujer y el Cine sigue siendo un refugio para la creatividad, un espacio donde la perspectiva de género cobra vida a través de cada película, cada guion, cada plano. Aquí, el cine hecho por mujeres no solo desafía, sino que celebra la riqueza de nuestras experiencias«, había expresado la presidenta del festival, Annamaría Muchnik, en la presentación de la edición 2025.
Celebrado entre el 24 y el 28 de septiembre en cinco sedes y con entrada gratuita, La Mujer y el Cine coronó su éxito otorgando 44 premios en la ceremonia de clausura.

-El día después de la finalización de La Mujer y el Cine, ¿cómo lo asimilás emocionalmente?
Es una sensación de tarea cumplida. Es lo primero que nos decimos, porque para nosotras el festival es una misión. Lo tomamos muy en serio, trabajamos todo el año para que suceda y tratamos de que año tras año vaya creciendo y evolucionando. También evaluando lo que va pasando con la cultura en la Argentina. Por eso este año lo que más hicimos fue darle pantalla al cine nacional, con la esperanza de que el año que viene tengamos más películas para estrenar. Cosa que veo difícil.
–¿Cuáles son las primeras conclusiones de esta edición de La Mujer y el Cine?
Lo primero que veo es que hay una evolución. Estoy en el festival como productora general desde el 2018: son ocho años. Lo que me sorprende es la solidez que van ganando las mujeres realizadoras en sus películas y en sus cortometrajes. Hay una fuerte evolución, no solamente de las temáticas sino también en el lenguaje cinematográfico, una solidez que realmente da placer ver en pantalla.
En el concurso de cortometrajes -que es un ícono dentro del festival-, se ve marcado cómo eran bastante más toscos antes y cómo se consolidan ahora como directoras con futuro. Hay una directora, no es un ejercicio de cortometraje. Y eso se ve también muy marcado en las diferentes escuelas: se ve el gran trabajo docente que hay con esas camadas de nuevos directores y directoras en un corto de la FUC, un corto de Diseño de Imagen y Sonido, un corto del Enerc. Nosotras lo notamos en las mujeres que van ampliando su espectro: además de ver ficción también encontramos cortometrajes de género, documentales, mucha animación. De hecho, uno de los cortos ganadores fue Ecocidio, de Aldana Loiseau. También hubo grandes documentales. Hay uno precioso llamado Sonidos del viento, sobre las mujeres en Jujuy. Hubo 31 cortometrajes en competencia. Este año además me tocó ser jurado. Pude ver la totalidad de la competencia. Coincidimos con todo el jurado en que el nivel era muy alto y muy parejo. Y también nos pasó con los 21 largometrajes proyectados.
-La Mujer y el Cine es el festival que le da pertenencia a las directoras.
Hay algo que valoramos en ellas y es el compromiso con su presencia en las funciones, el vínculo con el público, el networking entre ellas.
Es lo que diferencia entre exhibir una película comercialmente y un festival. El festival es una fiesta del cine. Donde existe esa conjunción de que al terminar una función, una directora se junta con otra que se queda en la proyección. O donde existe esa respuesta del público por querer saber más, por tener de primera mano esa información que no va a leer en una reseña.
Sobre esto, nos dimos cuenta de que el concurso de Work in Progress, que nació en 2018, apoyó a 31 largometrajes que fueron terminados y exhibidos. ¡Una cantidad enorme! Ese es un trabajito de hormiga que consistió en ir apoyando, ayudando, siguiendo, dando pantalla en el momento en que ese largometraje se termina. Cuando empezamos a hacer cuentas nos sentimos muy orgullosas, porque es de esas tareas que aparte del agotamiento y el trabajo anual para lograr que el festival suceda, ves que ese trabajo da frutos.
-¿Cuáles son los apoyos que se sumaron y que les permiten ampliar la expectativa para 2026?
Este año tuvimos un lindo premio en lo que llamamos Panorama Nacional. Se acercó el Ministerio de Mujeres y Diversidad de la Provincia de Buenos Aires y otorgó dos premios a largometraje. Nos quedamos pensando que el año que viene podríamos tener una sección competitiva de largometrajes nacionales. Para nosotros lo más importante, aparte de la pantalla, es premiar, porque eso significa que hiciste bien las cosas. No es un corto que se lo mostré a mi familia, sino que lo hice, lo exhibo y lo premiaron. Es lo que te anima a seguir creyendo que lo que estás haciendo tiene sentido. Y así como lo pensamos con los cortos puede ocurrir con los largometrajes.
Para la sección de videominuto -que implica contar en un minuto, algo muy difícil-, recibimos montones de propuestas. Creo que el logro del festival es seguir exhibiendo esa diversidad de películas. Y además, totalmente gratuito, gracias al apoyo de Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires y a los espónsores que año a año se van sumando. Eso nos demuestra que lo que estamos haciendo es necesario. Eso tiene un plus para la sociedad, para las realizadoras y para el público.
-También forma parte del festival el Panorama Internacional, con títulos que rara vez llegan a estrenarse comercialmente.
La apertura de este año fue con una película costarricense, Memorias de un cuerpo que arde, de Antonella Sudasassi Furniss. Cuando nos acercamos a la embajada de Costa Rica, se sintieron muy orgullosos de que un festival en Buenos Aires quisiera abrir con una película de ese país. Más allá de que estuvo en los Goya y en los Platino, es una película importantísima.
Lo mismo nos pasó con España. El Centro Cultural España en Buenos Aires siempre nos apoya. Pudimos presentar Un amor, de Isabel Coixet, que ¡es un peliculón! O Salve María, de Mar Coll, una película muy audaz sobre la maternidad y el no instinto materno. Son películas que no llegan a las pantallas comerciales.
De alguna manera también se trata de educar al público. Las temáticas de este año de muchas películas internacionales tenían que ver con el amor y el sexo en la tercera edad. Todos los años hay algo que aúna las voces de las mujeres. Más allá de las distancias de los diferentes países, hay algo en el aire que se va comunicando. No sé cómo, pero logra esas películas que tienen puntos de vista muy diferentes, pero temáticas comunes.
-En las producciones argentinas que presentó este año La Mujer y el Cine, ¿hay algún hilo conductor, algo que hayan observado más allá de esta diversidad de formatos?
Dentro de esas películas hubo ocho que pasaron por la sección Work in Progress. Vemos que hay más documentales que ficciones. Los documentales requieren tal vez un presupuesto más accesible. Sin embargo, estuvo una película que amé cuando la vi en Bafici: Todas las fuerzas, de Luciana Piantanida, con una mirada de cierta magia y cierta lírica dentro de lo que son las mujeres migrantes en Argentina. Ganó la competencia de Panorama. Y también L’Addio, de Toia Bonino, que para nosotras es una gran directora de quien ya hemos tenido cortometrajes. Es otro tipo de cine, muy comprometido con una historia muy personal de su familia. Creo que por suerte no hay una temática que aúne las películas que estuvieron presentes este año, pero sí fueron muy personales. Con temáticas que refieren o a su familia o a su entorno. Películas muy valientes de mujeres con una voz fuerte.
-Es gratamente llamativa la presencia de work in progress de directoras mujeres. Contrasta con la ausencia, por primera vez en muchos años, en el Festival de San Sebastián, espacio donde históricamente hay producciones argentinas.
Este año nosotros tuvimos una linda participación de películas postuladas, pero a muchas todavía les faltaba un primer corte. Eran proyectos que se quedan sin presupuesto antes de llegar a esa instancia. Me cuesta ver cuál va a ser la forma de producir cine en una Argentina sin apoyos. Porque la camada de nuevos directores que hay en las escuelas es de un nivel muy alto, que se van a encontrar con pocos recursos para iniciar sus carreras como directores. Una cosa es tener un presupuesto para un cortometraje, y más en un ámbito de una universidad donde hay ciertos apoyos, y después largarte a tu primera ficción o tu primer documental sin las vías de apoyo que el Instituto de Cine siempre tuvo.
Ahora, por ejemplo, hay unos concursos que el INCAA está promocionando, donde creo que apoyan entre ocho y diez películas… Dan 225 mil dólares para cada una. En una ficción de cuatro semanas de rodaje, ese dinero se lo llevan actores y técnicos. Se va en sueldos. Ni se piensa en locaciones, vestuario, arte, posproducción. Hace varios años ya que el cine nacional necesita de la coproducción para llevar adelante filmaciones.
Este año no se filmó ninguna película con presupuesto 2025. No se aprobó ningún presupuesto. Eso se va a sentir. Si ya San Sebastián lo siente, va a pasar lo mismo en las salas argentinas y en los festivales del mundo. Se sabe que una película se realiza en dos, tres, cinco años, dependiendo de los recursos que puedas juntar para su realización. Estos parates no significa que son de uno o dos años: se van a extender mucho tiempo hasta recuperar lo que el cine nacional estaba estrenando en Argentina y a nivel mundial en el resto de los festivales.
–Teniendo en cuenta este escenario, ¿qué imaginan ustedes para las próximas ediciones?
De alguna manera vamos a abrir el festival a Latinoamérica o a Iberoamérica, porque ese networking posibilita que se conozcan otras formas de producción, se conozcan directoras con productoras y se empiece a generar un cine iberoamericano. Argentina estaba muy acostumbrada a producir desde Argentina y después buscar la coproducción. Capaz que ahora hay que empezar a abrirse. Estamos tratando fuertemente de llegar a un acuerdo con Brasil para tenerlo como país invitado. Me parece que es una industria que está muy fuerte. Otro país que está en una situación espléndida es España. Las directoras españolas están haciendo películas sorprendentes. Vi un comunicado de CIMA -la Asociación de Mujeres Audiovisuales en España- que dice que están en el 38% de mujeres directoras, en comparación con el 2015, que era el 19%. Y tiene que ver mucho con el apoyo de políticas positivas para con el cine realizado por mujeres. No es que sea solamente por persistencia: la persistencia está siempre, pero también necesitás de políticas que apoyen ese número, que crean. Que los presupuestos grandes se abran a mujeres, no solamente queden en los directores varones. Hay algo que Argentina había logrado y había ganado, que lo veo que se está disolviendo en el aire. Y los discursos de odio actuales asustan mucho.
-Efectivamente es así. Pienso, ¿cómo lo logran ustedes? Plantear esta edición del festival con esa riqueza, con los premios que van creciendo y que contribuyen a concluir esas películas o a visibilizarlas aún más.
Es épico (risas). Creo que el mayor trabajo, más allá de buscar películas y la convocatoria, es buscar recursos. Es una tarea anual. Tenemos unos espónsores que adoramos en Work in Progress, que ponen su esfuerzo para contribuir a que esas películas se terminen. Cada uno elige qué película quiere acompañar y lo hace no solo desde lo económico sino desde la amorosidad con ese proyecto.
Históricamente, el concurso de cortometrajes tenía latas de películas, de 16 mm: ahora pasó a ser un premio económico, aunque siempre que lo conseguimos se devalúa y nunca llega a ser lo que debería (risas). Pero la idea siempre es que el festival siempre dé un granito de arena para que esa directora siga filmando. Que no solamente sea un reconocimiento, sino algún recurso que posibilite un nuevo cortometraje o que esa película se termine o tener pantalla una vez que esté terminada esa película. Es acunar de alguna manera este cine y generar recursos para que eso sea posible.
-Lo definiste vos: es épico.
Es épico, pero es un placer hacerlo. Porque se nota el cariño, la alegría del festejo de poder ver el cine en pantalla grande. Hay algo que también debo decir: yo soy la última de las integrantes de La Mujer y el Cine. Somos pocas, pero todas somos mujeres muy fuertes, con muchas conexiones y que generosamente ponen su expertise para que esto suceda. Cada una con su fortaleza. Mis compañeras ponen durante todo el año mucho esfuerzo para que esto suceda. Y se ve que nuestro comportamiento también demuestra que somos serias, porque el apoyo de esos espónsores es también una expresión de compromiso. El trabajo que se hace es con mucho amor, pero se hace con mucha seriedad, con mucho profesionalismo. Un festival boutique, te diría. Ojalá pudiéramos empezar a crecer y ser un festival que se expanda. Como decimos con Annamaría, nuestra tarea para el próximo festival es no decir «estuvo bien, vamos por uno igual», sino «vamos por uno mejor».
Julia Montesoro


