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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Pedro Fontaine coprotagoniza «Los renacidos», de Santiago Esteves: «Es un policial sin policías, de autor, oscuro, pero con un rayito de luz»

El actor chileno Pedro Fontaine hizo su incursión en el cine argentino por la puerta grande: coprotagoniza con Marco Antonio Caponi el policial Los renacidos, dirigido por Santiago Esteves. Se trata de una producción de Le Tiro Cine (Nicolás Grosso) de Argentina con España y Chile que sigue a dos hermanos separados enredados en el peligroso negocio de ayudar a la gente a fingir su propia muerte y que se exhibe en salas argentinas desde el juueves 23.

Los Renacidos parte de una premisa bastante singular: gente que quiere fingir su propia muerte. ¿Qué te atrajo a vos de este proyecto?

Efectivamente, parte de una tesis super singular y que al final fue un desafío que nos acompañó desde las primeras lecturas, porque al final la apuesta es esa: hacer eso de manera verosímil. Eso me parecía muy atractivo. Hubo una imagen que me llamó mucho la atención en esa primera lectura: esto de una ambulancia deambulando por la cordillera, casi sin rumbo, en una especie de western, pero que a la vez cruzaba con una road movie y con un policial. Esa imagen me generó mucha atracción. Fue como el puntapié inicial.

-¿Qué cuenta Los Renacidos, cómo la definís?

Me gusta decir que es un policial sin policías, un policial de autor. Es una película bastante oscura, pero que está atravesada por unos rayitos de luz que se asoman entre unas grietas. Un policial de autor atravesado por un drama de hermanos, que nos invita a mirar nuestra geografía latinoamericana -en específico la cordillera de los Andes-, con ojos de cine. Con imaginar personajes, imaginar situaciones, imaginar el género cinematográfico puesto en nuestra geografía.

-¿Qué caracterìsticas encontraste en tu personaje?

Los renacidos cuenta la historia de dos hermanos que se reúnen para llevar a cabo su negocio, que es un negocio oscuro y que consiste en fingir la muerte de las personas. Mi personaje es Manuel, quien ha decidido retirarse del negocio familiar, hacer una vida aislada, medio ermitaña, junto a su mujer, formar una familia y ser un médico rural. Él se ha ido más hacia la montaña y ha buscado desvincularse de este mundo. Pero el hermano y sus secuaces lo van a buscar porque lo necesitan para llevar a cabo otro negocio.

-¿Cómo elaboraste el personaje con Santiago Esteves?

De partida con Santiago nos unió la cinefilia, ¿no? Los dos somos cinéfilos y pudimos ir encontrando varias cosas a partir del tributo a otras películas que ya existen. Eso me ayudó mucho para entender el tono, lo que queríamos contar, qué tipo de personaje es. Hablamos mucho sobre qué tipo de protagonista es. Que Manuel sea el hermano bueno de los dos es cierto hasta cierto punto. No sé si me gusta tanto pensar en el bueno y el malo, porque creo que más bien están ambos atravesados por una especie de trauma que los dejó en la tecla en la que quedaron más o menos marcados para siempre, intentando zafar de esa tecla. Manuel cree que ha logrado renacer en cierta forma -por hacerle tributo al título de la película-, es un médico rural que se debe a su comunidad, formando una familia y buscando una segunda oportunidad en la vida, alejado de eso que le genera una especie de conflicto moral y le recuerda su trauma. Eso me sirvió mucho para armar el personaje.

-A propósito de la cinefilia compartida con Santiago Esteves, ¿cuáles son las películas que sirvieron como referencia?

Una puede ser Una historia violenta, de David Cronenberg, con Viggo Mortensen. Es similar en el arranque y el tono. Hay un submundo que emerge y contamina el mundo que se ha creado para taparlo. Pero hay varias, no solo esa. Santiago me introdujo en el cine policial de los 60, el de (Edgar) Neville, que no conocía. Ver esas películas amplía el universo.

Casi toda la película transcurre en la nocturnidad y en la cordillera, en un marco ciertamente asociado con lo hostil.

Totalmente. Las condiciones del rodaje fueron duras. Entre todos nos acompañamos y sacamos adelante jornadas muy difíciles. Recuerdo jornadas nocturnas en un cementerio grabando junto a las tumbas reales. Con el crematorio andando. Eso lo tiñó de algo medio terrorífico. Sí, es cierto que estos personajes transitan en la oscuridad. Esta relación que tienen con la muerte los transforma en unos personajes medio de ultratumba. Eso lo hablamos mucho con Santi y con Marco Antonio Caponi también: son personajes que están al borde de lo vampiresco a ratos, pero también son así porque habitan la montaña. Eso lo buscamos a partir de una cierta parquedad, dándoles rasgos de algo más ermitaño. Generando un tipo de comunicación que no está tanto en las palabras sino mucho más en el silencio. Gente que no se dice todo lo que piensa, que se comunica con acciones.

-Los hermanos son personajes parcos para comunicarse entre ellos y queda allí flotando también un vínculo difícil entre ellos.

Totalmente. Son personajes de montaña que no están acostumbrados a estar con tanta gente o a estar sociabilizando. Que quizás se han criado bajo un régimen muy duro. Me gusta pensar en el universo de los personajes de esta película como animales carroñeros, que están ahí peleándose por la sobrevivencia y que la lealtad realmente no existe. Lo que importa es el pedazo de carne que van a conseguir. Creo que estos personajes están en ese universo, muy hostil, en que el más débil no lo logra. Por ahí también pasa un poco eso de la parquedad; de no confiar, de no revelar todas tus cartas nunca.

-Este rodaje en los Andes, en la montaña, ¿te remitió a experiencias personales?

Sí, sí. Es curioso: Santiago es una ciudad gigante, pero está en la precordillera. O sea, está rodeada de montañas y cerros, encajonada entre dos cordilleras. Es muy similar a Mendoza en algunas cosas. Esta película me hizo darme cuenta de lo cordillerano que soy. Me he dado cuenta también estando en Buenos Aires, por ejemplo, que es una ciudad que no tiene esas características, donde la gente está acostumbrada a desenvolverse de manera mucho más social. Creo que los chilenos tenemos una cosa más callada, que tiene que ver con nuestra geografía.

Los Renacidos tuvo su premier mundial en Shanghái y vos estuviste ahí. ¿Cómo fue la experiencia? ¿Qué pudiste percibir del público?

Yo no conocía Asia: haber tenido la oportunidad de ir fue hermoso. Es una de las cosas que me tiene muy contento con este proyecto: las experiencias que me ha permitido vivir, la gente que me ha permitido conocer. En ese sentido, Me pareció que la gente la recibió muy bien, con un público bastante reactivo. Reaccionaban según lo que veían en la pantalla. No tuvimos mucha oportunidad de interactuar mucho con los chinos. Nos hicieron algunas entrevistas, algunas preguntas, pero el tema del idioma no es menor. De hecho, nos hicieron una conferencia de prensa en que un periodista hace una pregunta y la traductora la tradujo como: «Te están preguntando por los chistes de la película». Y yo: «¿Pero qué chistes, si no es una comedia?». Nunca entendí qué me quiso preguntar. No sé si se refería al sentido del humor de la película, que tampoco me parece que es mucho. Pasaron ese tipo de cosas que dificultaron la comunicación, pero en China -y en Asia en general- tienen una afinidad grande con el cine de género. Entraron por ahí. Y les gustó.

-Fue la primera vez que la viste en pantalla grande, además y presentándola.

Es un honor gigante. Creo mucho en el cine: en el cine independiente, el cine de autor. Estas instancias permiten que una película se muestre. Que una película que habla de algo muy específico que tiene que ver con Argentina y Chile pueda mostrarse en Shanghái y ser recibida de buena manera, habla del poder universal que tiene el cine, que tienen las historias. Y nos permite conmovernos con historias de cualquier lugar del mundo, que te abran espacios en la mente. Te expanden el imaginario. Por eso haber estado ahí fue un regalo.

-¿Qué te impulsó a dedicarte a la actuación?

Descubrí la actuación a los 15 años. Luego, por distintas razones, no me atreví a seguirlo inmediatamente después de terminado el colegio. Soy alguien que floreció tarde en la vida, porque me decidí a ir por ello a los 25 años. En un principio busqué vincularme con gente que estuviera haciendo proyectos autogestionados, tomar talleres, hacer voluntariado en un festival de cine, entendiendo el oficio como una especie de artesanía que hay que aprender haciendo y vinculándose, más que estudiándolo. Luego estudié en una escuela en Nueva York, Neighborhood Playhouse (School of the Theatre). Allí recibí una beca: estoy muy agradecido y orgulloso de esa experiencia. Y entré de cabeza en la actuación, que es lo que siempre quise hacer. Y en eso estoy en los últimos 10 años.

-También te dedicaste a la producción.

En ese periodo de vincularme con distintos proyectos trabajé en una productora. Fue antes de estudiar teatro y me sirvió muchísimo para entender el mundo del cine. También dirigí un cortometraje hace poco más de un año, y fue mi primera incursión en la dirección. Es que creo que los actores hoy en día tenemos que diversificar. Y no solamente porque crea eso: también es porque soy bastante inquieto. Intento estar siempre en alguna búsqueda. A nivel personal, espiritual, artístico. Y lo que más me mueve es la actuación. Es lo que más he estudiado y es lo que me interesa desarrollarme.

-Después de Los Renacidos, ¿cómo sigue este camino? ¿Hay otros proyectos con Argentina?

Siempre hay varias cosas en el horizonte. Tengo algunas posibilidades teatrales y también estrenos de cosas que ya se grabaron. De hecho, esta semana se me juntaron dos estrenos: Los Renacidos en cines argentinos y la segunda temporada de Baby Bandito, una serie chilena. También voy a estar el próximo año en La casa de los espíritus, la serie basada en la novela de Isabel Allende. Y también hay una serie rodada en la Argentina que se va a anunciar dentro de muy pocos días.

Julia Montesoro

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