El viernes 19 comienza la 73ª edición del Festival de San Sebastián, que ofrecerá 254 títulos procedentes de 56 países. Como parece ser una tradición, el cine argentino tendrá una trascendente presencia: habrá tres producciones en la Sección Oficial (Las corrientes, de Milagros Mumenthaler, 27 noches, de Daniel Hendler y Belén, de Dolores Fonzi), otros siete títulos en diversas secciones competitivas y además incluirá a la actriz y cantante Lali Espósito en el jurado de la Sección Oficial.
Como desde hace catorce años, el responsable es José Luis Rebordinos, director del festival, quien más allá de su rol tiene un vínculo indestructible con el cine argentino.
-Estamos en las vísperas del comienzo de la 73ª edición. ¿Cómo te encontrás y en qué punto está la organización. comparativamente con las ediciones anteriores?
Bastante parecido, ¿no? Porque llevamos una fórmula en los últimos cuatro o cinco años que nos funciona bien; entonces es un poco parecida. Los peores tiempos ya pasaron: ha sido el mes de agosto, cuando tienes que cerrar un poco todo. Pero desde unos días antes del comienzo, digamos que el festival está al 99%. A partir de ahora es más complicado para mis compañeros de producción, de comunicación y prensa, que son los que tienen que producirlo y ponerlo en marcha. Mi trabajo más fuerte ya está hecho. Solo me toca cerrar algunos flecos y empezar a recibir a toda la gente que va a llegar a San Sebastián, que es mucha.
-Argentina, en esta coyuntura de desfinanciamiento de la industria, vuelve a estar presente masivamente en el festival. ¿Qué encontrás en cada una de esas películas que integra la Sección Oficial? A la vez, ¿hay un componente emocional en la elección de las películas en la competencia principal? ¿O es una decisión 100% artística?
Es una decisión 100% artística. En la competición oficial no hemos elegido ninguna que no pensamos que tiene que estar ahí. Las tres son muy especiales. Belén, de Dolores Fonzi, es un paso de gigante desde su primera película, que de por sí era interesante. Pero esta es grande, clásica, de combate, porque habla de un caso de un aborto espontáneo, de una mujer que fue condenada y un poco del comienzo del movimiento de los pañuelos verdes que llevaría hace no tanto al aborto libre en Argentina. Es una coproducción con Amazon.
Luego está la película de Milagros Mumenthaler (Las corrientes), que es más pequeña, más introspectiva, en la línea de su cine. Es una coproducción con Suiza sobre una mujer que de alguna forma no acaba de encontrar su lugar en la vida. Muy hermosa. Creo que es una película de la que se va a hablar mucho.
Y por último, la de Daniel Hendler, que es un gran amigo del festival: como sabéis, ha estado en muchas ocasiones. De hecho, Un cabo suelto, que acaba de estar en Venecia, ganó el Work in Progress el año pasado y este año está en Horizontes. Pues 27 Noches es una película Netflix. Es una obra muy interesante con una gran diva del cine argentino, una señora ya mayor que hace una interpretación preciosa. Inauguramos con ella porque es una película de público, porque tiene humor, pero que detrás de su aparente facilidad, fragilidad, es una película que habla de temas importantes. Creo que va a gustar muchísimo al público. Y por eso estas tres películas están ahí.
-Cualquiera puede suponer que el cine argentino pasa por un gran momento.
Esto es importante explicar porque de las tres películas en competición, dos son de plataformas y una es una coproducción suiza. Que nadie se llame a engaño: no es que haya un gran momento del cine argentino, a nivel de producción lo está pasando muy mal.
Hay gente que me está preguntando: «pero qué momento más bueno vive el cine argentino». Pues no, porque ese productor mediano es el que está fuera. De hecho, este año se ha producido algo que yo no había vivido en 15 años y es que no hemos encontrado una película argentina para el Work in Progress. No hay ni una en los Work in Progress y nos hubiera gustado, obviamente, que hubiera película argentina.
-En esta edición habrá cine argentino también competirán en Horizontes Latinos, Made in Spain, Zabaltegi y Culinary Cinema. Nuevamente, ¿hay una mirada más amable hacia las películas argentinas?
Tenemos una relación muy buena con Argentina. Primero, que ha sido el país, hasta hace nada, más importante de la cinematografía de América Latina. Entonces, aunque eso se esté derrumbando poco a poco, sigue habiendo una producción interesante comparativamente con otros países. ¿Miramos con cariño? Sí, miramos con cariño. Pero también al cine latinoamericano. Siempre intentamos que tenga una presencia importante.
Pero fíjate que este año en las paralelas hay menos que en otras ocasiones. Siempre hay mucho: ha habido años que en los Work in Progress de los seis, los cuatro que más nos gustaban eran argentinos. Y para ser equitativo con otros países, poníamos dos o tres. Es decir, le perjudicábamos un poco por la gran cantidad.
Pero sigo pensando en que sigue habiendo una producción importante. Claro, Lucrecia Martel acaba una película (Nuestra tierra) que llevaba cuatro o cinco años haciendo, por ejemplo. Hay que estudiar cada caso. O entre otras, la película sobre el cocinero (Urondo), que es pequeñita pero muy interesante y para Culinary encaja perfectamente porque tiene mucha alma, es muy especial. ¡Vamos! Tengo unas ganas locas de ir a este restaurante cuando vaya a Buenos Aires.
¿Qué echamos en falta? Que vemos que algunas de estas pelis son pelis que llevaban un tiempo y se están terminando. Lo notamos más en los proyectos nuevos y en los Work in Progress. Ahí es donde se nota que el parón llega ya claramente. Creo que el año que viene va a ser imposible que haya una presencia argentina como la que hay este año. Salvo que haya milagros, no va a haber ya tiempo con lo que se está produciendo.
La que lo sufre es esa producción mediana. Porque las pequeñitas se siguen haciendo. Hay gente que coproduce con Uruguay, con México, o en otros lugares: con muy poquito dinero tiran para adelante.
En cuanto a las grandes, pues ahí están a veces las plataformas para echar una mano y hacer otro tipo de producto. Actualmente las plataformas -tengo una mirada positiva sobre ellas- están permitiendo salvar cierto tipo de producciones y generando trabajo. Una producción que ha sido polémica en Argentina como Homo Argentum, de Mariano Cohn y Gastón Duprat, es una película Disney también. Son películas más importantes.
Pero ese producto independiente, mediano, que ha dado mucha vida al cine argentino e internacionalmente, es el que en este momento está parado. Está con más problemas. Ese productor interesante, mediano, que producía al año un par de películas superinteresantes, va a tener muchos problemas. O busca hacerse un hueco coproduciendo o lo va a tener muy difícil.
-El Festival decidió la inclusión de Lali Espósito como jurado de la competencia oficial. ¿Hay una lectura política en esta designación?
Pues obviamente, obviamente. Vamos a ver… nosotros siempre decimos que cualquier festival es político. Es decir, cualquier acción en la vida es política. No nos hagamos los ingenuos. Lo que no somos es partidistas. Nosotros nunca nos hemos definido en España a favor de la izquierda o de los conservadores. Nunca lo hemos hecho. Todos son bienvenidos y todos son parte de este festival. Sí, nos definimos una vez en contra de Vox, de la extrema derecha. ¿Por qué? Porque es una extrema derecha en la que muchos de sus miembros reivindican una dictadura. Entonces, de la misma forma que nos hemos definido contra (Javier) Milei, porque miembros de su Gobierno reivindican la Junta Militar, una Junta asesina que me da igual de qué país sea, sea España, sea Rusia, sea Irán, sea el gobierno de (Benjamín) Netanyahu, creo que cualquier ciudadano del mundo tiene la obligación de condenar lo que tiene que ver con delitos de lesa humanidad.
Nosotros queríamos elegir a alguien que no fuera directamente del mundo del cine. En este caso, Lali también es actriz, pero es muy poderosa. Se ha convertido… cuando yo la conocí y la elegimos, no era tan potente como es ahora. Llenando los estadios que llena. Yo la conocí en Uruguay: me pareció una chica estupenda, me gustó lo sensata, me pareció inteligente, cómo se posicionó ante nuestra oferta, con qué humildad se posicionó. Nos pareció estupendo. Queríamos alguien que defienda cosas como la libertad, como los derechos de las minorías. Y Lali representaba todo eso, ¿no? Es un icono LGTBI. Además, nos gustó ella cuando la conocimos y le hicimos la propuesta. Y siempre en el jurado intentamos que haya alguien que no sea directamente solo cine. Y este año le ha tocado a Lali.
Luego, habiendo tres películas argentinas, también era importante que hubiera un miembro del jurado argentino. Tenía todo el sentido del mundo. Si hubiera habido tres películas mexicanas, hubiéramos ido a buscar a México. Si hubiera habido tres brasileñas, a Brasil. Es decir, que tenía cierta lógica también que esa persona fuera, al margen de la elección. Que a unos gustará y otros no, como siempre, pero eso es parte del juego.
-El Foro de Coproducción Europa-LATAM volverá a ser estrella en las actividades de industria. ¿Qué podría hacerse para conseguir que las películas latinoamericanas tengan más circulación en España y Europa?
Eso es un problema que tenemos sin resolver. Porque fíjate que el foro está funcionando como un tiro. Recibimos proyectos maravillosos y nos cuesta elegir 14, 15. Siempre tenemos una discusión muy gorda las responsables de industria conmigo, una vez que los especialistas nos han dejado 35 proyectos, porque no nos ponemos de acuerdo. Siempre se nos queda fuera alguno que nos da mucha pena. Además a la mayoría de los proyectos les va bien en el foro. Por eso todo el mundo quiere estar: consiguen financiación, distribuciones o contactos que más tarde les va a dar ese tipo de cosas. Pero el problema viene después. Es decir, el foro ayuda a que las películas se hagan. Pero ¿y después?
En España las películas latinoamericanas no funcionan. Y en Europa, quitando Francia y alguna rara excepción, tampoco. Tal vez el cine latinoamericano que llega a España es un cine a veces superinteresante, pero muy de autor. Salvo cuando llegan las películas de (Ricardo) Darín, que sí funcionan. Aquí solíamos hacer una broma diciendo: ‘hay un género de películas que es película de Darín’.
Faltan esas películas más grandes que también ayuden a tirar del carro. Hay muy poquitas de esas que se estrenen. Al cine español cada vez va más gente a verlo, entre otras cosas, porque de pronto tenemos una película como la de Albert Serra (Tardes de soledad) o como Sirat (Oliver Laxe), que ha funcionado bastante bien en taquilla, pero luego tienes las películas de Santiago Segura que llevan a otro tipo de gente. Y eso que mucha gente le parece horrible porque no le gustan las películas de Santiago Segura. A mí me parece maravilloso porque creo que una cinematografía es saludable cuando tiene la gran película que lleva al público. El cine es una experiencia positiva. Luego, tienes que tener claro que están esas otras películas que buscan nuevos caminos, que arriesgan a otro nivel. El problema es que la mayor parte de las películas latinoamericanas que llegan, que casi siempre son muy interesantes -porque llega lo mejor-, normalmente son películas más radicales o más difíciles.
No sé cuál es la solución. En España y en Europa -quitando igual Francia-, tenemos un problema general que supongo que en América Latina es igual, que es meter a la gente a las salas. Luego si la película es latinoamericana es un doble problema, pero lo primero es meter a la gente joven a las salas. No es fácil.
-Por fuera de la exhibición, siempre están los festivales para ampliar la mirada.
Este año, por ejemplo, estamos encantados con el premio Donostia a Jennifer Lawrence. Ella tiene un Óscar, un montón de premios, ha trabajado con (Darren) Aronofsky, con Lynne Ramsay, con grandes directores. Pero al mismo tiempo tiene Los Juegos del Hambre y de pronto nos encontramos que estamos recibiendo emails y llamadas de gente joven de toda España que quiere venir a verla y a la película. Entonces, claro, eso es nuevo para un premio Donostia. Creo que también los festivales, los productores, la industria, tenemos que hacer a veces esfuerzo para acercar a la gente joven al cine. Porque si no estamos muertos. Estamos muertos a 20 años vista. La situación se ha mejorado un poco, creo que ha mejorado después de la pandemia, pero nos queda mucho por hacer.
-En diciembre de 2026 vas a dejar finalmente la dirección del festival. ¿Cómo se va a producir el relevo? ¿Qué consejo le darías a quien te suceda?
Lo primero de todo: la decisión de irme es mía. He decidido anunciarlo con dos años para dar tiempo al Consejo de Administración, que es quien tiene que nombrar. Nosotros somos la Sociedad Anónima Festival de Cine San Sebastián. Es un consejo de administración de 16 miembros, cuatro de cada una de las instituciones que lo conforman: el Gobierno de España, el Gobierno Vasco, la Diputación Foral de Gipuzkoa (que es el gobierno regional) y el Ayuntamiento de la ciudad. Serán ellos los que elegirán la persona.
Lo que he hecho durante estos años es tener un backup; es decir, preparar dentro personas que podrían coger la dirección en cualquier momento. ¿Por qué? Imagínate que a mí una semana antes del festival tengo un ataque al corazón (que espero que no pase), pero imagínate qué pasa. Tiene que haber alguien que pueda hacer ese festival. Entonces, dentro de la casa hay por lo menos dos personas que pueden hacer el festival perfectamente. ¿Cómo va a ser el proceso y quién va a ser? Corresponde al Consejo. Yo espero que esa persona esté nombrada para enero, de tal forma que el último año pueda ser mi sombra y acompañarme a todos los sitios. Por eso, de hecho, lo he anunciado con dos años vista. Para dar al Consejo la oportunidad de nombrar a alguien con tiempo.
En cuanto a consejos, no soy persona de muchos consejos porque muchas veces lo que vale para una persona no vale para otra en la vida. A veces me han aconsejado cosas y no han funcionado. Pero le diría una cosa: que el primer año sea muy prudente. Sea quien sea, que sea prudente.
-¿En qué sentido?
Yo llevaba quince años en el Comité de Dirección del Festival. En teoría lo conocía muy bien. Pero me senté en la silla de director y me encontré un festival que no tenía nada que ver con lo que me imaginaba: muchísimo más grande y más complejo. Desde entonces el festival ha crecido mucho. Ahora somos parte de una escuela de cine, tenemos residencias de proyectos, hay un festival de todo el año.
Ese primer año con Lucía Olaciregui, la subdirectora, compañera amiga del festival desde hace muchos años, lo que hicimos fue escuchar y hacer preguntas. Nos reunimos con la industria mundial y les decíamos: «¿Qué queréis de San Sebastián? ¿Por qué no estáis en San Sebastián? ¿Qué os interesa para poder estar allí?» Y luego intentábamos explicarle qué nos interesaba a nosotros. Ese año aprendimos muchísimo. Por ejemplo, que el festival debía tener una pata fuerte en la industria o estaba muerto. Así es como creamos el foro de coproducción y el WIP Europa -el WIP Latam ya estaba, se llamaba Cine en Construcción- y creamos años más tarde la conferencia de inversores.
Todo eso lo aprendimos el primer año, que no hicimos gran cosa. A mí me hacía mucha gracia porque yo venía de la Semana de Terror, Semana de Cine Fantástico, cosas muy diferentes. Y había periodistas que decían: ‘la revolución Rebordinos’. ¿Qué revolución, si no hemos hecho nada? Estamos haciendo exactamente lo mismo que antes para sobrevivir. Pero es verdad que a partir del segundo año empezamos a hacer cosas nuevas y el festival ha cambiado mucho y ha crecido mucho.
-¿Por qué tomaste la decisión de irte?
Yo me voy por dos razones. Primero, porque llevaré ya 30 años en el festival (31 el año que viene). Dieciséis como director, quince en el Comité de Dirección. Creo que son demasiados. Y a nivel personal quiero hacer otras cosas. Quiero descansar un poco de la tensión que es el festival, que es muy grande: tensión económica, política, de programación, etcétera, etcétera.
Y luego, porque creo que es bueno para el festival. Igual que cuando nosotros llegamos cambiamos cosas, vinimos con ideas. Creo que es bueno que venga alguien con ideas. Porque yo ahora puedo gestionar el festival; mejor o peor, puedo gestionarlo. Pero ya no voy a cambiar nada. Lo que quería cambiar ya lo hice. Y seguro que son nuevos tiempos y que es conveniente cambiar cosas. Quien venga (alguien más joven, con nuevas ideas), hará un festival nuevo. Es ley de vida y está bien que sea así. Y la verdad es que me voy con ilusión de que el festival se refuerce, sea cada día mejor, venga alguien más joven, con fuerzas. Estoy convencido que será.
-Como argentinos y fatalistas solemos ver el vaso medio vacío, ¿no? Después de estos 14 años, ¿qué crees que falta o puede mejorarse el festival?
Es difícil, pero como no lo sé, por eso tiene que venir alguien nuevo (Risas). Yo te diría al contrario: más que lo que falta, te diría qué es lo que no conseguí y que me hubiera gustado. Creo que en industria hemos llegado más o menos hasta donde se podía porque tenemos las infraestructuras que tenemos. Nosotros no podemos ser un gran mercado. No tenemos hoteles: aunque a veces a la ciudad se queje de que hay demasiado turismo para el festival, no podemos meter a toda la gente, nos falta presupuesto.
Lo que me hubiera gustado mejorar sensiblemente, y por lo menos lo hemos conseguido estabilizar y subir un poquito, es la presencia de prensa internacional. Estamos en una pinza entre Toronto, Telluride, Venecia, Locarno, Londres, Roma. Creo que el festival que tenemos se merecería algo más de prensa internacional y no hemos sabido cómo atraerla o no hemos podido. No lo hemos conseguido. No estamos mal: tenemos un número de prensa importante, 567 medios. Pero se nos come un poco Venecia, que está al lado de nosotros y ha hecho un festival de glamour, con muchísima prensa internacional, Y claro, que la gente repita es complicado.
Es una de las asignaturas pendientes. Tuvimos alguna idea que al final no hicimos, que era hacer una especie de pequeño congreso de prensa internacional durante el festival. Pero las ideas que teníamos no cuadraban, no gustaban a algunas partes de la prensa. Siempre tenías que elegir y al que no elegías se enfadaba. Luego, los grandes medios: tienen códigos éticos que no les puedes invitar pagándoles el viaje y la estancia. Era todo muy complejo e hicimos una intentona en la sombra que no acabó de funcionar.
Hay otras asignaturas, pero que no van a depender del director del festival. El tema presupuesto, el tener algo más de dinero, el tener más infraestructuras, no las tenemos. Es muy sencillo, una estrella de Hollywood para venir a San Sebastián viene en un vuelo normal, en primera o en business, estupendamente, pero tiene que ir a Londres o a Múnich, ahí cambiar de avión, ir a Bilbao, en Bilbao, bajarse del avión, una hora y 10 de coche. Claro, mientras que a Londres va directo.
Entonces, es complicado y nosotros no tenemos presupuesto para pagar vuelos privados ni los pagaríamos aunque tuviéramos, ¿no? Nosotros eh no podemos entrar en ese juego, somos pequeñitos y, pues es más difícil traer estrellas y al ser más difícil, pues también es más difícil traer prensa internacional. Es un poco complicado, ya te digo. Quien venga espero que sea alguien que conozca el festival, porque si no es muy complicado. Y espero que tenga sus ideas y que vaya intentando mejorar las cosas. Que seguro que hay muchas. Creo que mi anterior director hizo un trabajo muy bueno, sobre todo poniendo el festival en el mundo, porque él lo cogió en una situación muy delicada. Pero nosotros lo hemos cambiado mucho y creo que lo hemos hecho más grande y mejor. Esa es ley de vida y tiene que ser así.
-Siempre te pedimos que hables de la inserción del cine argentino en el festival. Cambiemos el eje: el festival, ¿ayudó a desarrollar el cine vasco? ¿Hay más directores, más películas, más audiencias de catorce años a esta parte?
Sí. Sí. El cine vasco pasa también por su mejor momento como el cine español. Es fruto de muchas cosas, no solo del festival. Creo que uno no valora lo suficiente que cuando trabajan conjuntamente todos los implicados, las cosas van mejor. Si los implicados en algo se dedican a pelearse en público, estás muerto. Durante años, los productores vascos se enfrentaban a la televisión vasca y al gobierno vasco en público. Eso era un desastre. Pero llevamos años que se trabaja conjuntamente. No quiere decir que no haya diferencias, pero las diferencias se discuten en los despachos y luego vamos todos juntos.
Por un lado, el cine vasco, a raíz del centro Tabakalera ha creado una especie de generación Tabakalera de productores, de productoras, de gente joven que ha salido. Hay muchas productoras, mujeres, es decir, de directores, directoras y hay mucho talento. Unido a eso, la televisión vasca ha llegado a acuerdos interesantes. El Gobierno Vasco lleva unos años trabajando muy bien por el audiovisual y este festival ha hecho una apuesta muy fuerte por el cine vasco en los últimos años. Este año, hazte idea que hay 38 películas vascas en un festival de 200 y pico. Y de ellas hay tres películas en euskera en la sección oficial: Maspalomas, de Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi. Y Karmele, de Asier Altuna y Zeru ahoak, de Koldo Almandoz, una serie en euskera, en proyecciones especiales. Nunca ha habido tres películas en euskera en las secciones oficiales. Pero insisto en que nosotros no somos de cuotas. Así como que no decimos que hay que poner la mitad de las mujeres. Intentamos crear las circunstancias para que esas cosas vayan sucediendo.
-¿Cuáles son las cosas que sí pudiste modificar a lo largo del tiempo?
Hay tres temas en los que el festival ha cambiado mucho. Uno es el de industria, que prácticamente no existía en San Sebastián y ahora tiene su importancia. Otro es el festival que hace actividades todo el año. Y otro es la presencia del cine español y del cine vasco, que es importante y es querida por los productores. Cuando llegamos, el productor español no quería estar en San Sebastián, porque la crítica lo machacaba y no se sentía querido. Y en estos momentos te puedo asegurar que casi todos los productores españoles presionan mucho para estar en San Sebastián.
-En todos estos años supongo que habrás hecho muchos amigos. Si tuvieras que nombrar un argentino a quien consideras un amigo, ¿quién sería?
Me lo pones muy difícil (Risas). Alguien a quien aprecio muchísimo es Ricardo Darín. Pedro Rosón, su agente, es alguien a quien quiero mucho. Como a su mujer Vicky. Productores como Matías Mosteirín, Juanpa Miller. Hay muchísima gente. ¡No pararía! Hemos tenido una relación muy cercana con el cine argentino y latinoamericano en general. Tenemos muchos amigos. De hecho, cuando deje el festival intentaré estar vinculado al cine español y al cine latinoamericano de alguna manera, pero por una razón fundamental: para no perder contacto con tantos amigos que tengo ahí.
Julia Montesoro


